El irresistible encanto de Fidel Castro
El autor denuncia la simpatía de la clase política española con la dictadura cubana y su ignorancia interesada en cuanto a los abusos de poder del régimen de los Castro.
Parte de la clase política española sigue encontrando un encanto irresistible a la revolución cubana y en particular al líder que la encarna, Fidel Castro. Aunque la fascinación por el comunismo tropical está más extendida en la autodenominada izquierda, tampoco la llamada derecha se libra de tal debilidad. No hay que olvidar que, en otoño de 1998 Manuel Fraga visitó los lugares se su infancia cubana de la mano del dictador, hijo de la emigración gallega en Cuba. Al parecer, al refundador de la derecha española poco le importó el apoyo de La Habana a los terroristas de ETA, por no hablar de las expropiaciones sufridas por miles de ciudadanos españoles radicados en la isla tras el triunfo de la revolución, como las sufrieron los demás propietarios de la isla, cualesquiera fuese su nacionalidad. Pudieron más las posibilidades de negocio entre el paupérrimo Estado cubano y algunos grupos empresariales gallegos.
Indudablemente, la artera intervención estadounidense de la primavera de 1898, que acabó arrebatando a España su más preciado territorio ultramarino, creó un poso de rencor contra los yanquis que influyó en que, sesenta años más tarde, Franco se negara a cortar relaciones comerciales con Fidel Castro a pesar de las presiones del embajador de los Estados Unidos en Madrid. Tras la muerte del dictador, el PSOE tampoco se libró de los encantos del tirano antillano. La política de paños calientes de los gobiernos de Felipe González y Zapatero hacia La Habana es una muestra más de la incapacidad de nuestros gobernantes de entender que la dictadura de los Castro lleva jugando una partida de ajedrez diplomática desde 1959 para su supervivencia, no para su desmantelamiento controlado.
En Láncara se lleva a gala ser la ciudad de origen de los hermanos que llevan gobernando Cuba desde 1959
Últimamente, la celebración de los vínculos entre los Castro y Galicia se ha renovado de manera vergonzante con la aprobación por parte del Concello de Láncara del nombramiento de Raúl Castro como hijo predilecto de la localidad, el pasado 29 de julio. En este pueblo lucense, presidido por Darío A. Piñeiro (PSOE) nació en 1875 Ángel Castro Argiz, padre de los hermanos Castro, que, tras haber servido voluntariamente en el Ejército español en Cuba, regresó a la isla caribeña en 1899, convirtiéndose en uno de esos terratenientes contra los que el régimen comunista construyó su discurso político y dirigió las primeras expropiaciones, más tarde ampliadas a cualquier tipo de actividad empresarial privada. La aprobación del nombramiento se produjo de manera unánime, incluyendo a los 5 regidores del PSOE, a los representantes respectivos del BNG y de Compromiso por Galicia, y a los cuatro del Partido Popular. Al parecer, en Láncara se lleva a gala el ser el origen de los hermanos que llevan gobernando una nación de once millones de habitantes como su pazo particular desde 1959.
Más recientemente, el nonagésimo cumpleaños del líder histórico de la revolución, nacido el 13 de agosto de 1926, fue celebrado en las redes sociales por los más destacados miembros de ese matrimonio mal avenido que es Unidos Podemos. El santo Job de la relación, Alberto Garzón, se arrancó con un “Feliz cumpleaños, compañero y camarada. ¡Hasta la victoria siempre!”. Irene Montero, la aparente postulante a primera dama republicana, calificó a Fidel Castro como “camarada que encarna la dignidad de la lucha de l@s oprimid@s por nuestra liberación”. Pablo Iglesias, el líder supremo de la tribu, en un arranque de sobriedad tuitera, se limitó a colgar en su cuenta el coloquio que el 27 de abril de 2013 organizó en Fort Apache, el programa de la televisión financiada por el régimen de los ayatolás de Irán, acerca de la necesidad que tiene la revolución cubana de reinventarse, para eternizarse, se entiende.
El mito de la revolución como garante de los servicios básicos no se sostiene; basta con pasear por la Cuba real
Todos estos hechos, de la visita de Fraga a las felicitaciones de los dirigentes de UP, nos tienen que hacer reflexionar acerca de las diferentes manifestaciones de la corrupción en España. En este caso, hablamos de la corrupción moral que lleva a algunos de nuestros políticos a defender un régimen despótico que conculca la mayoría de los derechos que ellos pretenden defender, en un alarde insoportable de cinismo y falta de empatía hacia el sufrido pueblo cubano. Lamentablemente, su cinismo no es más que la expresión de la ignorancia de buena parte de los españoles sobre la situación cubana. No hay nada más osado que la ignorancia.
El mito de la revolución cubana como proveedora de alimentación, sanidad y educación de calidad para sus habitantes, no se sostiene. Basta con pasear por la Cuba la real, la que no visitan los turistas ni los dirigentes invitados por el gobierno de los Castro, para ver que el estado de decrepitud imparable de las antaño bellísimas ciudades como La Habana, Matanzas o Santiago de Cuba, no es más que el reflejo arquitectónico de la miseria humana que padecen los cubanos. Con unos sueldos que oscilan entre los 15 y los 20 pesos cubanos convertibles (CUC, casi a la par con el dólar estadounidense), la mayoría de los habaneros solo se pueden permitir una comida al día, que desde hace décadas es el consabido arroz con frijol negro, y algo de pollo o cerdo, cuando lo hay. El litro de leche -de venta ilegal pero tolerada- a 2,65, o el pollo entero a más de 4 CUC, está simplemente fuera del alcance de los sufridos habitantes de la isla. Cuba, además, importa hasta el 80% de los alimentos que consume, incluido el azúcar y el café para mayor vergüenza del régimen.
En una hora de sexo por dinero, un cubano puede obtener el equivalente a cuatro meses de su sueldo
Por consiguiente, el cubano se ve obligado a resolver, lo que se traduce en la sustracción y consecuente venta en el mercado negro de los bienes del Estado (el mayor depredador de todos), o en la rampante prostitución que domina las noches de los centros turísticos, ejercida por miles de profesionales egresadas de los centros educativos cubanos cuya única salida es el vender su cuerpo a cambio de unos dólares. En una hora de sexo por dinero, pueden obtener hasta el equivalente a tres o cuatro meses de su sueldo mensual. La sanidad revolucionaria no resiste mejor el paso del tiempo, con unos hospitales faltos de los equipos médicos más básicos (en las consultas rurales se dan casos de transfusiones de sangre hechas con latas de refresco) y el rebrote del dengue y el cólera, que había sido erradicado de la isla en 1882.
Tampoco parece importar a algunas de sus señorías, alcaldes y concejales en España, la violación sistemática de los Derechos Humanos de un régimen que ha fusilado a más de 10.000 opositores, y ha creado las condiciones para que más de 70.000 de sus ciudadanos se lancen a la yuma en un bote para tratar de salvar el Estrecho de la Florida, infestado de tiburones. Derechos fundamentales sobre los que se asienta cualquier régimen que se reclame democrático, como los de expresión, información, reunión o asociación, no existen en Cuba, donde la disidencia sigue pagando con cárcel su disconformidad con la dictadura, y todos los medios de comunicación pertenecen al Estado.
El objetivo comunista de crear un hombre nuevo no es más que la negación de la naturaleza humana
La reciente relajación que ha permitido a los opositores Yoani Sánchez o Guillermo Fariñas salir de la isla para narrar los horrores del régimen no es más que un gesto del gobierno de los Castro, pretendiendo que las cosas están cambiando, para que todo siga igual. El sistema jurídico mantiene la figura de la condena por “convicción moral”, a falta de pruebas concluyentes, y en 2003 fue capaz de fusilar a tres muchachos cuyo único delito fue secuestrar un barco de manera incruenta para huir de la isla. La lista de desmanes y abusos de la dictadura de los Castro es interminable.
Los males inherentes al proyecto revolucionario, la violación sistemática de derechos colectivos e individuales, y la degradación irrefrenable del entorno material y social de la isla, han hecho del cubano un pueblo abatido por la certeza de saberse atrapados en un sistema que les impide la realización de los sueños y proyectos legítimos e inherentes en cualquier persona. El objetivo de crear al hombre nuevo de cualquier régimen comunista, no es más que la negación de la naturaleza humana.
El espectáculo de ver a parte de nuestros políticos solidarizarse con la dictadura de los Castro, ignorando los padecimientos de un pueblo verdaderamente hermano como es el cubano, es una de las manifestaciones más insufribles de la crisis de valores y de la carencia del sentido histórico de España que caracteriza a buena parte de nuestros políticos. La dignidad de los oprimidos, que Irene Montero cree ver en la dictadura cubana, llegará a la isla el día en que el régimen de los Castro deje de ser el amo y señor de las vidas de los cubanos.
*** Fernando Javier Padilla Angulo es historiador, máster en Relaciones Internacionales