La simultaneidad de dos investigaciones policiales en Melilla y en Mojácar por presuntos casos de fraude electoral a tres días de las elecciones autonómicas y municipales ha llevado a los sectores más conspiranoicos a una enmienda a la totalidad al sistema de votación español.
Pero lo primero que cabe decir es que, pese a la coincidencia en el tiempo de ambas operaciones, los investigadores del caso de compra de votos por correo en Mojácar lo han desvinculado de los diez detenidos por delito electoral y de organización criminal en Melilla.
Además, en el caso de la ciudad autónoma, la presunta red delictiva piramidal de negocio con las papeletas afecta a un único partido, Coalición por Melilla (CpM), cuyo número tres fue detenido este martes junto al yerno del líder de la coalición, Mustafá Aberchan, como intermediaros en la trama.
Las sospechas de fraude electoral no son una novedad en Melilla. Aberchan ya había sido condenado por la compra masiva de votos en las elecciones al Senado de 2008. Y es evidente que el partido siempre ha visto incrementado su porcentaje de voto cuando ha habido un aumento en el porcentaje de voto por correo. En una ciudad, además, donde esa modalidad de papeleta es sospechosamente más habitual que en cualquier otra parte de España, alcanzando al 20% del censo.
Así, lo único que justificaría el alarmismo en este caso sería, a la vista de que CpM es un satélite político de Marruecos, que hubiera podido darse una injerencia de Rabat en este episodio de fraude electoral. Algo que todavía no se ha probado.
En lo relativo a la operación policial en Mojácar, cabe recordar que la implicación del PSOE en el presunto fraude electoral se circunscribe a la detención de dos miembros de la candidatura socialista en la localidad almeriense. Así, lo máximo que cabe reprocharle a Félix Bolaños y a Patxi López es su mal tino a la hora de elegir los actos públicos en los que participan, ya que ambos dieron su apoyo a la presentación de la candidatura integrada por dos de los investigados por la Guardia Civil.
Pero no hay ninguna prueba de que existan vínculos entre los números 2 y 5 de esta lista con la dirección nacional del PSOE. Y sería ruin intentar mezclar al Partido Socialista con un episodio puntual de intento de amaño restringido a un municipio de 6.300 habitantes.
Además, el partido ha actuado con prontitud, apartando "hasta que la Justicia dirima lo que ha ocurrido" a los dos investigados, y comprometiéndose a suspenderles de militancia a abrirles un expediente si queda demostrada su culpabilidad. Algo similar a lo que ha hecho el presidente de Melilla, que ha cesado al consejero de CpM detenido por la Policía Nacional.
España había tenido muchos problemas a lo largo de su joven democracia. Pero nunca han pesado sobre nuestro país acusaciones de adulteración estructural de los procesos electorales. De hecho, sus elecciones han sido siempre puestas como ejemplo a nivel internacional por su rapidez y su fiabilidad.
Por eso, sería una imprudencia convertir la anécdota en categoría extendiendo la sombra de la sospecha sobre las elecciones en su conjunto. Con la información disponible hasta el momento, sólo se puede concluir que Melilla y Mojácar son dos excepciones a un sistema electoral acreditadamente limpio. Dos casos aislados que afectan a enclaves especialmente pequeños, y uno de ellos, además, con particularidades geográficas y políticas muy concretas.
Que en su último acto de campaña Feijóo no haya querido hacer sangre con este incidente demuestra que se trata de un tema menor. Y habla bien de la capacidad de mesura y prudencia del líder de la oposición, que se ha cuidado de evitar la imprudencia de avalar peligrosas teorías de la sospecha sobre la limpieza democrática cuyos efectos catastróficos ya hemos comprobado en otros países.
Estos episodios locales recuerdan más bien al mercadeo de votos propio de la España de los caciques de la Restauración. Para evitarlos, es un buen primer paso la decisión de la Junta Electoral Central de exigir que los votantes por correo se identifiquen a la hora de presentar su voto en la oficina de Correos.