1. Ya es mala suerte que la primera manifestación a la que acude Felipe VI sea precisamente una que han organizado en su contra.
2. La palabra que yo utilizaría para describir la decisión de encabezar una manifestación organizada en tu contra no es precisamente “valentía”.
3. Alguien debería haber avisado al Rey de que en Cataluña la monarquía inspira ya el mismo respeto que las sentencias del Tribunal Constitucional. O sea ninguno.
4. Entiendo que los pitos van en el sueldo, pero quizá el rey debería revisar la Teoría de las Ventanas Rotas y aplicársela a la institución que encabeza.
5. Habría sido buena idea que, aprovechando la concentración en repulsa del rey, del PP y de las instituciones del Estado, los organizadores de la manifestación hubieran aprovechado también para protestar contra el terrorismo.
6. No cayó esa breva. El terrorismo fue la última de las quejas de los quinientos mil barceloneses que ayer se manifestaron en contra de España. “¿Terrorismo? ¿Qué terrorismo? ¡Para terrorista, el Rey!”.
7. Los silbidos cada vez que Felipe VI o Mariano Rajoy aparecían en las pantallas gigantes instaladas en Paseo de Gracia eran atronadores. Ni anecdóticos, ni minoritarios, ni cosa de unos pocos maleducados, como pareció insinuar Albert Rivera: atronadores y ampliamente mayoritarios.
8. Mariano Rajoy tiene un serio problema si cree que lo ocurrido ayer es anecdótico o fruto de la tensión del momento. En octubre, la manifestación de ayer será dos, tres, cuatro veces mayor.
9. Rajoy se va a encontrar con una independencia de hechos consumados. Al tiempo.
10. Los aplausos se reservaron para mossos, bomberos y taxistas. Pero cuando se batían todos los récords de decibelios era cuando las cámaras enfocaban al Rey. Los manifestantes, en definitiva, estaban allí a lo que estaban.
11. Las banderas de España flotaban aisladas y en manos de grupos compactos de cuatro o cinco personas en medio de un océano de banderas independentistas. La proporción de banderas españolas y estelades era, sin exagerar, de uno a cien. La cosa recordaba un poco al general Custer y sus soldados rodeados de cheyennes y arapahoes en la batalla de Little Bighorn. Y ya conocemos el final de la historia.
12. Las banderas y las pancartas que portaban la inmensa mayoría de los manifestantes no eran espontáneas ni artesanales. Habían sido fabricadas en serie y repartidas por voluntarios a los manifestantes.
13. Como Josep Pla cuando vio las luces de los rascacielos y los teatros de Nueva York, era inevitable preguntarse frente al mar de pancartas clónicas, bien cortadas y perfectamente impresas aquello de “y todo esto, ¿quién lo paga?”.
14. Le pregunto a un manifestante que lleva una pancarta de “Mariano volem pau, no vendre armas” (Mariano queremos paz, no vender armas) de dónde la ha sacado. “Me la han dado. Ten, te la regalo”. Me voy a casa con una pancarta contra Mariano coronada por una rosa roja.
15. En las pancartas que portaban los manifestantes, el rey y el presidente del Gobierno eran “Felipe” y “Mariano”. Porque en Cataluña, el rey y el presidente del Gobierno han alcanzado ya el estatus de la Tomasa y su hijo: personajes caricaturescos a los que hasta los niños toman por el pito del sereno.
16. Los únicos a los que veo portando pancartas explícitas (y escritas a mano) contra el terrorismo son musulmanes. Ahí llevan ustedes la paradoja.
17. Entre la occidentalada, la pancarta más osada contra el terrorismo fue una que rezaba: “Ni yihad ni cruzadas”. Se ve que el reloj les atrasa.
18. La pancarta “España contra el terrorismo” tuvo que salir escoltada de la manifestación. No se sabe qué molestaba más, si la palabra “España” o la palabra “terrorismo”.
19. Bueno, qué coño, claro que se sabe: “España”.
20. El manifiesto lo leyeron una veterana actriz catalana y Míriam Hatibi, la portavoz de la Fundación Ibn Batuta. Lo de la veterana actriz no sorprende porque suele presentarse voluntaria a todos los fregados. Lo de Hatibi ya es más raro porque su única relación con los terroristas es su religión. ¿Y no habíamos quedado en que el terrorismo no tenía nada que ver con el islam?
21. Lo de ayer no fue una manifestación en contra del terrorismo. Fue una Diada anticipada.
22. Secundariamente, un intento nada sutil de justificar el terrorismo islamista con el argumento de que el Rey “le vende armas a Arabia Saudí”.
23. En tercer lugar, una escenificación ostentosa de virtuosismo moral. “No a la islamofobia” decían muchas pancartas. No vi ni una que rezara: “No al salafismo”.
24. La manifestación de ayer consolidó la idea de que el terrorismo atentó en Barcelona por su (forzosa) vinculación con España.
25. Ergo si Cataluña abandona España… el terrorismo dejará de atentar en Cataluña. En la cosmovisión independentista, el pensamiento mágico siempre gana.
26. De hecho, la idea de que el terrorismo es cosa de españoles y que por lo tanto debería ser sufrido únicamente por españoles lleva años en boga en Cataluña. ¿O acaso no fue Carod Rovira el que intentó convencer a ETA de que se limitara a atentar más allá del Ebro?
27. La manifestación de ayer fue, en definitiva, una carodrovirada. “Los catalanes no nos merecemos tanta penitencia por los pecados de los españoles”.
28. A Andrea Levy aún le deben de pitar los oídos. La llamaron de todo menos bonita y apenas se la oyó hablar cuando intentaron entrevistarla en directo en La Sexta.
29. A Pablo Iglesias, en cambio, se le oyó perfectamente. Su partido cuenta con la superioridad moral suficiente como para permitirse el lujo de fabricarle, vía Kichi, cinco corbetas a la mismísima Arabia Saudí sin que entre su parroquia se mueva ni una hoja.
30. En realidad, todo fue una pamema. El terrorismo, los muertos, Arabia Saudí y la islamofobia le importaban un soberano pimiento a una amplia mayoría de los que ayer se manifestaron en Barcelona. Allí de lo que se trataba era de adelantar la Diada y aprovechar el regalo de la presencia del Rey y del Gobierno en pleno.
31. Visto lo visto ayer… sí. Cataluña será independiente antes de final de año.
32. Ni Rajoy ni Felipe VI, ni mucho menos las instituciones del Estado que ellos representan, tienen ya la autoridad moral suficiente en Cataluña como para detenerlo. Y en el caso del primero, ni siquiera la voluntad de hacerlo.