Más de 300 ciudades de todo el mundo han albergado este sábado la segunda jornada en dos semanas de multitudinarias protestas convocadas por la oposición venezolana para pedir que se reconozca su victoria en las elecciones amañadas por Nicolás Maduro el pasado 28-J. Sólo en Madrid se han congregado 15.000 personas para denunciar el fraude electoral más clamoroso de la historia de Hispanoamérica.

Por mucho que el dictador se esté aferrando al poder y redoblando la represión, conviene no infravalorar el gran respaldo que está recabado en las calles la causa de María Corina Machado y Edmundo González. Da cuenta de que el mundo ha entendido que en Venezuela no sólo se dirime la continuidad del chavismo, sino la reformulación del tablero internacional en curso.

Resulta igualmente alentador que la comunidad internacional se haya mantenido en su apoyo a la lucha de la oposición venezolana para ver reconocida su victoria. Este viernes, veintidós países, EEUU y la UE solicitaron en un comunicado conjunto la "inmediata publicación de todas las actas originales" de las elecciones y la verificación "imparcial e independiente" de los resultados de esos comicios.

El empuje internacional cobra aún más relevancia en virtud del bloqueo a las vías de comunicación que está tratando de imponer el régimen. En los últimos días, Maduro se está victimizando y denunciando ciberataques de bots al sistema informático electoral del país. Y no ha dejado de lanzar amenazas a las aplicaciones de redes sociales como Instagram y TikTok, acusándolas de ejercer de instrumentos de incitación "al odio, a la guerra civil, a la muerte y al enfrentamiento de los venezolanos". Instó también a sus ciudadanos a eliminar WhatsApp de sus dispositivos y ha ordenado bloquear la plataforma X.

Que la presión no haya decaído es importante para comprometer la estrategia de Maduro, que espera ganar tiempo para falsificar en secreto los datos de las elecciones. También se baraja que el dictador podría, como último recurso, convocar nuevas elecciones.

Es decir, la misma propuesta apoyada por Brasil, Colombia y México (y rechazada por la oposición), cuya neutralidad como mediadores cada vez se aparece más como una equidistancia que podría rendir beneficios para un Maduro acorralado. Un reproche que cabe hacer extensible al expresidente Zapatero que, habiendo tenido un gran protagonismo al frente del Grupo de Puebla, no se ha pronunciado sin embargo en las más de dos semanas transcurridas desde las elecciones.

Aún así, no deja de ser relevante que gobernantes a priori próximos al chavismo hayan mostrado sus recelos hacia el proceso electoral venezolano, o incluso acusado a su antiguo socio de autoritario.

Es un síntoma de la disposición de los gobiernos progresistas latinoamericanos, tradicionalmente encuadrados según afinidades ideológicas, a replantear el régimen de alianzas según el criterio democrático. Si hasta ahora había primado la coincidencia en el ideario antiimperialista, se impone la evidencia de que Venezuela está alineada con el eje autocrático para reformular el paradigma global en un sentido antiliberal.

Es muy elocuente que sólo Rusia, China, Irán, Cuba y Nicaragua respaldaran al régimen ante las denuncias de fraude electoral. Hispanoamérica es una región estratégica para la construcción del nuevo orden mundial impulsada por Putin, que aspira a convertirse en árbitro de los conflictos internacionales, y Xi Jinping, sumido en una guerra comercial con el enemigo común EEUU.

Si Maduro consigue volver a ser proclamado en enero, será una victoria para esta alianza autocrática, y la democracia en el mundo será más débil. Además de un nuevo estadio en la involución democrática en América Latina, en Venezuela está en juego si prevalecerá la razón de la fuerza o la fuerza de la razón.