Mamones: el enemigo no era Machado sino Moussa
Sí. Lejos, muy lejos queda aquel verano de 2017 en el que un grupo de jóvenes a punto estuvo de volar la Sagrada Familia. El objetivo no era menor: los terroristas pretendían destruir el gran templo cristiano. Su constructor, el arquitecto Antoni Gaudí, se inspiró en la Biblia y con la basílica quería simbolizar la llegada del Nuevo Mundo tras el Apocalipsis.
Sí, en cierto modo, el apocalipsis finalmente llegó. Estamos en 2037 y Gaudí como tantos otros ilustres personajes ha quedado olvidado. Ahora, en Barcelona, el templo con más devotos es la gran mezquita situada en la Gran Vía de las Cortes Catalanas. Un edificio monumental, y nunca mejor dicho: durante un siglo fue la plaza Monumental de Barcelona, con 20.000 localidades para el disfrute de los aficionados a los toros. Hasta que las corridas fueron prohibidas en Cataluña en 2010.
Barcelona sigue siendo una gran ciudad. Por fuera, los cambios no son muy apreciables, pero por dentro se ha producido una verdadera revolución… espiritual. La Pompeu Fabra, en otro tiempo una de las universidades más prestigiosas de España, mantiene su vigor dentro de lo que las cautelas religiosas permiten, pues está financiada por adinerados emires. El Barça sigue siendo más que un club: es propiedad de los dueños del PSG, uno de los cuales, en el verano de 2017, robó al equipo azulgrana a un famosísimo niñato brasileño llamado Neymar.
Cataluña ya no es el templo gastronómico que fuera liderado por Ferran Adrià. El menú halal se ha impuesto y el cerdo, de las manitas al morro, ha sido exterminado. El Palacio de Sant Jaume, un edificio medieval en el que a finales del siglo XX reinó como un califa el president Jordi Pujol, alberga aún al gobierno de la nación catalana, ahora presidido por el líder de la Fraternidad Musulmana Catalana, coalición vencedora en las elecciones del 2030.
Todo sigue igual, pero todo ha cambiado en Cataluña, no sólo en Barcelona. Ripoll es un lugar de peregrinaje. Como siempre lo fue. En la época pasada, porque en el Monasterio ripollense, bautizado como la Biblia de Piedra por el poeta catalanista Verdaguer, estaban enterrados Wifredo el Velloso, el creador, según la leyenda, de la bandera catalana allá por el 900, y Ramón Berenguer III, el primer gran conde de Cataluña, el dux Catalanensis como figura en documentos de 1115.
Hoy, en este calurosísimo verano de 2037, Ripoll es lugar de peregrinaje, pero para rendir tributo a los hermanos Moussa y Driss Oukabir, quienes lideraron en 2017 la noche del terror de las furgonetas en las Ramblas y en Cambrils…
… Inspirándonos en Sumisión, la novela de Michel Houellebecq, donde el escritor francés narra la vida en 2022 en una Francia convertida en régimen musulmán tras la victoria de un nuevo partido llamado Fraternidad Musulmana Francesa, podríamos seguir escribiendo cientos de líneas más, especulando cómo sería Cataluña si los musulmanes catalanes conquistaran el poder por medios democráticos.
¿Es un disparate jugar con esta idea? Seguramente, aunque ¿acaso no habría sido tachado de loco disparatado alguien que se hubiera atrevido a predecir hace unos años que el gobierno de la Cataluña del seny acabaría dependiendo de los designios de personajes atrabiliarios como los de la CUP?
¿Es una frivolidad imaginar Sumisión en versión catalana? Probablemente, pero ¿acaso no habría sido llamado más frívolo que un hijo de Jorge Javier Vázquez y Karmele Marchante quien se aventurara a pronosticar que el ayuntamiento de Sabadell, el quinto más importante de Cataluña, acabaría valorando la supresión de una calle dedicada a Antonio Machado, por ser este escritor supuestamente españolista y enemigo de los catalanes?
La semana de la Virgen de Agosto de 2017 comenzó con la estupidez del nomenclátor de Sabadell y se sumió en la mudez tras la muerte en las Ramblas de trece personas y 100 heridos, arrollados por una furgoneta conducida por los verdaderos enemigos de la identidad de Cataluña. Machado, estimados independentistas, escribió cosas imperdonables para vosotros como: “Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España, Shakespeare en Inglaterra y Tolstoi en Rusia”.
Conocido el informe del historiador de Sabadell Josep Abad, por el que cobró de las arcas ciudadanas, es difícil no estar más de acuerdo con el Juan de Mairena machadiano cuando instruía a sus alumnos con la siguiente enseñanza: “Donde varios hombres, si queréis, varios sabios se reúnen a pensar en común hay un orangután invisible que piensa por todos”.
La semana comenzó con el chiste del callejero, zanjado con un ridículo “Machado se queda” del alcalde de Sabadell, Maties Serracant (de la CUP), y finalizó ipso facto con las masacres de las Ramblas y de Cambrills. (No deja de ser un terrible sarcasmo que la furgoneta Fiat de la muerte entrara en el concurrido paseo barcelonés desde la calle ¡¡¡Pelayo!!!, el héroe entre real y mitológico que inició en la cueva de Covadonga la reconquista cristiana de la España invadida por los musulmanes en 711).
No, la frivolidad política no ha acabado esta semana porque la frivolidad es como El libro de arena borgiano: carece de principio y de fin. Los ecos del aldabonazo criminal de los jóvenes asesinos de Ripoll pronto quedarán enmudecidos por los mamones (entiéndase el adjetivo a través del origen evangélico de Mammón, que personificaba la riqueza, la avaricia o el beneficio de la utilidad).
El procés continuará. La Diada, que este año será más independentista que nunca, está a vuelta de página de calendario, el 11 de septiembre. Y pocas semanas después, el 1 de octubre, llegará el anunciado referéndum, cuya hoja de ruta final vale menos que un marco en los tiempos de Hitler.
“Hay que preguntarse a quién beneficia la secesión. Desde luego, a unas élites soberanistas políticas, económicas, culturales…”, escribe el historiador Antonio Morales en el prólogo del libro 1714, Cataluña en la España del siglo XVIII. Esta obra surge como reacción al simposio “España contra Cataluña”, desde cuyo título está todo dicho y se entiende el propósito de la Generalitat al patrocinarlo en el 200 aniversario del año en el que los catalanes “perdieron la independencia, la libertad, su ser nacional…”, según la propaganda nacionalista.
Lo cierto, según el libro citado, es que: 1) La Barcelona de 1714 “era una ciudad en decadencia gobernada por una oligarquía patricia reaccionaria que defendía los viejos privilegios feudales y aristocráticos” (F. de Carreras); 2) “La supresión de las instituciones de carácter arcaico entre 1707 y 1716 por parte de Felipe V –primer rey Borbón- supondrá el desescombro de privilegios y fuerzas, lo cual benefició insospechadamente a Cataluña” (Vicens); 3) “El éxito del establecimiento del Catastro en Cataluña al imponer una fiscalidad más moderna y justa que la que pervivió en Castilla” (M. Artola); 4) En las décadas siguientes, se refuerza el estereotipo del “catalán trabajador” (Álvarez Barrientos); 5) El siglo XVIII fue, en general, extremadamente positivo para Cataluña, de suerte que “Cataluña es hoy una de las más prósperas regiones europeas, cuyo principal éxito radica en haber contado con un mercado (interior) inicialmente diez veces mayor que el suyo donde pudo colocar sus manufacturas y productos industriales” (C. Polo)…
Todas estas desgracias, según se recoge en el libro referenciado, sucedieron de golpe tras aquel 11 de septiembre de 1714 en que las tropas de Felipe V conquistaron Barcelona y fueron suprimidos los fueros de Cataluña y Mallorca, además de los de Aragón y Valencia.
Dolors Bramon, profesora titular de Estudios Árabes e Islámicos, es autora de un libro también interesante titulado De quan érem o no musulmanes. “Nuestros antepasados, con un gran tanto por ciento de probabilidades, eran andalusíes, o dicho de otra manera vulgar, eran tan 'aemoros' como los del Ebro abajo. Y en Cataluña se tiene tendencia a olvidarlo”.
Si Moussa y sus compañeros tuvieran la oportunidad de justificar sus asesinatos, el recordatorio de la profesora Bramon podría servirles de inútil coartada: os hemos matado para recordaos que Cataluña es nuestra, no vuestra. Mamones evangélicos: el enemigo no es Machado, seguramente tampoco el imberbe e ignorante Moussa; sois vosotros, los utilitaristas políticos, el orangután invisible que piensa por todos, como anunció el poeta.