Felipe VI realizó ayer el movimiento más importante en el organigrama de la Zarzuela desde que asumió la Jefatura del Estado. Al nombrar al diplomático Camilo Villarino como nuevo Jefe de la Casa y conservar a Jaime Alfonsín a su lado como Consejero Privado, el Rey ha ejercido la facultad que le otorga la Constitución en uno de los pocos ámbitos en los que sus decisiones no están vinculadas al criterio de ningún otro poder del Estado.
Si tomamos como referencia la biografía de Villarino, todo indica que el Rey pretende reforzar la proyección de la Corona en un mundo cada vez más complejo y globalizado.
Es imposible saber cómo se ha producido el proceso de selección, pero la experiencia acumulada por Villarino como jefe de gabinete de un ministro de Exteriores del PP (Dastis) y dos del PSOE (Borrell y González Laya) aporta el doble valor de la profesionalidad y la independencia.
Su reciente posición, de nuevo junto a Borrell, al frente de la oficina del Alto Representante de la UE para la Política Exterior le consagra además como uno de los españoles con más conocimiento de los problemas mundiales y mejor agenda internacional.
Antecesores diplomáticos
No faltarán quienes objeten que Villarino se vio implicado en el escándalo que se suscitó tras la entrada ilegal en España del dirigente del Polisario Brahim Gali. Pero su papel en ese episodio, fruto de la discrepancia entre Interior y Exteriores, fue meramente instrumental. No es un jefe de Gabinete quien toma una decisión así.
Sánchez optó por sacrificar a González Laya para reorientar nuestra posición sobre el Sáhara en favor de las tesis marroquíes y Borrell aprovechó el relevo en Exteriores para recuperar en Bruselas a su excolaborador. La experiencia previa de Villarino como número dos de la embajada en Rabat le será, por otra parte, de gran utilidad, teniendo en cuenta la importancia de las relaciones entre la Monarquía española y la alauí.
Otros diplomáticos como Fernando Almansa, Alberto Aza o Rafael Spottorno ya ocuparon el puesto al que ahora accede Villarino durante el reinado de Juan Carlos I, en el que tanto peso tuvo el antecesor de todos ellos Sabino Fernández Campo. Ninguno había pasado, sin embargo, por una atalaya tan privilegiada como la de jefe de gabinete del ministro de Exteriores de facto de la Unión Europea.
Utilidad mediadora
En pleno acoso por la mayoría de los socios de Sánchez, la Corona desempeña en estos momentos un papel esencial para la unidad de España y la cohesión de los españoles. Tras el convulso final del reinado de su padre, Felipe VI viene cumpliendo con ejemplaridad sus funciones constitucionales. En esa tarea confluyen también el papel de la reina Letizia con su magnetismo y gran proyección social y la atractiva personalidad adolescente de la princesa Leonor.
Pero la continuidad de la Monarquía depende de su capacidad de revalidar tanto su utilidad mediadora entre los ciudadanos y las instituciones como su función representativa en la compleja escena internacional. Reforzar la Casa del Rey con alguien que domina los grandes debates mundiales y ha estado en contacto reciente con sus principales protagonistas parece pues un acierto.
Como sin duda lo es que el Rey vaya a conservar a su lado al jurista Jaime Alfonsín con ese rango especial de Consejero Privado. La vida de ambos ha transcurrido entrelazada desde que en 1995 se convirtió en jefe de la Secretaría del entonces príncipe de Asturias. A lo largo de estas tres décadas siempre se ha comportado como un hombre cabal, ajeno a cabildeos, banderías o intereses particulares.
Alfonsín ha sido un servidor público ejemplar, siempre en su sitio. La experiencia acumulada y su profundo conocimiento de la sociedad española reforzarán sin duda ahora el peso de su criterio en las decisiones que tenga que tomar el Rey Felipe.
Seguro que todas estas reflexiones podrían ser matizadas e incluso refutadas desde perspectivas más críticas hacia la Monarquía. Pero en medio de la tormenta política que sacude a la España actual es alentador percibir que estos cambios van a ayudar a Felipe VI a seguir acertando en su representación y defensa de los valores constitucionales.