La Fiscalía Anticorrupción solicitó ayer 15 años de cárcel para el ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz por el caso Kitchen, la operación parapolicial cuyo objetivo era espiar al ex tesorero del PP Luis Bárcenas y robarle información presuntamente comprometedora para el partido.
La pena de 15 años solicitada por el Ministerio Fiscal es la suma de cuatro años de cárcel por un delito de malversación, tres por encubrimiento y otros cuatro años por cada uno de los dos delitos contra la intimidad que habría cometido el ex ministro del Interior de Mariano Rajoy entre diciembre de 2011 y noviembre de 2016.
El escrito de la Fiscalía Anticorrupción no implica necesariamente la apertura de juicio oral por parte del juez de la Audiencia Nacional, pero rema en esa dirección.
Los fiscales también piden 15 años de cárcel para el ex número dos de Jorge Fernández Díaz, Francisco Martínez, que desempeñó el cargo de secretario de Estado de Seguridad, y para Eugenio Pino, el exdirector adjunto operativo (DAO) de la Policía Nacional. Para los tres, Anticorrupción pide también 33 años de inhabilitación.
Para otros de los principales implicados, y entre ellos los excomisarios José Manuel Villarejo y Enrique García Castaño, así como para el chófer de Luis Bárcenas, Sergio Ríos, los fiscales piden penas que oscilan entre los 12 y los 19 años de cárcel.
Según Anticorrupción, la cúpula del Ministerio del Interior organizó una operación ilícita a cargo de los fondos reservados para espiar a Luis Bárcenas y robarle documentación comprometedora para el Partido Popular. La información así recabada por Sergio Ríos, hombre de confianza de Bárcenas, era enviada a Villarejo, García Castaño y Andrés Gómez Gordo, que la remitían a su vez a Francisco Martínez y Eugenio Pino para que estos se la hicieran llegar al ministro del Interior.
A Jorge Fernández Díaz y el resto de los encausados les asiste, como no podría ser de otra manera, su derecho a la presunción de inocencia.
Pero la duda que plantea el caso no es si esos delitos fueron cometidos, dado que su comisión parece fuera de toda duda, sino hasta dónde llegaba la cadena de mando de una operación cuyo objetivo final era evitar que el PP acabara en los tribunales.
No es por tanto una exageración calificar al caso Kitchen como 'los GAL' de la era Rajoy. Porque si bien la obtención de pruebas de forma ilegal no es comparable en gravedad con los secuestros y los asesinatos practicados por los GAL, si es evidente que en el caso Kitchen se han puesto los recursos del Estado, y más concretamente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, al servicio de un problema de partido y no de uno relativo a la seguridad de ese mismo Estado.
La carga probatoria contra Fernández Díaz se basa en testimonios de referencia y en los whatsapps de su número dos y por eso hay que ser prudente y esperar a la apertura de juicio oral por parte del juez. Pero lo que parece obvio es que la lógica de los hechos parece apuntar a la cúpula del partido en aquella época.
Resulta, en fin, difícilmente defendible de acuerdo con el sentido común la tesis de que Villarejo, García Castaño y Gómez Gordo actuaban por iniciativa propia, o la de que Francisco Martínez y Eugenio Pino decidieron organizar el operativo sin contar con la aprobación de Fernández Díaz. Como es también difícilmente defendible la de que el ministro del Interior actuara sin el visto bueno de Mariano Rajoy.
La responsabilidad política es evidente, aunque sea en forma de culpa in vigilando. Especialmente cuando el principal beneficiado de la operación de espionaje y robo de documentación iba a ser el propio PP. Y si Fernández Díaz se sienta en el banquillo, por no decir si llega a ser condenado, las miradas se centraran en Mariano Rajoy.
Y por eso no es prudente que el PP insista en su idea de que Rajoy participe en la campaña de las elecciones municipales y autonómicas de mayo. La responsabilidad penal es independiente de la política y los delitos cometidos son de la suficiente gravedad como para que la actual cúpula del PP se distancie de ellos de la forma más contundente.
Porque, ¿cómo pretende Feijóo esquivar la campaña que con total seguridad iniciarán sus rivales en las urnas, y en concreto el PSOE y sus medios afines, si Rajoy aparece en los mítines del PP, junto a él, como si la Kitchen jamás hubiera existido?