El transexual al que recibió el papa Francisco reta al presidente de Hazte Oír a un cara a cara
A la atención de don Ignacio Arsuaga,
Mi nombre es Diego, como podrá comprobar a lo largo de esta carta soy un tipo absolutamente normal. Extremeño, funcionario del Ministerio de Agricultura, hombre familiar, escritor en mis ratos libres, católico practicante y transexual -confío que tras esa última palabra tenga la capacidad de seguir leyendo-.
Me dirijo a usted desde un extraño pero sincero respeto, algo que desde muy pequeño me inculcaron mis padres hacia todo el mundo.
Llevo semanas leyendo y escuchando las críticas, opiniones y dudas que ha generado el autobús que con ese mensaje innecesario pretende recorrer la geografía española. He apelado a la tranquilidad pero en vista de que este absurdo no para, se me plantean una serie de preguntas que usted debería saber contestar.
Dígame, ¿en algún momento de su vida ha conocido de cerca la transexualidad? ¿Ha podido sentir a través de alguien conocido o querido la dificultad que supone para una persona que nace en un cuerpo equivocado caminar cada día? ¿Se ha preocupado antes de lanzar esta campaña por tratar de ponerse en la piel de los padres de un menor transexual? Supongo que sus respuestas serán todas no porque de otra forma, sería imposible que alguien con mínimos principios de moralidad pueda arremeter sin sentido contra algo tan sagrado como es la vida del otro.
Se declaran católicos -dicen de ustedes que “ultracatólicos”-. Su modelo a seguir es pues Jesús de Nazaret, un Hombre que salvaba prostitutas y adúlteras de lapidaciones. ¿De verdad cree que a mí me condenaría o permitiría que alguien me lapidara con insultos, burlas y mensajes en autobuses? Francamente, ¿cree que Dios es el monstruo que pretenden vendernos? Compartimos muy a su pesar el mismo Dios, la diferencia es que ustedes lo disfrazan de juez con látigo, de clasismo y exclusión, de miedo e infierno de amor para unos y no para otros… Mi Dios -que es el suyo- no entiende de diferencias, ni de odio sin sentido, ni de cerrojos en su casa; mi Dios me escucha y me abraza, le guste o no y si alguien ha de irse en ningún caso seré yo, créame.
Desconozco el número de seguidores que tendrá su organización pero ¿han pensado que a cualquiera de sus hogares mañana puede llegar un hijo/a transexual? ¿Cuántos autobuses y panfletos harán entonces que circulen delante de sus propias narices? ¡Pero no claro! Ustedes antes de reconocer, querer y proteger a un hijo 'raro', prefieren esconderlo, 'curarlo' al precio que sea o simplemente impedirle vivir, vestirlo de hipocresía y pasearlo ante todos como alguien 'perfecto'.
La transexualidad señor no es algo que se elige, la transexualidad llega con cada uno y salvo morir en vida o aceptarla, no puede hacerse nada contra ella. Debería recurrir a ese dicho “todo lo que lances hacia arriba, puede caerte encima”. La transexualidad es mucho más que unos genitales y sí, existe niños y niñas pero a nadie y menos aún a gente con mentes cerradas y enfermas de ira y desconocimiento debe importarles lo que los pequeños tengan debajo de su ropita.
¿De verdad tiene su conciencia tranquila? Con los problemas reales que tiene este mundo, ¿no se sentiría mejor invirtiendo el dinero de esta campaña en alimentar o vacunar a niños que lo necesitan en lugar de erigirse en juez de la vida de quienes jamás lo invitaron?
Se amontonan las preguntas y se me ocurre hacerle una invitación, ¿no cree que ha llegado la hora de dar la cara y defenderse de los miles de críticas que se vierten sobre ustedes y su campaña? ¿No sería lo lógico darnos argumentos que aunque de nada sirvan, al menos puedan intentar aclarar un poco este sinsentido?
Hagámoslo señor, sentémonos en un debate usted y yo. Desde el respeto, apostando por el diálogo y con el fin de frenar esta absurda guerra entre unos y otros donde lamentablemente las balas son los pequeños. Tratemos de ignorarnos al menos. Yo no quiero ni su apoyo, ni su ayuda ni su aceptación, tan solo quiero respeto y que deje mi camino y el de todos (los para usted 'distintos') libre de rocas que nos impidan caminar como a cualquiera.
Anímese, siempre será más sencillo dialogar a tener que pasar por el bochornoso trance de que lo expulsen de todos lados o en el mejor de los casos le llenen de huevos y tomate, ¿no cree?
Para finalizar, quisiera citarle la frase que me regaló un buen amigo al que conoce perfectamente y al que dudo tenga mucho aprecio: "Cuando alguien te rechace piensa siempre que el problema está en su cabeza, nunca en la tuya…".
Espero sus noticias.
*** Diego Neria Lejárraga es el primer transexual al que ha recibido un papa. Es autor del libro 'El despiste de Dios, Cuadernos de viaje de un hombre que nació mujer' (Tropo Editores).