Fuentes palestinas del Ministerio de Salud de Gaza, en manos de Hamás, achacaron ayer martes a un misil israelí la muerte de 500 personas tras una explosión en el hospital Al-Ahli. Otras fuentes hablaron de entre 200 y 300 muertos.
Fuentes israelíes se apresuraron a informar de que las Fuerzas Aéreas no estaban en ese momento llevando a cabo ninguna operación de ataque y que el bombardeo y el posterior incendio habían sido provocados por un misil desviado de la Yihad Islámica (un grupo terrorista palestino diferente de Hamás).
El portavoz de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), Daniel Hagari, afirmó luego que Israel no ataca nunca hospitales. La cadena catarí Al Jazeera dijo, en cambio, que un portavoz de las IDF había confirmado que Israel pidió evacuar el hospital Al-Ahli junto con otros cinco hospitales de Gaza antes de la explosión.
De ser ciertas las informaciones del Ministerio de Salud de Gaza acerca del número de víctimas y del autor del bombardeo, este sería el ataque más letal de la Fuerza Aérea Israelí desde 2008, según datos de la Defensa Civil Palestina.
Si las informaciones israelíes son ciertas, y dado el alto nivel de monitorización que las IDF mantienen sobre Gaza, no debería resultar difícil para el Gobierno israelí demostrar que la matanza ha sido obra de terroristas palestinos. Si no es así, Jerusalén deberá asumir la autoría y explicar por qué ese hospital fue considerado un objetivo militar.
Sea esa explosión responsabilidad de Israel o de los terroristas palestinos, lo cierto es que la escalada de la tensión no sólo desestabilizará gravemente la región, consiguiendo que otros actores se sientan tentados de intervenir en el conflicto, sino que incrementará el riesgo de que se produzcan masacres como la de este martes. A primera hora de la noche, en el momento de escribir este editorial, la tensión en las embajadas israelíes de otros países de Oriente Medio se incrementaba por momentos.
El presidente estadounidense Joe Biden llega hoy a Israel para reunirse con Benjamin Netanyahu. El líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, ha cancelado su reunión con Biden y otros líderes de Oriente Medio a causa de la matanza. Biden es, en cualquier caso, el líder que más influencia puede ejercer sobre el Gobierno israelí y aquel que, con una simple amenaza de intervención, tiene el poder de frenar los aventurerismos de otros actores regionales tentados de sacar ventaja de la crisis.
Es por tanto obligación de Biden hacer todo lo posible para que se aclare la autoría del ataque al hospital Al-Ahli y para rebajar la tensión en la zona. Israel tiene, como ha defendido este diario, derecho a defenderse de los ataques terroristas de Hamás. Pero no a bombardear hospitales salvo que, de acuerdo al artículo 19 del Cuarto Convenio de la Convención de Ginebra, estos sean utilizados para fines militares y siempre y cuando se haya dado un plazo razonable para su evacuación.
Es la misma postura que ha adoptado la UE, pidiendo evitar una escalada que provoque la extensión del conflicto. La UE también defendió ayer martes, tras el Consejo de Europa telemático celebrado por la tarde, y por boca de Pedro Sánchez, que ocupa la presidencia rotatoria de la UE, el derecho de Israel a defenderse "conforme al derecho internacional". Es decir, evitando que los civiles sean víctimas colaterales del conflicto.
Mención aparte merece la afirmación de Sánchez de que Europa ha "mirado para otro lado" durante años respecto a Israel y Palestina, lo que habría, presuntamente, contribuido a agravar la crisis. Cabe recordar que es el propio Sánchez el que retiró el conflicto israelí-palestino de la lista de prioridades de su presidencia rotatoria.