La victoria de Donald Trump ha puesto de manifiesto una realidad inevitable: a partir de ahora, los proeuropeos tendrán que luchar solos. El nuevo inquilino de la Casa Blanca nunca ha escondido sus intenciones diplomáticas: el aislacionismo y la vuelta a la doctrina Monroe ("América para los americanos") marcarán su mandato.
Estados Unidos se retira, los problemas de seguridad y defensa a los que nos enfrentamos persisten y la UE debe hacer de la necesidad virtud. Lo cierto es que, visto el panorama desde nuestra orilla del Atlántico, no hay mal que por bien no venga. Europa podrá ahora hacerse dueña de su destino. A ella le corresponde proteger los valores de la democracia liberal, la política comercial y, sobre todo, hacerse cargo de su defensa.
A corto plazo, el mayor riesgo que entraña la llegada al poder del magnate americano es que Rusia llene el vacío estratégico europeo, ahora huérfano de los americanos. De hecho, Putin ya maquina con Erdogan. Aunque desconocemos el contenido de sus conversaciones, estoy casi seguro de que no tratan sobre cómo convertirse en socio prioritario de la UE ni en el mejor amigo de los pueblos sirio y kurdo. Ya no solo asistimos a la manifiesta impotencia de la UE a la hora de reaccionar a lo que ocurre más allá de sus fronteras, sino que además se ha desvanecido el seguro a todo riesgo que ofrecía Estados Unidos para proteger nuestro continente.
La presidencia de Trump supondrá el mayor giro geopolítico en décadas y pondrá la integridad europea en juego
El Consejo Europeo ya ha extendido una invitación a Donald Trump para que venga a Bruselas una vez sea oficialmente investido. Espero que los 28 Estados miembros estén preparados para enfrentarse a la franqueza con la que Trump habla. En otras palabras, interpreto esta invitación como el signo de una reflexión muy profunda sobre el desafío que Trump les ha lanzado con la amenaza de retirarse de la OTAN si los Estados miembros no aumentan su gasto militar.
Por eso, la UE no puede permitirse el lujo de esperar para poner en marcha una Comunidad Europea de defensa ni para desarrollar su propia estrategia de seguridad. Debería empezar expandiendo sus relaciones bilaterales y regionales, fortaleciéndolas y uniéndolas bajo el paraguas de una capacidad militar europea, dado que la presidencia de Trump supondrá el mayor giro geopolítico de las últimas décadas y pondrá la integridad europea en juego. Europa ya no podrá contar con Estados Unidos para resolver sus problemas, algo a lo que estábamos todos muy acostumbrados. A partir de ahora, Europa tiene que ser capaz de garantizar su propia seguridad.
Otro campo en el que los europeos debemos empezar a tomar la iniciativa es el comercial. La elección de Trump abre nuevas posibilidades. Es cierto que el tratado comercial transatlántico (TTIP) ya se ha declarado víctima del neoproteccionismo del presidente electo. Sin embargo, la UE no es ni proteccionista ni ingenua y debería prepararse para el momento en el que China desvíe las mercancías que ya no podrá colocar en el mercado americano.
La UE podría beneficiarse de la desintegración del tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México
La UE podría beneficiarse también de la desintegración del tratado de libre comercio de América del Norte (Canadá, EE.UU. y México). El Tratado con Canadá (CETA) podría servir de modelo. Es el momento de acelerar las conversaciones y desempolvar el acuerdo comercial con México, donde la UE es ya el segundo inversor después de EE.UU., y de relanzar las negociaciones con Mercosur.
Por todo ello, la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos es una llamada de atención a todos los líderes europeos. Y una llamada a la acción. Nuestras prioridades están lejos de ser las suyas. Por eso, los europeos tenemos que permanecer unidos y trabajar juntos para hacer frente a los grandes desafíos que nos acechan. Es hora de espabilarse y dejar las diferencias internas de lado.
No siempre lo peor es cierto, pero Donald Trump ha alarmado enormemente a la comunidad internacional durante su campaña. Causa especial preocupación su reticente adhesión a los principios de la democracia liberal y del Estado de Derecho, que Europa y Estados Unidos tan orgullosamente han compartido y difundido por el mundo.
En un momento en el que los regímenes autoritarios se refuerzan, la Unión Europea tiene la responsabilidad de preservar esta herencia. Dos grandes Estados miembros celebran elecciones en 2017, Francia y Alemania, además de Los Países Bajos. Los tres sufren la amenaza de fuerzas populistas. Estoy seguro de que los ciudadanos de estos tres Estados me darán la razón: la sabiduría y la razón siguen existiendo en Occidente.
*** Guy Verhofstadt, exprimer ministro de Bélgica, preside el Grupo Liberal y Demócrata del Parlamento Europeo.