La trabajada ficción de monolítica unidad en torno a Irene Montero que el Gobierno ha intentado transmitir durante las últimas horas a raíz de los insultos de la diputada de Vox Carla Toscano ha empezado a resquebrajarse en cuanto algunas ministras han puesto pie en la calle y se han topado con las bases feministas.
Mientras ayer viernes al mediodía las redes sociales de Podemos distribuían un vídeo en el que se podía ver a algunos miembros del equipo de la ministra regalarle un ramo de flores como acto de desagravio frente a los ataques de Vox, por la noche, las ministras del PSOE Isabel Rodríguez, Nadia Calviño y Reyes Maroto veían cómo la manifestación por el Día Internacional contra la Violencia de Género en la que participaban se llenaba de gritos de "Irene Montero, dimisión".
Sólo unos pocos metros detrás de ellas, las manifestantes portaban una pancarta que rezaba "Irene Montero dimisión. Basta de leyes misóginas y chapuza". Es literalmente imposible que las ministras no vieran esa pancarta y escucharan esos gritos.
El infantilismo de la reacción del equipo de la ministra grabando un vídeo que replica el del pastel de cumpleaños de febrero de 2020 contrasta así con la indignación que se ha apoderado de al menos una parte del feminismo. Ese al que no le bastan las barbaridades de Vox para olvidar que la ley del 'sí es sí' de Irene Montero ha provocado ya la rebaja de las condenas o la liberación de 36 agresores sexuales. Insulto al que se añade la injuria de una ley trans que niega la realidad biológica femenina en la que se basa el discurso feminista moderno desde su nacimiento a mediados del siglo XVIII.
Que las aguas del feminismo bajan revueltas por las constantes provocaciones y chapuzas jurídicas de la ministra de Igualdad es una evidencia que no resolverá la obviedad de que Vox siempre acude al rescate de Sánchez y de Podemos cuando estos se encuentran en un callejón sin salida.
Y el problema no es menor si se conoce que el voto del PP refleja casi a la perfección la distribución de sexos de la población española (48% hombres y 52% mujeres) mientras que el del PSOE está claramente decantado en favor de ellas (39,9% hombres y 60,1% mujeres).
El PSOE no es por tanto, como pretenden sus propagandistas, el partido que más se parece a los españoles (ese sería el PP si atendemos al sexo de sus votantes), sino el que más se parece a las españolas. Y por eso el destrozo que ese caballo de Troya llamado Irene Montero ha provocado en el interior de la fortaleza del matriarcado socialista puede convertirse en un enorme obstáculo para el PSOE en mayo de 2023.
Si el Gobierno pretende, en fin, solventar el roto generado por la ley del 'sí es sí' y la ley trans recurriendo a la política de los gestos, llamativa pero efímera, y a una tan rocosa como fingida unidad en torno a Irene Montero, la realidad le demostrará pronto que las redes sociales y el ecosistema mediático socialista no representan la realidad de la sociedad española. Paradójicamente, la principal fortaleza del PSOE, el voto femenino, puede convertirse pronto en su principal debilidad.