Tras haberse convertido en la más firme enemiga de la energía nuclear en España, después de haber forzado mediante la asfixia fiscal y económica el cierre de las centrales nucleares españolas en 2035, y después de haberse opuesto en Bruselas la financiación de nuevos reactores, Teresa Ribera, en su nuevo papel como aspirante a vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, se ha mostrado favorable a la energía nuclear y ha asegurado que no pondrá trabas a su desarrollo en la UE.
La súbita caída del caballo de Ribera, que ahora reconoce tácitamente aquello que siempre se negó a aceptar como ministra para la Transición Ecológica, que la energía nuclear es limpia, sostenible, eficiente y necesaria, se produce ahora que su futuro cargo en la Comisión Europea depende de ello.
"Necesitamos una eficiencia máxima en el despliegue de las diferentes tecnologías, tanto las que ya están maduras como las nuevas tecnologías que puedan ayudar a la UE a lograr su descarbonización más allá de 2030" ha dicho Ribera en su respuesta al cuestionario del Parlamento Europeo que todos los aspirantes deben rellenar antes del examen oral final, que tendrá lugar el próximo 12 de noviembre.
La rectificación de Ribera respecto a la energía nuclear podría ser vista como uno más de esos "cambios de opinión" a los que la nueva política nos tiene acostumbrados si no hubiera tenido consecuencias de enorme calado en el sector energético español.
En enero de 2024, por ejemplo, el Observatorio de las Energías Renovables de Cataluña (OBERCat) alertó de la posibilidad de que Cataluña acabara dependiendo del suministro eléctrico del resto de España por el anunciado cierre de las nucleares, el lento desarrollo de las energías verdes y la falta de interés inversor en la región.
Las centrales Ascó I, Ascó II y Vandellós II, localizadas las tres en Tarragona, produjeron en 2023 el 59% de la electricidad en Cataluña. Su desmantelamiento, que empezará en el plazo de un año, y que finalizará entre 2030 y 2032, obligará a que el 94% de los objetivos de energía renovable que tiene Cataluña para el 2020 se deban cubrir con importaciones de fuera de la región.
El presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, advirtió durante la segunda edición del foro BCN Desperta!, organizado por Crónica Global, Metrópoli y EL ESPAÑOL, que la situación en Cataluña podría derivar en "grandes apagones industriales en los próximos años". "Y entonces no estaremos discutiendo del precio de la energía, sino de la ausencia de ella", añadió luego.
En una situación muy similar está la Comunidad Valenciana, que depende de la energía nuclear en muy buena parte: el 45% de la energía que se consume en la región tiene origen nuclear. Y de ahí que su presidente Carlos Mazón haya pedido al Gobierno español "una posición clara sobre la energía nuclear".
Es cierto que el oportunista cambio de opinión de Ribera ha sido paralelo al cambio de discurso en una UE que reconoce ahora, tras décadas de un utópico activismo antinuclear liderado por Alemania, que los ambiciosos objetivos climáticos determinados por Bruselas son imposibles sin la contribución de la energía nuclear.
Hoy, aproximadamente una cuarta parte de la energía que consume la UE tiene origen nuclear. En Europa hay hoy, además, ciento cincuenta reactores en funcionamiento.
Hasta ahora, España pertenecía a ese grupo de países que resistían atrincherados en los viejos dogmas antinucleares de los años setenta, enfrentados a un bloque de países pronucleares entre los que están Francia, Bélgica, Finlandia, Italia, Hungría, Holanda, Polonia y Suecia, entre otros.
La pregunta es si el cambio de opinión de Teresa Ribera en la UE tendrá consecuencias en España, o si el Gobierno al que sigue perteneciendo todavía hoy como ministra para la Transición Ecológica seguirá negando la realidad y condenando a España a la dependencia energética de terceros países por su empecinamiento en unos objetivos climáticos irreales y determinados a partir de criterios políticos, y no sobre la base de la realidad del mercado y del ritmo de evolución de la tecnología energética.