Aunque se especulaba con el nombramiento de un candidato perteneciente a la órbita socialdemócrata, Emmanuel Macron ha optado finalmente por François Bayrou, líder del partido centrista MoDem, como nuevo primer ministro francés.
Bayrou, de 73 años y fiel aliado de Macron desde que este llegó al Elíseo en 2017, lleva en política más de cuarenta años y es un viejo conocido de los franceses.
También es conocido por su ductilidad política, que le ha llevado a ser criticado desde la derecha, pero también por la izquierda, por su presunta flacidez ideológica.
Es esa ductilidad la que le llevó a ser escogido por el escritor Michel Houellebecq como uno de los personajes de su famosa novela Sumisión.
En el libro, que describe el ascenso al poder en Francia de un partido islamista, Bayrou es el primer ministro escogido por el presidente islamista para tranquilizar a los franceses que temen por sus derechos civiles, pero sobre todo por su disposición a 'transigir' con la conversión de la República en un califato dominado por la sharía.
Bayrou se convertirá en el cuarto primer ministro de Macron en un año, una señal evidente de la inestabilidad que se ha enseñoreado de la política francesa desde que el escenario quedó dividido en tres bloques, el de la extrema izquierda, el del centro liberal y el de la extrema derecha, tras las elecciones del pasado mes de junio.
Es precisamente esa capacidad de adaptación de Bayrou satirizada por Houellebecq en Sumisión en la que parece confiar Macron para evitar lo ocurrido con su predecesor en el cargo, Michel Barnier, derribado por una moción de censura en la que coincidieron la extrema izquierda y la extrema derecha por primera vez desde hace sesenta años.
La elección de Bayrou no ha gustado entre la extrema izquierda, que lo considera una opción continuista y demasiado ligada a Macron. Jordan Bardella, presidente de Agrupamiento Nacional, el partido de Marine Le Pen, ha sido más cauto y ha negado su hipotético apoyo a una moción de censura inmediata contra él, pero ha puesto la pelota en el tejado de Bayrou: "Debe hablar con todos los grupos parlamentarios".
Un nuevo fracaso de Macron le abocaría a la convocatoria de nuevas elecciones y a una crisis todavía más grave que la que lleva viviendo Francia desde que el presidente, tras un mal cálculo político, adelantó las elecciones legislativas, propiciando un resultado electoral endiablado e imposible de gestionar sin ceder frente a los extremos.
El destino político de Macron descansa, por tanto, en las manos de Bayrou. Paradójicamente, esa característica de la personalidad del nuevo primer ministro por la que ha sido tantas veces criticado por los franceses será ahora su principal arma para evitar que tanto él como Macron corran el mismo destino que Barnier.