Desde que el abogado laboralista Guillermo del Valle, entrevistado hoy por EL ESPAÑOL, inscribió el pasado 27 de diciembre a Izquierda Española en el Registro de Partidos, el interés por esta nueva fuerza no ha dejado de crecer.
Aunque el proyecto lleva gestándose más de tres años en el think tank El Jacobino, ha sido el acuerdo para la Ley de Amnistía lo que ha servido a esta "izquierda no nacionalista" de trampolín definitivo para saltar desde el ámbito de la sociedad civil a la arena de la política institucional.
El Rubicón de las cesiones al separatismo, que muchos votantes socialistas han leído —con razón— como la cima de la traición de la izquierda a su ideal igualitario, se ha solapado oportunamente con el calendario de las próximas elecciones europeas el 9 de junio.
Este tipo de comicios, con un sistema electoral de circunscripción única, son más propicios para que las fuerzas minoritarias puedan alcanzar representación. El caso de Podemos en 2014 resultará alentador para el partido de Del Valle, pues una formación sin apenas trayectoria logró hacerse con cinco escaños en el Parlamento Europeo, que sentaron las bases para su crecimiento posterior.
Hasta tal punto es más favorable para la competencia política el contexto electoral europeo que el español que, como prueba la encuesta de SocioMétrica-EL ESPAÑOL, Irene Montero, candidata de Podemos, lograría hacerse con dos eurodiputados. Incluso con el severo desgaste que atesora la artífice del ominoso sí es sí tras su paso por el Gobierno.
Tiene Izquierda Española, por tanto, motivos para el optimismo. Aunque lo que es una virtud moral de esta formación —una defensa de postulados socialdemócratas clásicos alejada de la retórica populista— podría resultar un hándicap en el plano electoral. Porque fue, lamentablemente, el histrionismo y la belicosidad lo que dio a conocer al partido de Pablo Iglesias.
Sí puede resultarle favorable para recibir el foco público, irónicamente, la retahíla de críticas que ha recibido el recién nacido por parte de rostros visibles de Podemos y Sumar, que han querido retratar al nuevo partido como una derecha encubierta alentada interesadamente por los medios conservadores para dinamitar la mayoría del Gobierno de coalición.
Se hace evidente el sofisma que subyace a ese planteamiento, según el cual quienes se oponen a los tratos de favor al independentismo sólo pueden ser categorizados de derechistas (cuando no de ultraderechistas).
Pero ¿qué hay de conservador en la reivindicación de la igualdad formal y material de todos los ciudadanos con independencia de su origen? ¿No es acaso progresista abjurar tanto del identitarismo de la izquierda posmoderna y la independentista, como del de la derecha secesionista y la ultraderecha españolista?
Más justificado está en cambio el nerviosismo ante la posibilidad de que la nueva fuerza contribuya a dinamitar el muro de la artificial política de bloques de la España actual. Porque Izquierda Española ha explicitado su intención de recabar apoyos en el caladero de los votantes desencantados con el PSOE de Sánchez por su política de entendimiento con el secesionismo.
Teóricamente, hay un espacio electoral nada desdeñable para una izquierda no nacionalista. Por lo menos, las decenas de miles de socialistas que han quedado huérfanos tras la claudicación de su partido ante el nacionalismo, en la forma del otorgamiento de privilegios jurídicos y económicos a los separatistas. En este sentido, Del Valle podría aspirar a convencer a quienes simpatizan con el modelo territorial disidente de Emiliano García-Page o de la vieja guardia del PSOE, como el purgado Nicolás Redondo Terreros.
Aún así, un partido creado ex nihilo sólo puede acusar un importante déficit organizativo y económico. Izquierda Española no podrá tener posibilidades electorales reales mientras no reúna una financiación suficiente y hasta que no logre implantar una infraestructura territorial amplia.
También podrían suponer un obstáculo las carencias de la cultura política española, que no está familiarizada con el tipo de izquierda centralista que propone Del Valle. Si bien pueden invocarse algunos precedentes como Enrique Tierno Galván o Julio Anguita.
Pero, sobre todo, su éxito en el futuro dependerá de su capacidad de generar interés en la población española. Será más fácil si logra incluir entre sus filas a figuras políticas conocidas, más allá de aquellos con los que ya cuenta, como Francisco Igea, Soraya Rodríguez o Francesc de Carreras. Y, a partir de ahí, conseguir trascender el pequeño grupo de intelectuales fundadores para interpelar a las clases populares.
La experiencia negativa de la nueva política demuestra que es muy difícil abrirse camino en el statu quo partidista, y que a veces los resultados de la quiebra del bipartidismo ni siquiera resultan deseables.
Pero no se le puede negar a esta heterogénea alianza de huérfanos de UPyD, Ciudadanos, PSOE e Izquierda Unida el mérito de haber puesto de relieve el íntimo parentesco entre la cuestión social y la cuestión nacional, de alertar sobre la deriva reaccionaria de la izquierda y de denunciar las anómalas asimetrías amparadas por un falso progresismo.