Yolanda Díaz convirtió ayer viernes su proyecto de reducción de la jornada laboral en una cuestión moral cuando acusó al ministro de Economía Carlos Cuerpo de ser "casi una mala persona" por "oponerse" al acuerdo alcanzado con los sindicatos.
Luego, Díaz acusó a Cuerpo, el ministro del Gobierno más valorado por los españoles (en el contexto de un suspenso generalizado de todos ellos), poco menos que de quintacolumnista de los intereses de los empresarios.
"El señor Cuerpo tiene que decir de qué lado está. Y ya le aviso de que el acuerdo de diálogo social sobre la reducción de la jornada laboral se va a respetar", dijo Díaz.
Lo cierto es que la reducción de la jornada laboral, pactada efectivamente con los sindicatos, pero no con las organizaciones empresariales, es la última de las banderas que queda en las manos de Yolanda Díaz. La bandera con la que esta pretende recuperar algo del foco perdido tras su dimisión como líder de Sumar.
Un solo dato proporciona el contexto adecuado a la propuesta de Díaz. Los costes empresariales han aumentado más de un 20% desde 2018, lo que ha tenido un evidente impacto en el mercado laboral y ha convertido España en la campeona del paro de la UE.
La reducción de la jornada laboral, además, impactará de manera desproporcionada en las pequeñas y medianas empresas, que componen el 90% del tejido empresarial español, y tendrá un coste de 12.000 millones de euros, que se sumará al aumento generalizado de la presión fiscal en nuestro país.
La demagogia del planteamiento de Yolanda Díaz sale a la luz cuando califica de "sagrado" el "diálogo social", pero evita mencionar que ese diálogo sólo tiene dos interlocutores, que en la práctica son el mismo: ella y los sindicatos.
La discrepancia no es ideológica. Porque el ministro Cuerpo se ha mostrado dispuesto a negociar la reducción de la jornada laboral. Con un acuerdo, eso sí, que incluya a los empresarios y que garantice, en consecuencia, el apoyo de Junts y PNV a la medida en el Congreso de los Diputados.
El problema del mercado laboral español no es en ningún caso la jornada laboral, muy similar a la de la mayoría de economías desarrolladas, sino la productividad. La cuestión, por tanto, no es dicha reducción, sino quién asume su coste. Porque ¿qué trabajador no querría trabajar menos cobrando lo mismo? La pregunta es si es justo pedirle a las empresas que produzcan menos sin que sus costes se reduzcan en consecuencia.
Yolanda Díaz ha convertido en su última trinchera política la reducción de la jornada laboral con el argumento de que es "sólo media hora al día".
Pero si, de acuerdo con la tesis de la ministra de Trabajo, esa reducción permite "vivir mejor" (¿a quién?) sin reducir de forma significativa la productividad de la empresa, ¿por qué no reducir la jornada una, dos, tres o cuatro horas?
¿Y dónde están los estudios que avalen ese milagro de la economía que consiste en producir lo mismo trabajando menos y cobrando el mismo salario?
El de la reducción de la jornada laboral no es el debate que conviene en una economía con los problemas estructurales de la española y en la que ya se habla de un estancamiento o de una fuerte reducción de los beneficios empresariales a lo largo de 2025. Si Yolanda Díaz está necesitada de un clavo ardiendo al que agarrarse para salvar su carrera política, que no lo haga al menos a costa de la economía española.