Al igual que a finales del siglo XVIII, con la Revolución Industrial, hubo incontables innovaciones y transformaciones tecnológicas que nos condujeron a un cambio de época en la historia de la Humanidad, desde finales del siglo XX y, sobre todo, a comienzos del XXI, estamos asistiendo a otra revolución que quedará registrada como tal en el futuro.
Estos cambios, que se producen en todos los órdenes, obligan a una adaptación social, cultural e incluso de valores. En el área sanitaria, en concreto, ha aparecido un nuevo tipo de paciente que era casi desconocido hace apenas tres décadas: el paciente crónico. Este paciente requiere de muchas atenciones y servicios porque el objetivo no es sólo alargar su esperanza de vida, sino que la disfrute en las mejoras condiciones.
Como consecuencia también del avance tecnológico ha surgido la súper especialización de la medicina. El resultado es que ya no hay médicos de personas o de procesos, porque ahora todo lo que tiene que ver con la atención del paciente lo analizan especialistas en órganos y en pruebas. El nivel de especialización ha llegado a tal punto que, para poder atender de forma integral a un paciente, ya no hay que recurrir a comisiones interdisciplinares sino a verdaderas asambleas de médicos.
El "empoderamiento del paciente" se traduce en la reclamación continua de más derechos y servicios
Por otra parte, la tecnología de la información ha alumbrado un fenómeno nuevo que podríamos denominar "empoderamiento del paciente", que se traduce en la reclamación continua de más derechos y servicios. Ese fenómeno se produce en un momento en el que la demanda socio-sanitaria, debido a la cronificación de los enfermos, se ha hecho inabordable y complica la gestión responsable de los recursos.
Todos estos cambios no han hecho más que empezar e irán a más. En sólo unos años hemos pasado de hablar de la historia clínica electrónica, de la interoperabilidad y de la receta digital -cuestiones no resueltas aún, por cierto-, a hacerlo de la digitalización de la medicina o de la gestión de las bases de datos para alumbrar la medicina predictiva o la medicina de precisión, sin que se pueda atisbar todavía cuál será el modelo de atención sanitaria que prevalezca en el futuro.
El problema es que mientras la tecnología sigue dando sus frutos, ni hay recursos económicos suficientes para poder sufragar las mejoras a que da lugar ni hay tiempo material para ofrecerlas de manera homogénea a la población. El resultado es el alejamiento paulatino de los principios que siempre definieron la atención sanitaria, como la equidad y su alcance universal.
Al sistema sanitario se le están derrumbando los pilares: universalidad, equidad y accesibilidad
Y es que mientras la ciencia y la técnica han ido avanzando, las leyes en el ámbito sanitario permanecen ancladas en el pasado. Baste decir que fue en 1986 cuando se aprobó la última y única Ley General de Sanidad de nuestra democracia, que apenas ha sufrido transformaciones o ajustes de calado.
Hay que tener en cuenta que cuando fue promulgada esa normativa, los pacientes morían por enfermedades que hoy la ciencia ha convertido en crónicas y la excelencia sanitaria dependía únicamente de la pericia de los profesionales -cosa de la que afortunadamente todavía podemos hacer alarde-. Por supuesto no existía internet y el paciente sólo obtenía la información de su proceso a través de su médico que, eso sí, podía dedicarle bastante más tiempo que ahora, dada la creciente presión asistencial.
Al sistema sanitario se le están derrumbando los pilares sobre los que se construyó -universalidad, equidad, accesibilidad y casi también el de la financiación pública- mientras no se hace otra cosa que poner más tejas en el tejado. Ya son 10 millones las personas que en España han buscado una alternativa al sistema sanitario público mediante un seguro de salud, y su número aumenta a un ritmo del 5% cada año. O nuestra clase política se lo toma en serio y hace una seria reflexión sobre la deriva en la que se encuentra nuestro sistema sanitario, o el problema en un futuro no será sólo de sostenibilidad, sino de obsolescencia. Sólo con la búsqueda de acuerdos y decisiones valientes la sanidad pública podrá abordar con garantías las necesidades de la población.
*** Juan Abarca Cidón es presidente de HM Hospitales.