Después de haber permanecido un año de perfil ante la sanguinaria agresión de Putin a Ucrania, China quiere desempeñar ahora un "papel constructivo". Así se justifica el plan de paz de 12 puntos que el Ministerio de Exteriores chino publicó el viernes, en el que ha pedido un alto el fuego, respetar la soberanía y la integridad territorial de todos los países y. a Occidente, poner fin a sus sanciones a Rusia, el establecimiento de conversaciones de paz y el rechazo al uso de armas nucleares.
Ya resulta sospechoso que Pekín haya lanzado su propuesta de una solución dialogada a la guerra precisamente cuando aumentan las sospechas de que podría estar planteándose suministrar apoyo militar a Rusia.
Pero hay muchos más motivos para recelar de las buenas intenciones de China y su llamado a las conversaciones de paz. Ante todo, porque Xi Jinping nunca ha condenado la invasión ilegal e ilegítima de Ucrania.
Es más, Pekín responsabilizó a los aliados euroatlánticos de la agresión rusa. Y Xi y Putin oficializaron una "amistad sin límites" pocas semanas antes del comienzo de la guerra.
Por eso, la OTAN y la UE han acogido con frialdad el plan de paz chino, considerando que Pekín "no tiene mucha credibilidad". Que China es un actor tan poco fiable como su amigo ruso lo evidencia, por ejemplo, su exigencia de frenar la proliferación de armas químicas mientras el país asiático fortalece su propio arsenal nuclear.
Al fin y al cabo, China y Rusia están unidos por el anhelo de poner fin a la hegemonía estadounidense y debilitar los vínculos transatlánticos. Como ha declarado Joe Biden, el plan presentado por Pekín "solo beneficia a Rusia".
El país asiático de ningún modo está en condiciones de ser un mediador neutral. Y por eso Ursula von der Leyen y Jens Stoltenberg han afirmado que "ha tomado partido por Rusia".
En definitiva, la apelación de Pekín a una "solución política de la crisis" no es más que un nuevo episodio de la calculada equidistancia que ha venido ejercitando desde el principio de la guerra. Una ambigüedad que se mantiene en la redacción del plan de paz, donde no se distingue entre agresor y agredido.
Es verdad que tanto Volodímir Zelenski como Emmanuel Macron han valorado positivamente las propuestas chinas y su pronunciamiento a favor de la paz, y ambos están abiertos a reunirse con Xi. Pero así como el presidente ucraniano ha defendido que la clave está en ver cómo se concreta ese plan, su homólogo francés matizó que la paz sólo es posible si Rusia retira sus tropas de Ucrania y da marcha atrás en su programa de anexiones territoriales forzosas.
Es sintomático que los únicos que muestran simpatías hacia las propuestas de un alto el fuego sean los países no alineados como India o Hungría. De hecho, la idea que traslada China de que "no hay vencedores en un conflicto bélico" es prácticamente idéntica a las palabras de Viktor Orban, quien ha sostenido que "esta guerra no tendrá ganador".
Los aliados atlánticos no deberían caer en las trampas tendidas por aliados de Putin que se presentan farisaicamente como neutrales, ni dejarse seducir por planteamientos que resuenan en el argumentario intoxicador del Kremlin.
Tampoco puede Europa reincidir en el error de una estrategia de apaciguamiento que, queriendo evitar una "escalada bélica", la acaba precisamente propiciando por negligencia y pusilanimidad. No sólo la memoria de la Segunda Guerra Mundial refrenda esta tesis. También la mucho más cercana política de entendimiento con Moscú en la década pasada, que sólo sirvió para transmitir al Kremlin un sentimiento de impunidad que alimentó un expansionismo cuyo último estadio (hasta ahora) ha sido la invasión de Ucrania.
Como ha aseverado el experto en geopolítica Nicolás de Pedro, el mejor plan de paz en Ucrania es la derrota de Rusia.