Iniciamos una legislatura con la mayoría más minoritaria de nuestra historia democrática y con un gobierno marcado por la incertidumbre. Puede pasar de todo cuando sólo se tienen asegurados 137 escaños, y Mariano Rajoy lo sabe mejor que nadie.
Es cierto que no es la primera vez que contamos con un gobierno minoritario, pero en esta ocasión es una fórmula mucho más arriesgada, dado que no se cuenta con pactos puntales con otras fuerzas políticas, como en los gobiernos de González, Aznar o Zapatero, para sumar un puñado de escaños que garanticen su estabilidad. La solidez del nuevo gobierno parece poco factible vista la escasa voluntad de cerrar un acuerdo que han manifestado las distintas fuerzas políticas hasta el momento. Basta tomar como ejemplo los dos procesos electorales habidos en el intervalo de seis meses y los 300 días que se han necesitado para investir a un presidente.
Ante este panorama, la práctica del pacto deberá convertirse en la característica dominante de esta legislatura, puesto que las negociaciones, obligatoriamente, tendrán que extenderse a todos los ámbitos, bien sean las leyes más importantes (la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, el nombramiento de los altos cargos...) como las cosas de menor enjundia (como las iniciativas legislativas). Por tanto, se ha acabado el gobernar a golpe de decreto ley, a partir de ahora el control que ejercerá la oposición sobre las disposiciones del Ejecutivo con fuerza ley será mucho mayor.
El gobierno no se va a enfrentar a un continuo bloqueo porque para eso todos los demás deberían ponerse de acuerdo
Pero no nos llevemos a engaño; pese a todo, el gobierno no se va a enfrentar a un continuo bloqueo porque para ello sería necesario que los grupos parlamentarios fueran capaces de ponerse de acuerdo entre sí para alcanzar una mayoría absoluta cada vez que desearan plantarle cara o aprobar cualquier iniciativa impulsada por otra opción política. Algo así no parece fácil, conocidas las discrepancias existentes entre algunas fuerzas como Podemos y Ciudadanos, o Podemos y PSOE (si al frente del partido se sitúa un dirigente de la cuerda de la actual Gestora).
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el gobierno podría hacer uso de su facultad para vetar aquellas iniciativas que vinieran a afectar los Presupuestos, es decir, las que supusieran un aumento de los gastos o una disminución de los ingresos; o aquellas proposiciones de ley o enmiendas que fueran contrarias a una delegación en vigor.
El gobierno podría hacer uso de su facultad para vetar aquellas iniciativas que vinieran a afectar los Presupuestos
Ahora bien, si el gobierno desea legislar tendrá que recuperar el manual de Aznar de 1996, cuando se transformó en el hombre de la negociación permanente. Más aún cuando el objetivo de Rajoy es ser el protagonista de una legislatura complicada y acabar con esa imagen de prepotencia que parece haberse forjado durante su última legislatura. Rajoy también necesita ganar tiempo para dejar atrás la sombra de los recortes y de los casos de corrupción e intentar recuperar parte de la legitimidad perdida, y ello a pesar de que las encuestas apuntan a que si se tuviese que celebrar en breve una nueva cita electoral, las urnas le otorgarían una mayoría más amplia que facilitaría su gobernabilidad.
Pero no es el único, ya que los socialistas también necesitan darse tiempo ante la imposibilidad que tienen para enfrentarse a otros comicios, al menos hasta que encuentren un nuevo líder, aclaren su oferta ideológica y acometan su reorganización. Esto, unido a que desde hace varias semanas miembros del PP y Ciudadanos negocian los Presupuestos Generales, puede inducir a pensar que el gobierno de Rajoy no tendrá grandes problemas para salvar el primer escollo de su mandato.
Rajoy deberá bascular sus apoyos con los dos partidos con los que ahora comparte intereses, el PSOE y Ciudadanos
Por tanto, durante esta legislatura Rajoy deberá bascular sus apoyos con los dos partidos con los que comparte intereses, el PSOE y C's, o incluso con ambos, aparte claro está, del resto de las formaciones políticas que permitieron su investidura. Incluso, dada la aritmética resultante de las elecciones vascas, podría iniciar un acercamiento hacia el PNV. La distancia que el PP parece tener con las demás fuerzas políticas del arco parlamentario hace casi imposible el entendimiento.
Ahora bien, eso no significa que PSOE y C's puedan unirse a otras fuerzas políticas para sacar adelante iniciativas propias o incluso contrarias a los planteamientos de los populares. Es más, no dudo que lo hagan, principalmente porque el PSOE no puede permitirse el lujo de ceder todo el protagonismo de la oposición al partido de Pablo Iglesias y, porque pese a todo, sigue interpretando la política de forma diferente a lo que lo hacen los populares. En el caso de C's, actuar así le serviría para demostrar que no es una mera marioneta en manos del PP.
Podemos intentará erigirse a toda costa como la principal fuerza opositora al gobierno y a la alianza que lo protege
Enfrente, Podemos intentará erigirse como la principal fuerza opositora al gobierno y a la alianza que lo protege. En ese papel se juega quedarse en cinco millones de votos o crecer electoralmente: tiene que presentarse como una alternativa firme pero sin generar temores entre los votantes desilusionados de otras formaciones, los abstencionistas o los poderosos.
En cualquier caso, es necesario ser realista. La consolidación de un parlamentarismo constructivo no es tarea fácil, por mucho que esta práctica sea habitual en una buena parte de los países europeos (Irlanda, Luxemburgo, Suecia, Holanda, Bélgica...). Como sostiene la teoría política, las coaliciones o los gobiernos en minoría son menos estables que los gobiernos mayoritarios de un solo partido, y en España, además, no existe una verdadera cultura de consenso.
Si al final la situación encallara, Mariano Rajoy terminaría seguramente decantándose por una legislatura corta
En esas circunstancias, bastaría que en el PSOE surgiera un líder combativo y rompedor que decidiera jugar al bloqueo, o que Ciudadanos llegara a la conclusión de que ser socio del PP puede restarle apoyo electoral, o que Rajoy se cansase de negociar cada decreto o proyecto de ley, o que los populares optaran por bloquear o retrasar constantemente en el Senado las iniciativas procedentes de otras fuerzas políticas, para poner fin a la legislatura.
Llegado el caso, el presidente podría convocar elecciones o la oposición plantear una moción de censura, aunque esta opción no es sencilla porque requiere conseguir un candidato alternativo y una mayoría absoluta que lo respalde. En cualquier caso, es una posibilidad que no existía en la anterior legislatura. Aunque lo previsible es que si finalmente la situación encallara, Rajoy, en contra del deseo que ha venido expresando, terminaría decantándose por una legislatura corta.
*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.