Cuando, el 1 octubre, el sector crítico a Pedro Sánchez decidió dar un golpe de efecto en el Comité Federal y tomar las riendas del partido, el objetivo estaba claro, conseguir la abstención del PSOE para propiciar un gobierno del PP. Solo restaba saber cuándo se adoptaría tal decisión y cuál sería la estrategia a seguir.
Con la convocatoria del Comité Federal para este domingo, la Comisión Gestora no dejaba lugar a la duda: se trataba de evitar que la militancia tuviera que pronunciarse, recrudeciendo con ello el debate y las posiciones enfrentadas, en unas primarias o un congreso extraordinario, o incluso en una consulta en la que se tuviera que ratificar la decisión adoptada por el máximo órgano del partido entre congresos. Por tanto, solo faltaba conocer en qué modo se llevaría a cabo la misma, es decir, si se apostaría por la abstención de todo o de parte del grupo parlamentario, o incluso si se permitía el voto en conciencia de los diputados socialistas, cuestión que queda reservada al Comité Federal.
Ante este panorama, y pese a que el cónclave socialista no iba a estar exento de polémica, todo el mundo era consciente que se terminaría imponiendo la iniciativa defendida por Susana Díez: la abstención en bloque. Porque si existe una máxima en cualquier organización política es la de que la ejecutiva nunca puede perder una votación, y esa labor le corresponde a quien se encarga de la vida orgánica del partido, y ahora ese papel, al menos de momento, le concierne a la presidenta andaluza.
Cualquier decisión que hubiera adoptado ahora el Comité Federal no habría sido buena para los socialistas
En todo caso, cualquier decisión que se hubiera adoptado este domingo no habría sido buena para los socialistas. No obstante, tal vez la escogida pueda ser la menos arriesgada, sobre todo ante lo que las encuestas vaticinaban para el PSOE en una nueva consulta electoral.
Pero la fractura que se ha abierto en el partido es de tal calibre que difícilmente puede encontrarse una solución a corto plazo y sólo el paso del tiempo dirá si es definitiva. Es cierto que a lo largo de su historia el PSOE ha pasado por grandes crisis, pero ninguna de ellas se ha manifestado de manera tan patente y pública ni ha supuesto la ruptura con una buena parte de la militancia.
La crisis llega en el peor momento posible, porque los socialistas vienen arrastrando desde hace años un bloqueo programático e ideológico que les ha provocado una pérdida constante de votos, y eso porque una buena parte de su base electoral se ha escorado más hacia la izquierda. Pero es que además, los partidos tradicionales se encuentran hoy cuestionados por una ciudadanía que demanda mayor participación en los espacios donde se adoptan las decisiones políticas. La fragmentación que ahora vive el partido es consecuencia de este bloqueo que no le ha permitido realizar un debate sereno y pausado que impulsara su renovación y regeneración democrática. Tal vez si éste se hubiera producido antes, no se habría llegado a este extremo.
Muy probablemente, muchos diputados romperán la disciplina de partido, desoyendo el mandato que tienen
La decisión que este domingo ha tomado el Comité Federal, la abstención en bloque y su plasmación en la sesión de investidura, lejos de cerrar las heridas abiertas en el seno del partido no hará más que avivarlas. Se da por hecho que muchos de los diputados que conforman el grupo parlamentario socialista romperán la disciplina del partido, desoyendo con ello el mandato del Comité Federal.
Solo queda por ver si la Comisión Gestora se atreverá a dar un paso más allá de la mera sanción económica. Pero sinceramente no creo que la cosa vaya a más y -en un intento por apaciguar los ánimos hasta la celebración del próximo congreso extraordinario que vendría, en principio, a celebrarse en el mes marzo- no se expulsará a ningún diputado por romper la disciplina del grupo. Indudablemente, cualquier otra medida disciplinaria no haría más que caldear, todavía más si cabe, el ambiente.
El PSOE se encuentra ahora mismo roto: los dirigentes y militancia se hallan divididos, y la única estrategia de la Comisión Gestora es ganar tiempo para intentar recomponer la organización. Por eso no es de extrañar que, pese a que la abstención no significa apoyar a un gobierno de Rajoy, al menos sí existan acuerdos puntuales para que los populares puedan sacar adelante cuestiones claves como los Presupuestos Generales del Estado, y evitar con ello una nueva cita electoral en un corto periodo de tiempo.
Todos los protagonistas de este enfrentamiento han salido heridos, desde Pedro Sánchez a Susana Díaz
No obstante, esto puede tener una doble consecuencia para los socialistas que la Comisión Gestora quizás no haya medido en toda su dimensión. Por un lado, darle el gobierno a su principal rival político puede hacer que Podemos se erija como la única oposición real a los populares. Los diputados de Pablo Iglesias podrían provocar continuas votaciones en las que PP, Ciudadanos y PSOE coincidan para así condicionar los futuros resultados electorales de los socialistas. Por otro lado, silenciar e ignorar a su militancia puede costar caro en un futuro a los que hoy parecen dominar la organización.
En cualquier caso, nadie gana y pierde en el PSOE. Todos los protagonistas de este enfrentamiento han salido heridos. Pedro Sánchez, que se muestra de cara al exterior como el gran damnificado, tendrá que decir si entrega su acta de diputado o si se ausenta de la sesión de investidura para no tener que romper la disciplina del partido. La primera opción le debilita de cara a plantar batalla en una futura candidatura a la Secretaria General, y la segunda le deja demasiado expuesto. Lo que no cabe duda es que aún no ha dicho la última palabra, y bien podría intentar liderar una candidatura para recuperar la Secretaria General o bien apoyar a aquel sector que se enfrente al predominante hoy en el Comité Federal.
Por otro lado, Susana Díaz también ha salido tocada, ya que una buena parte de la militancia la culpa de esta crisis y de haber desoído sus deseos. Esto la coloca en una situación complicada para dar un paso al frente y liderar el partido, obligándola, casi seguro, a apostar por una figura de transición en la Secretaria General. Y por último están los miembros del Comité Federal, que verán cómo su posicionamiento de hoy será recompensado o castigado dependiendo del sector que acabe resultando vencedor. Por tanto, la guerra no ha hecho más que empezar, pero por el bien del sistema político español, cabe esperar que los socialistas no estén cavando su propia tumba. Solo el tiempo dirá si su ruptura es irreversible.
*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.