La segunda entrega de la macroencuesta de EL ESPAÑOL acerca de los veinticinco años transcurridos desde 2000 muestra una desesperanza respecto a nuestro país, nuestra clase política y muchas de nuestras instituciones no muy diferente a la que se desprendía de las respuestas a las preguntas centradas en el ámbito internacional.
El 46,5% de los españoles cree que la calidad de vida en su ciudad ha disminuido durante los últimos veinticinco años, por sólo un 31,1% que cree que esta ha mejorado.
El 82,5% de los españoles cree también que la calidad de la democracia ha empeorado en nuestro país en comparación con la de 2000.
Lo mismo ocurre con la unidad de España (72%), las libertades y los derechos individuales (64,2%), la prosperidad económica (62,2%), la seguridad exterior (64,7%), la igualdad entre españoles (72%), la sanidad (73,7%), el acceso a la vivienda (90,5%), la seguridad en las ciudades españolas (62,3%) y la educación (78,6%).
Los resultados son demoledores. Como mínimo dos de cada tres españoles, y en algunos casos hasta nueve de cada diez, creen que la España de 2025 es un país sensiblemente peor, más pobre, más inseguro, menos libre, menos democrático y más desigual que la España de 2025.
Como en el caso de la primera entrega de nuestro sondeo, las mujeres y los jóvenes son, con mucha diferencia, los sectores más pesimistas de la sociedad española.
Pero ¿a quién responsabilizan los españoles de esta crisis?
Dos datos son incontestables.
Cuando se les pregunta a los españoles por las principales instituciones españolas, sólo salvan de la quema a la Monarquía, el Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional.
Las peores opiniones se las llevan los partidos políticos (el 91,4% de los españoles creen que estos son peores que en 2000), el Parlamento (89,4%), el Gobierno (68,3%), la prensa (69,9%), la televisión generalista (71,9%), los sindicatos (70,3%) y la Fiscalía (75,1%).
El segundo dato es que, de los 300 meses transcurridos desde enero de 2000, el PP ha gobernado durante el 43% del tiempo (129 meses) y el PSOE el 57% (171 meses).
Además, cuatro de los cinco políticos más valorados de los últimos veinticinco años por los españoles son Isabel Díaz Ayuso, José Manuel Moreno, José María Aznar y Alberto Núñez Feijóo.
Parece también evidente que la intromisión de la política y por tanto el aumento del intervencionismo estatal en terrenos que hace un cuarto de siglo parecían libres de ella ha contribuido al hartazgo de una ciudadanía acostumbrada ya a que todo lo que le rodea, desde el deporte a los medios públicos, las redes sociales, su estilo de vida e incluso la gastronomía, haya sido politizado hasta extremos en ocasiones grotescos.
No ha ayudado a recuperar esa confianza la experiencia de la pandemia, cuyas medidas sanitarias y de confinamiento están siendo hoy puestas en duda por los mismos gobiernos que las impusieron en 2020.
Tampoco la crisis de la clase media, que hoy parece una especie en lento peligro de extinción por asfixia fiscal; el intervencionismo político en el mercado inmobiliario; la demolición del sector primario, y muy especialmente de los sectores ganadero e industrial; o la DANA que arrasó Valencia hace dos meses, ayudan a elevar el optimismo.
Mención especial merece la crispación política que, de manera específica, se vive hoy en España y cuyo punto de inflexión algunos españoles ponen en la llegada al poder de Zapatero tras los atentados de Atocha, en el golpe de Estado catalanista de 2017 o en la moción de censura, apoyada por los partidos independentistas, con la que Pedro Sánchez llegó al poder.
El diagnóstico de los ciudadanos españoles es, en cualquier caso, innegable: nuestro país ha vivido una lenta, pero sostenida, decadencia desde el año 2000.
Conviene recordar aquí, de nuevo, que la encuesta mide percepciones. Pero las percepciones son las que son y conviene no minusvalorarlas porque tienden a generar (o como mínimo enquistar) realidades.
A la clase política corresponde recoger el diagnóstico ciudadano y pactar, con mayores dosis de sentido común que de ideología, la receta para esta desesperanza.
España, como la democracia liberal occidental que es, tiene herramientas para superar esta crisis de confianza de los españoles en sus instituciones. Y la primera de ellas es el consenso. Precisamente la que generó los años de mayor prosperidad y progreso de España en toda su historia.
Pero son los políticos actuales los que deben mostrar la voluntad para utilizar esa herramienta de nuevo. En sus manos está tanto la culpa como su remedio.