Vinicius Júnior ha sido una vez más el protagonista de la jornada de La Liga por razones extradeportivas. El jugador del Real Madrid se vio envuelto este domingo en una trifulca en el campo del Valencia CF que se saldó con su expulsión del terreno de juego, después de haberse encarado con uno de los aficionados de Mestalla a quien le reprochó haberle dirigido insultos racistas. Además, antes del inicio del encuentro, fueron muchos los aficionados valencianistas que corearon cuando el brasileño salió del autobús "Vinicius, eres un mono".
El hincha responsable fue convenientemente identificado y echado del estadio por el personal de seguridad. Pero esta actuación no puede ser considerada suficiente cuando un futbolista denuncia episodios de odio. Y más cuando, según el acta arbitral definitiva, se activó el protocolo anti-racista por cánticos xenófobos.
Cuando Vinicius le trasladó al árbitro que no quería jugar más, el colegiado tendría que haber parado el partido en ese mismo momento. Es más, los encuentros deberían detenerse y no jugarse cuando existan sospechas fundadas de un solo insulto racista en el estadio.
Ya ha quedado comprobado que no basta, como se hizo ayer con Mestalla, con interrumpir el juego durante algunos minutos. Porque, al reanudar el partido, no se está trasladando un mensaje de tolerancia cero con el racismo, que es lo que la La Liga debe intentar transmitir para no sufrir un deterioro en su reputación a nivel internacional.
Porque aunque los responsables de la competición aún deben profundizar en las pesquisas para esclarecer qué ocurrió exactamente en Mestalla, no se puede trasladar la imagen, como cree Vinicius, de que "el racismo en normal en La Liga". Ni de que "ahora, en Brasil, España es concebida como un país de racistas".
Ciertamente, esa acusación, referida a un país abrumadoramente tolerante y respetuoso en su mayoría, es desafortunada. Pero corresponde a La Liga emitir una respuesta contundente y a la altura de la situación que aleje la sombra de la duda de la permisividad con el racismo en los campos españoles. Lejos de ello, su presidente le dirigió al jugador brasileño un mensaje en su cuenta de Twitter absolutamente deplorable e improcedente.
Porque es cierto que, como ha defendido Javier Tebas, el protocolo anti-racismo no es competencia de La Liga. Pero no es verdad que la dirección del fútbol profesional no pueda hacer nada en casos de racismo entre las hinchadas.
La iniciativa y la potestad para actualizar el Protocolo contra el racismo en el fútbol corresponden al Consejo Superior de Deportes. Pero La Liga y la Federación deben trabajar juntamente con el CSD para endurecer este plan de actuación.
Sobran las reacciones desairadas e inculpatorias a jugadores que han sufrido ataques racistas como las de Tebas, y falta que la competición que preside ponga más medios para remediar una situación que Vinicius ha venido denunciando repetidamente a lo largo de la temporada. Tebas no puede seguir hundiendo el prestigio internacional de La Liga.