El sexo que se califica a sí mismo como fuerte, resulta ser tan débil en sus argumentos que hace las cosas a la fuerza para imponer un orden basado en el poder construido sobre la violencia y la amenaza.
Las condiciones que han soportado las mujeres a lo largo de la historia demuestran una fortaleza que va más allá de la fuerza física, y revelan una capacidad de adaptación y supervivencia a un entorno hostil e impropio basado en lo masculino. Pero a los hombres no les interesa que se aprecie esa capacidad, por ello, para ocultar esta realidad, las han denominado como “sexo débil”, no para calificarlo y describirlo, sino para recordarles la amenaza de la fuerza a través de la violencia que pueden sufrir.
Cada año cerca de 50.000 mujeres son asesinadas en el planeta por sus parejas o exparejas, (ONU, 2013), el 30% de las mujeres sufrirá violencia en algún momento de sus vidas en esos mismos contextos de relación (OMS, 2013), y todos los años alrededor de 4’5 millones de niñas sufren alguna forma de mutilación genital. Junto a esa violencia directa, las condiciones de vida impuestas por el machismo hacen que la salud de las mujeres actúe también como un mecanismo de control y dependencia, hasta el punto de que el 74% de las nuevas infecciones por VIH las sufren mujeres, y cada día 830 mujeres mueren por causas previsibles relacionadas con la maternidad y el embarazo.
500 millones de mujeres no pueden leer y a 62 millones de niñas se les niega su derecho a la educación
De ese modo, junto a la amenaza de la fuerza sobre su “debilidad” que viven en el duelo de la convivencia, está el debilitamiento a través de la salud precaria, unida a la exclusión social a partir de las circunstancias que impiden la igualdad material para que, de ese modo, no haya conflictos con el planteamiento de los hombres ni pugna por los espacios y funciones que ellos mismos se han reservado para sí. Por eso 500 millones de mujeres no pueden leer, a 62 millones de niñas se les niega su derecho a la educación, y sólo el 50% de las mujeres participan en el mercado laboral frente al 77% de los hombres, a pesar de lo cual ganan entre un 10-30% menos que ellos.
Todo está pensado para que las mujeres no formen parte de la realidad y se queden en el rincón oscuro del hogar, bajo la mirada controladora de una sociedad machista y los ojos penetrantes de los machistas de la sociedad.
Pero aún así, en las circunstancias más difíciles y con el único instrumento de su determinación y convencimiento por conseguir la Igualdad para toda la sociedad, no sólo para ellas, han ido superando los límites impuestos y derrotando a quienes desde el poder y con la fuerza decían de ellas, y aún hoy repiten, que eran “débiles, menos inteligentes e incapaces”.
Unas pocas mujeres, están consiguiendo desarticular al machismo y desmontar su estructura e identidades
Unas pocas mujeres, muy pocas, han conseguido cambiar la sociedad a través del feminismo y la Igualdad. Como unas pocas mujeres, muy pocas, se enfrentaron al engaño de una Revolución Francesa que se olvidó de ellas cuando los hombres revolucionarios vieron satisfechos sus objetivos. Unas pocas mujeres, muy pocas, consiguieron el voto para todas las mujeres y para que toda la sociedad pudiera vivir una democracia formal y real. Y unas pocas mujeres, muy pocas, pero cada día más, están consiguiendo desarticular al machismo y desmontar su estructura e identidades para que la normalidad no sea argumento de sus acciones ni cómplice de sus silencios.
La demostración de que nada de lo sucedido es casualidad está en la propia reacción de quienes se sienten amenazados por la Igualdad y ven en cada mujer un peligro para lo que representan los hombres. Hoy vivimos un renacer del machismo a través del exhibicionismo de sus planteamientos, no sólo en la defensa de sus ideas y valores. Trump ha abierto la puerta a esa estrategia, pero rápidamente ha sido seguida en el propio Parlamento Europeo por un eurodiputado polaco, y se presenta como revulsivo inmediato para la ultraderecha europea.
Por eso el feminismo es más necesario que nunca, y por ello cada jornada es un día para las mujeres. Pero hoy, 8 de marzo, el es día para que toda la sociedad se detenga a celebrar con ellas lo que desde la fortaleza de su debilidad nos regalan para que podamos convivir en paz con la fuerza de la Igualdad, y para soñar a su lado lo que pronto formará parte de la realidad. Gracias.
*** Miguel Lorente Acosta fue delegado del Gobierno para la violencia de género adscrito al Ministerio de Igualdad durante la segunda legislatura de Zapatero desde abril de 2008. Ha escrito publicaciones dedicadas a la violencia contra la mujer.