El PP se ha mostrado partidario del nuevo paquete anticrisis anunciado por Pedro Sánchez el lunes. Ayer, Juan Bravo adelantó que su partido votará a favor, al considerar que el escudo social para paliar la crisis energética e inflacionaria coincide con sus propias medidas.
Porque la bajada del IVA a los alimentos es una petición que el PP lleva haciendo al Gobierno desde que empezó a dejarse sentir el impacto económico de la guerra de Ucrania. Eso sí, Alberto Núñez-Feijóo ha instado a Sánchez a redoblar la apuesta, y a extender el alcance de las rebajas fiscales a todos los productos básicos.
En definitiva (y aunque, contradictoriamente, ha acusado al Gobierno de estar animado por un "afán recaudatorio"), el líder de los populares está asumiendo la reivindicación de ampliar las ayudas sociales, con el objetivo de disputar al PSOE el voto de las "rentas medias y bajas".
Es comprensible que el PP quiera hacer honor a su nombre y aspire a recabar apoyos entre las clases populares. Al fin y al cabo, aún persiste en el imaginario colectivo el sofisma de que el voto al centroderecha procede de los sectores más acomodados.
Alentado por la transversalidad característica de su partido en Galicia durante sus mayorías absolutas, Feijóo nunca ha ocultado su pretensión de seducir a votantes socialdemócratas. Y a raíz de las polémicas reformas del Gobierno, el presidente del PP volvió a apelar a los electores del PSOE desengañados con la deriva populista del sanchismo.
Con el horizonte de una transferencia de voto significativa del PSOE al PP, al que apuntan algunos sondeos, los populares se lanzan a captar votos en el caladero del PSOE. Pero es una estrategia equivocada pretender apuntalar la mayoría de un partido liberal asumiendo el ideario socialdemócrata. Y es que, con su petición de más ayudas, en realidad Feijóo está intentando competir con Sánchez en el terreno del gasto público.
Siempre es una mala idea, como advirtió José María Aznar a Pablo Casado, tratar de hacer propias las armas del adversario. Porque batallando en campo rival uno está, a ciencia cierta, condenado a la derrota. De modo que no se trata de que Feijóo renuncie a asegurarse votos socialistas desencantados con Sánchez, sino de que lo haga persuadiéndoles de que el liberalismo económico es un programa más capaz de contribuir a la prosperidad.
Con su apoyo a la prórroga de las medidas, el PP cree poder conjurar, con la vista puesta en el año electoral, el riesgo de sufrir el castigo en las urnas que podría acarrear la retirada de las subvenciones. El rechazo de Feijóo a ser identificado como el que corta el grifo parte de la apreciación de que la economía no va a desahuciar a Sánchez de la Moncloa.
Pero copiar el libro de estilo del Gobierno equivale a actuar como si no existiera la inflación y el riesgo de desaceleración económica. Y supone asumir y perpetuar un modelo de política económica que lo apuesta todo al expansionismo fiscal y al dispendio público.
Asumiéndolo, Feijóo estaría olvidando que la clave de la bonanza económica no son los subsidios, sino el crecimiento. Curiosamente, se trata de un síndrome extendido entre los líderes de los países desarrollados: se está dando un olvido generalizado del fundamento de la economía, que es crear riqueza.
En un momento global de pronunciado descenso de las tasas de crecimiento, de congelación de la productividad y de envejecimiento demográfico, el líder de la oposición no puede sumarse también a las filas de quienes ladean la centralidad del crecimiento en su programa político.
La consagración de una mentalidad que prioriza las ayudas gubernamentales antes que la actividad empresarial y la inversión para alimentar la economía corre el peligro de conducir a una auténtica elefantiasis del Estado de bienestar.
Feijóo debe hacer suya una defensa tenaz de la economía de mercado, el libre comercio, el alivio de las regulaciones y las cargas burocráticas y de una reforma tributaria que facilite la inversión. Y no dar alas a unas tesis estatistas, proteccionistas e intervencionistas que sólo conducen al empantanamiento económico.
Pero, sobre todo, este nuevo PP debe enarbolar una agenda propia, en lugar de ir a rebufo de lo que marca el PSOE. Feijóo tiene que tomar nota de la estrategia fallida de su predecesor en el cargo, y adoptar una iniciativa activa. El PP, en fin, debe entender que no ganará las elecciones por convertirse en el PSOE.