Pedro Sánchez aspiró a una coalición con Sumar menos tensa que la que tenía con Unidas Podemos tras la llegada de Yolanda Díaz al liderazgo de ese espacio político.
Pero el nombramiento de Isabel García como directora del Instituto de las Mujeres ha originado una batalla en un Ministerio de Igualdad que el presidente daba por apaciguado.
El motivo del choque son las convicciones políticas de la exresponsable de Igualdad de la Diputación de Valencia. Unas convicciones vinculadas al feminismo clásico, tradicionalmente mayoritario en el PSOE, y no tanto al feminismo queer y al activismo trans defendidos por Podemos.
La perspectiva contraria de García al borrado de la mujer ha hecho que Sumar haya considerado su elección "inaceptable". También que haya pedido su cese, al entender que "la dirección del Instituto de las Mujeres no puede estar en manos de quien menosprecia e insulta a las mujeres y las personas LGTBI".
Llama la atención que a la plataforma de Yolanda Díaz sólo le haya llevado 48 horas pasar de la ratificación de su nombramiento en el Consejo de Ministros a reclamar su destitución.
Más llamativos son, si cabe, los comentarios de García que Sumar califica de insultantes.
En uno de ellos, la nueva directora del Instituto de la Mujer afirmaba que, "si desaparece el sexo, como dice la teoría queer, desaparece el sujeto político mujer". En otro, criticó que en ARCO se eliminara un espacio dedicado a las mujeres por ser "muy binario". Es decir, se opuso públicamente a que la directora de la feria de arte suprimiese la categoría "mujer" amparándose en la existencia de una presunta multiplicidad de "géneros".
Estas afirmaciones han soliviantado a los portavoces de Sumar. Pero ¿dónde está el escándalo? García plantea una preocupación que, en esencia, comparte este diario: el proceso de borrado de las mujeres que apadrina la corriente posmoderna capitaneada en los últimos tiempos por Irene Montero. Según esta, basta con la simple voluntad de cualquier persona para ser mujer. Lo que es tanto como sostener que la mujer no es definible por parámetros biológicos.
En una entrevista de campaña, Pedro Sánchez apeló a su grupo de amigos para explicar que muchos hombres se han sentido "incómodos" con la beligerancia y el extremismo con que Montero dirigió Igualdad durante cuatro años, con iniciativas tan lesivas como la Ley Trans o la Ley del 'Sí es Sí'.
Con sus palabras, el presidente sugirió que el feminismo posmoderno es más destructivo y excluyente que constructivo e integrador. Y no le faltaba razón. La extrema izquierda no necesita a Montero en el Gobierno para demostrarlo. Puede que Sumar decidiese prescindir de la exministra de Unidas Podemos. Pero sigue presente su feminismo frentista.
Hasta una mujer como Isabel García, con una amplia trayectoria de protección de la mujer y los derechos de las personas LGTB, es objeto de linchamiento. De nada sirve que creara, entre otras cosas, la Red de Municipios valencianos contra la violencia de género que el Ministerio de Igualdad premió en 2022.
El fanatismo les impide comprender que el feminismo puede defenderse desde otros postulados. Sólo asumen como válidas unas ideas, las propias, y no son precisamente las que siguen principios científicos. Sería un error ceder a su beligerancia. Crearía un nuevo y peligroso precedente para un Gobierno que parecía haber pasado la página de las teorías anticientíficas y lesivas para la mujer de Podemos.