La 'geometría variable' popularizada por Pedro Sánchez, que en realidad escondía una mayoría de gobierno estable con partidos como Podemos, ERC y EH Bildu, ha acabado siendo aplicada en la práctica, en el sentido más auténtico del término, por Alberto Núñez Feijóo antes incluso de su llegada a la Moncloa.
La estrategia de 'geometría variable' ha llevado al PP a pactar un gobierno de coalición puntual con Coalición Canaria en las islas, un acuerdo de investidura con el PRC en Cantabria y una coalición de gobierno con Vox, también puntual, en la Comunidad Valenciana.
En Extremadura, la líder popular, María Guardiola, ha rechazado incluir a Vox en su gobierno, con el consiguiente enfado de Buxadé, el negociador enviado por el partido desde Madrid, y del resto de su partido.
En Baleares, Marga Prohens gobernará muy probablemente en solitario a cambio de la presidencia del Parlamento regional para Vox.
En Murcia, López Miras aspira también a gobernar en solitario.
En Barcelona, el PP le ha entregado la alcaldía de Barcelona al PSC. En el País Vasco, los populares le han dado la alcaldía de Vitoria al PSE y otras cinco al PNV para evitar que EH Bildu gobierne en ellas.
Dicho de otra manera, el PP ha llegado a pactos explícitos o tácitos con CC, PRC, Vox, PSOE y PNV. Algo que, en sentido contrario, no ha hecho el PSOE con el PP.
La 'geometría variable' de Feijóo no es del gusto de Vox, que exige un acuerdo global PP-Vox en toda España. La explicación es sencilla. Los malos resultados que prevén los sondeos para los de Santiago Abascal les obligan a acumular todo el poder institucional posible antes del 23 de julio dado que es probable que su posición tras las elecciones generales sea incluso más débil que la actual.
Tampoco es del gusto del PSOE, que ha pasado de acusar al PP de tener cerrado un pacto con Vox en toda España a acusarle de "cambiar de principios a diario" dada la muy diversa tipología de pactos que los populares han firmado en varias comunidades.
Lo cierto es que l PSOE está teniendo serias dificultades para construir un relato coherente que acuse al PP de caminar de la mano de Vox porque la realidad está demostrando lo contrario. En algunos casos, con ejemplos tan explícitos como el de María Guardiola.
La explicación de Feijóo para esa 'geometría variable' sí es, en cambio, un relato coherente: los pactos del PP dependen en última instancia de las circunstancias concretas de cada comunidad. Es decir, de los resultados electorales y del equilibrio de fuerzas que hayan arrojado las urnas.
De hecho, la Comunidad Valenciana parece destinada a convertirse en la excepción a la norma general, que es la de no pactar con Vox a no ser que eso sea absolutamente inevitable. Es más, con los resultados de Murcia, es muy probable que ni siquiera Mazón hubiera pactado un gobierno de coalición con Vox.
Pero esa flexibilidad que le permite al PP pactar o no pactar con Vox en función de las circunstancias no carece de efectos secundarios. Porque si la beligerancia de Guardiola genera desconcierto en el PSOE, también genera malestar en algunos barones populares, que quizá habrían preferido que la líder extremeña del PP se limitara a rechazar el pacto con argumentos específicos sobre la inasumibilidad de las exigencias de Buxadé en Extremadura y no realizando una enmienda a la totalidad del partido con el que ellos sí han pactado.
Porque no es lo mismo acusar a Vox de querer un poder en el gobierno extremeño que no amparan sus resultados en las urnas que acusarle de ser un partido que niega la violencia de género o que aspira a tirar al movimiento LGBT a la basura.
Excepción hecha de esas disonancias, que por otro lado reflejan la diversidad ideológica del PP actual, la 'geometría variable' de Feijóo está dificultando la campaña del PSOE y colocando a Vox en un callejón sin salida que podría hacer que el voto útil de derechas se volcara en los populares ante la perspectiva de que los de Santiago Abascal, que están demostrando no ser un partido sensato ni fiable, reaccionen a la frustración entregándole algunas comunidades al PSOE o forzando la convocatoria de segundas elecciones.