EL ESPAÑOL se ha posicionado en numerosas ocasiones en contra de los pactos del PSOE con Unidas Podemos, ERC y EH Bildu. En coherencia con su línea editorial, este diario disiente del acuerdo al que han llegado PP y Vox en la Comunidad Valenciana, y que hará presidente a Carlos Mazón a cambio de la incorporación al Ejecutivo autonómico de los de Santiago Abascal, que obtendrán también la presidencia de las Cortes valencianas.
El pacto es contraproducente para el PP y malo para Feijóo. Porque la alternativa a un gobierno del PSPV con Compromís no es uno del PP con Vox. Ni siquiera sirve de consuelo que Carlos Flores, condenado por maltrato a su exmujer, haya sido vetado por el PP. En primer lugar, porque Flores ha sido "recompensado" con el número 1 de la lista de Vox a las elecciones generales por Valencia. En segundo lugar, porque el problema no es Flores, sino Vox.
Es cierto que Mazón, que ha hecho pasar al PP de los 19 escaños de 2019 a los 40 del pasado 28 de mayo, ha buscado un gobierno en solitario negociando primero con el PSV y con Compromís. Es cierto también que ambos partidos se han negado a ello.
La única alternativa que le quedaba a Mazón tras la negativa de la izquierda a facilitar su investidura era, por tanto, la convocatoria de nuevas elecciones. Una opción que habría sido razonable de no ser por la convocatoria de elecciones generales por parte de Pedro Sánchez para el próximo 23 de julio. Llamar a los valencianos a las urnas en otoño después de tres elecciones (municipales, autonómicas y generales) habría sido irresponsable.
¿Qué opción le quedaba por tanto a Mazón? Ninguna razonable. Sobre todo a la vista de que ha sido el propio PSOE el que se ha negado a aceptar la oferta de Feijóo de dejar gobernar a la lista más votada. Algo que les habría dado a los socialistas la presidencia de Extremadura y Canarias, y a Mazón la de Valencia, la joya de la corona de las comunidades que fueron a elecciones hace dos semanas.
Pero lo que EL ESPAÑOL no puede compartir es la rapidez con la que el futuro presidente de la Comunidad Valenciana ha cedido frente a Vox sin aguantar el pulso o intentar dilatar las negociaciones hasta después de las generales del próximo 23 de julio. El timing no ha podido ser más desafortunado. Le da un argumento de campaña al PSOE de Sánchez y envalentona a Vox, que ahora podrá enarbolar frente a su electorado la condición de partido útil.
El error del PP ha sido, por tanto, doble. Por eso no es extraño que en la Moncloa estén eufóricos. Quizá el acuerdo no quite votos al PP, pero lo que es seguro es que moviliza a la izquierda.
Hay que puntualizar, con todo, que el acuerdo se enmarca en una estrategia de "geometría variable" que ha conducido al PP a gobiernos mucho más aceptables en Canarias y Cantabria. Y que el Ejecutivo de coalición en la Comunidad Valenciana no implica necesariamente uno similar en el Gobierno central en caso de que el PP gane las elecciones.
EL ESPAÑOL reconoce también los logros de un Mazón que ha obtenido un excelente resultado electoral y que merece sin duda alguna la presidencia de la Comunidad Valenciana. Pero un gobierno con Vox es la antítesis de lo que necesita España en estos momentos, que es pausa, desinflamación, institucionalidad y gestión, en oposición a cuatro años de tacticismo y crispación provocada por los acuerdos del PSOE con unos partidos cuyos intereses no son los de todos los españoles.
Vox, en este sentido, garantiza únicamente que la crispación oscilará ahora, como un péndulo, hacia el extremo contrario. Ni siquiera la estética ha acompañado, con seis negociadores entre los que no había una sola mujer. ¿Esa es la imagen que pretende transmitir a partir de ahora el PP? Que mediten en Génova quién ha acabado contagiándose de la estética de su socio en el pacto de PSOE y Podemos. ¿Es Podemos el que se ha moderado o el PSOE el que se ha radicalizado?
No es esto lo que el PP de Feijóo ha prometido a los españoles. El líder del PP debería recordar que si el PSOE de Sánchez ha sido castigado en las urnas no ha sido por la identidad concreta de los populismos con los que ha pactado, sino por las políticas divisivas y sectarias que genera ese populismo, de derechas o de izquierdas, allí donde gobierna.
Mazón debería haber intentado un gobierno en solitario exprimiendo todas las posibilidades del reglamento y del calendario. Esperemos, al menos, que el error no se agrave entregándole a Vox consejerías ideológicas donde sus miembros puedan poner en práctica sus propuestas radicalmente contrarias al perfil liberal, progresista y europeísta del propio Mazón.
El pacto con Vox en la Comunidad Valenciana podía haber terminado siendo la menos mala de las opciones posibles para el PP. Pero no puede generalizarse al resto de España. Ni mucho menos al Gobierno central.