Forcadell, la histriónica oficial del populismo independentista
La presidenta del Parlament, que escaló al cargo tras pasar por organizaciones y grupúsculos catalanistas de todo tipo, es el prototipo de la 'tieta' catalana.
“Forcadell es lo peor. En los círculos independentistas de tietas de la ANC (la Assemblea Nacional Catalana) Forcadell cae muy bien porque es una señora de pueblo envalentonada que ha llegado a presidir el Parlamento siendo popular. Pero a la gente de los partidos independentistas no les cae bien porque no es una profesional sino una señora absurda que ha llegado hasta ahí estando en el lugar adecuado en el momento adecuado”.
La opinión anterior no es excepcional entre los círculos de la derecha liberal independentista catalana. Que haberla hayla aunque haya sido laminada por el más numeroso, y menos refinado intelectualmente, independentismo agropecuario de ERC y la CUP. Forcadell quiso ser la primera presidenta de la Cataluña independiente y Artur Mas, más inteligente políticamente que ella, cercenó de raíz cualquier posibilidad de que eso ocurriera dándole una patada hacia arriba hasta la presidencia del Parlamento, un cargo más honorífico que ejecutivo y de los que sólo suele hablarse para mal cuando, como el pasado 6 y 7 de septiembre, es utilizado para pisotear los derechos civiles del 50% de los ciudadanos.
Cuando le pregunto a otro miembro de esa derecha cercana al núcleo duro del soberanismo catalán, y que en estos momentos implementa en la sombra el plan B para el referéndum del 1-O, me responde esto. “De Forcadell pienso lo mismo que el peor de sus enemigos. Es una pobre chalada peligrosa con la capacidad intelectual de unas chancletas. Una tieta enloquecida capaz de gritar frente a una cámara lo mismo que gritaría desde el sofá. Como aquello de que el PP no es el PP de Cataluña sino el PP en Cataluña. Después casi se puso a llorar cuando le reprocharon, durante una discusión en la radio con el politólogo Nacho Martín Blanco, que eso era racismo”.
Un fenómeno 100% autóctono
Para comprender el concepto Forcadell, por lo tanto, hay que comprender primero el concepto catalán de tieta.
La tieta es un arquetipo social catalán cuya contrapartida masculina sería el català emprenyat (el catalán cabreado). Con la particularidad de que el català emprenyat no es en realidad un arquetipo 100% autóctono, sino una versión menos glamurosa del mal carácter parisino, esa prepotencia maleducada del francés sonrosado como un lechón pero perfumado como el lavabo de un after y que suele pasar por pintorequismo folclórico cuando a duras penas llega a racismo mal disimulado. Pero las tietas catalanas sí son un fenómeno 100% autóctono.
Las tietas catalanas son señoras nacionalistas de mediana o avanzada edad con gafas de pasta de color rojo, frecuentemente propietarias de una pastelería heredada de su abuelo (el señor grave y circunspecto cuyo retrato preside el mostrador de las ensaimadas) y yonquis a tiempo completo de TV3, Catalunya Ràdio y RAC1. En la sociedad catalana, matriarcal y gerontocrática, las tietas sostienen el entramado civil independentista desde que en 1641 la batalla de Montjuïc forjara el mito de un batallón de mujeres catalanas que hizo huir a las tropas castellanas mientras les amputaban narices y orejas a los rezagados.
Rechazo en el independentismo adulto
Carme Forcadell nació en 1956 en el minúsculo pueblo tarraconense de Cherta, que ahora cuenta con mil doscientos habitantes y que por aquel entonces rondaba los mil quinientos. Aquel año, Franco decretó el estado de excepción en toda España para frenar las algaradas universitarias organizadas por socialistas y comunistas, y de alguna mágica manera aquel suceso caló en el cerebro del bebé Forcadell hasta el punto de que sesenta y un años después, y ya en democracia, Forcadell sigue preguntándose si Cataluña sigue en las mismas.
El rechazo que Forcadell provoca en el independentismo adulto es digno de estudio y muy similar al que provoca Hillary Clinton, otra histriónica artificiosa a la que le cuesta disimular su pandemonio interno, entre sus propios votantes. Aunque también tiene algo de Donald Trump. “Esta señora es la segunda autoridad del país después del presidente y está dando una imagen lamentable de Cataluña” decía otro de esos jóvenes cachorros de la derecha soberanista el pasado 6 de septiembre, cuando Carme Forcadell despachó los derechos de la oposición no nacionalista con la misma elegancia con la que en el mercado de la Boquería se despachan las tripas de los lenguados. “A esta pobre señora se la puede ver mirando a lado y lado en el Parlamento cada vez que la aprietan tíos que saben hablar. Y entonces tiene que venir la mujer de Eric Herrera (la secretaria primera de la Mesa Anna Simó, de ERC) a chivarle lo que debe decir. ‘Esto ya lo hemos votado, esto no lo hemos votado’. Si Anna Simó le dice ‘queso manchego’ esta mujer dice ‘queso manchego’. Las señoras de Vic o de Sabadell, mejor que se dediquen a vender fuets”.
Sus oponentes, encerrados y sin luz
La mención a Sabadell no es gratuita. Fue allí adonde Forcadell, el “cerebro” tras las multitudinarias manifestaciones de la Diada de los últimos años, se mudó con dieciocho años y donde quedó impactada por la discriminación del idioma catalán. Licenciada en periodismo y filología, trabajó como profesora de secundaria a finales de los años setenta. Desde allí dio el salto al departamento de Educación y de ahí a su meteórico tránsito por partidos, asociaciones, organizaciones y grupúsculos civiles catalanistas o abiertamente independentistas de todo tipo: la Plataforma per la Llengua, Òmnium Cultural, la Comissió de la Dignitat, ERC, la Plataforma pel Dret a Decidir y, por supuesto, la ANC.
Explica Enric Vila en este perfil cómo Forcadell y sus seguidores maniobraron para conseguir el control de la Plataforma pel Dret a Decidir. Durante una reunión clave en Girona, Forcadell y sus seguidores se levantaron de la mesa antes de la votación, encerraron con llave al resto de los comparecientes y les cortaron la luz. Un ensayo de lo que años después haría Forcadell con Ciudadanos, PSOE y PP, pero desde la silla de presidenta del Parlamento.
Sus seguidores afirman que el tiempo la ha refinado, y lo cierto es que bajo su liderazgo la ANC se convirtió no solamente en el principal referente del independentismo civil sino también en una máquina de generar ingresos. Sólo con la venta de camisetas para la Diada de 2017, la ANC habría ingresado más de 1,3 millones de euros, de los cuales, y según los cálculos del diario El Triangle, apenas ochenta mil serían beneficios netos. Y el condicional en este caso es importante. Aunque las cifras reales no son públicas, se rumorea que los ingresos por merchandising de la ANC son a día de hoy estratosféricos.
“Si fuera española” votaría a IU o Podemos
“Melodramática, exaltada, autoritaria, ambiciosa, con sed de protagonismo e intelectualmente limitada”. Ese es el retrato que se hace de Forcadell no ya desde Madrid, sino desde la Barcelona independentista de Diagonal hacia arriba. En el resto de Cataluña, el veredicto es otro. “A mi abuela le gusta mucho. Dice que a la pobre Forcadell la han metido en un jaleo y que no sabe cómo aguanta a los políticos. Dice que vale mucho. Que dejó la ANC porque estaba cansada y que mira ahora, la pobre”, remata uno de mis interlocutores, buen conocedor de lo que se cuece en la sala de máquinas del independentismo sociológico.
Dice Forcadell que “si fuera española” votaría a IU o Podemos. No cabe duda de que “si fuera española” no tendría problema alguno en pasar el corte para formar parte de las elites de ambos partidos. Salvo por un pequeño detalle. Su patrimonio es menor que el de muchos de los líderes de la izquierda populista: apenas el 50% de su vivienda de Sabadell, una plaza de garaje y un terreno de treinta mil metros cuadrados en Alcocer (Tarragona).
Denunciada ante la Fiscalía por el Tribunal Constitucional por la tramitación de las leyes de ruptura, Forcadell sabe que corre el riesgo de ser inhabilitada. Pero sus declaraciones y sus arengas a las masas independentistas siguen siendo igual de incendiarias y demagogas que antes de la denuncia. La duda es si por fanatismo o por inconsciencia.