El alineamiento del Gobierno con las reivindicaciones de UGT y CCOO en la manifestación de ayer por el Día Internacional del Trabajo vuelve a arrojar dudas sobre la independencia de un sindicalismo que parece menos contestario cuando gobierna la izquierda.
Hasta tres ministros respaldaron el lema de la movilización del Primero de Mayo: Subir salarios, bajar precios, repartir beneficios. Yolanda Díaz, María Jesús Montero y Alberto Garzón se sumaron a las reivindicaciones de alzas salariales que los sindicatos quieren incluir en los convenios colectivos. En concreto, cláusulas de revisión salarial ligadas a la inflación (que sigue elevada y por encima de los incrementos por convenio) y a los beneficios de las empresas.
Puesto que la patronal se opone a estas cláusulas de revisión, el acuerdo permanece bloqueado. Unai Sordo y Pepe Álvarez han amenazado este lunes con un otoño caliente de movilizaciones "sin cuartel" contra la CEOE si no se alcanza urgentemente el pacto salarial. Y han presionado adelantando que las movilizaciones podrán derivar en una huelga en los sectores donde aún no se ha cerrado el convenio laboral.
Una amenaza de inflamar lo que queda de año que, muy convenientemente, coincide con el inicio de un periodo electoral en el que la izquierda lleva las de perder.
Es una excentricidad que el Gobierno haya suscrito este ultimátum de los secretarios generales de CCOO y UGT, exigiendo a la patronal un Acuerdo de Negociación Colectiva "inmediato" e "inminente".
Pero, sobre todo, y a la vista de algunos indicadores, resulta cuanto menos cuestionable esta identificación con los intereses de la clase obrera que los partidos de izquierda pretenden.
Según se desprende de la última encuesta elaborada por SocioMétrica para EL ESPAÑOL, Isabel Díaz Ayuso podría estar a las puertas de una mayoría absoluta para el 28-M gracias a la mejora de sus resultados en el cinturón rojo de Madrid.
El PP se sitúa en primera posición con el 38,8% de los votos en los grandes núcleos del sur de la región como Fuenlabrada, Getafe, Móstoles o Leganés, históricamente feudos de la izquierda. Ayuso sube en un 1,2% con respecto a las elecciones de 2021.
Es muy posible que todo el mapa de la Comunidad de Madrid vaya a teñirse de azul este mayo. Además, la suma entre Más Madrid, PSOE y Podemos (45,1%) queda notablemente a la zaga de la de PP y Vox (50,1%).
Por su parte, Vox ha comenzado a ensayar su estrategia lepenista para convertir los barrios trabajadores del sur madrileño en un caladero de votos. En su intervención durante el acto del 1 de mayo organizado por su sindicato, Solidaridad, Santiago Abascal ha dejado clara su intención de ir a por el voto obrero con un discurso que atribuye las causas de la precariedad económica y de la delincuencia a la inmigración irregular.
De hecho, según el sondeo de SocioMétrica, el partido de Abascal mejora sus expectativas en el cinturón rojo madrileño, pasando del 9% del voto en estos municipios al 11,3%.
A la vista de estos datos, es evidente que el centroderecha y la ultraderecha van a disputarle a los socialistas el prurito obrerista y el voto trabajador, y no sin fundamento. Que los partidos de izquierda se congracien de forma tan impúdica con los sindicatos, y la crisis de representatividad y credibilidad de las organizaciones sindicales tradicionales, sólo servirán para apuntalar esta tendencia.