Si Joe Biden gana las elecciones de 2024 saldrá de la Casa Blanca con 86 años. La hazaña no le convertirá en el presidente más anciano de la historia de los Estados Unidos porque ese título ya lo ostenta hoy. Sí conseguirá, en cambio, que el término "gerontocracia", que suele usarse en referencia a la Unión Soviética de los años 80, se identifique a partir de ahora con los Estados Unidos de la última década.
Joe Biden anunció ayer con un vídeo de tres minutos su candidatura a las presidenciales de 2024. Sólo un 38% de los votantes demócratas aprueba su intención de presentarse, mientras que un 57% cree que el candidato debería ser otro, y un 5% permanece indeciso. En contraste, Obama contó con la aprobación del 75% de sus votantes para presentarse a un segundo mandato, Trump del 73% y Bill Clinton del 50%.
"Los demócratas se muestran recelosos sobre una nueva candidatura de Biden para 2024, pero no ven otra opción" titulaba ayer el diario Washington Post, cercano al Partido Demócrata. "Los demócratas se muestran tibios respecto a Biden, pero creen que es la mejor opción contra un segundo mandato de Trump y en contra del extremismo".
Las bases demócratas se han mostrado repetidamente partidarias de un candidato más joven, más progresista y más representativo de "la diversidad" en el Partido Demócrata. Los sondeos parecen confirmar sin embargo que Joe Biden es la mejor opción posible de los demócratas contra una hipotética candidatura presidencial de Donald Trump.
No sería sin embargo la mejor opción contra una candidatura de Ron DeSantis, gobernador de Florida y posible futuro rival de Trump por la candidatura republicana. La paradoja es que Ron DeSantis tiene más probabilidades de ganar a Biden en una elección presidencial que a Trump en la batalla por la candidatura republicana.
Pero la pregunta relevante hoy es si Biden tiene la fuerza necesaria para dirigir la mayor potencia mundial en un momento de extrema tensión geopolítica, con Rusia amenazando con una guerra nuclear si se obstaculizan sus planes en Ucrania y con China dando pasos cada vez más agresivos en su intención de convertirse en la nueva superpotencia en sustitución de los Estados Unidos. ¿Será capaz de liderar Biden al mundo libre en una hipotética guerra mundial contra las autocracias china, rusa e iraní?
Biden es, en el fondo, la metáfora de un Occidente envejecido, de natalidad declinante y más preocupado por la conquista de "nuevos derechos" que por el crecimiento, algo que prueba el hecho de que el eslogan escogido por el presidente para el vídeo de presentación de su candidatura fuera "más libertad o menos, más derechos o menos".
No es ese, precisamente, el problema más grave que afrontan unos ciudadanos americanos cuyo nivel de derechos y de libertades es el mayor que haya disfrutado jamás ninguna otra sociedad a lo largo de la historia. Porque la batalla del futuro no es la de los "nuevos derechos", muchos de ellos leves retoques de derechos conseguidos hace décadas, sino la supervivencia de la estructura que permite la existencia de esos derechos. Es decir, la supervivencia de la propia democracia.