La carta enviada por el president Puigdemont al presidente del Gobierno, en respuesta al requerimiento que éste le hizo la semana pasada, ha supuesto una gran decepción por su nula voluntad de dar marcha atrás en la deriva que nos está arrastrando a todos a una crisis sin precedentes. Nuestra valoración es muy negativa por lo que no aclara –si se declaró la semana pasada la independencia–, pero también por lo que dice.
Se señala expresamente que “la mayoría del pueblo catalán quiere emprender su camino como país independiente”. Eso es una falsedad. Si nos fiamos de sus propias cifras del referéndum ilegal –algo que es un acto de fe, dados los nulos controles y garantías democráticas en los que se desarrolló–, votó por la independencia el 38% del censo de Catalunya. De la misma forma que el 62% del censo catalán que votó sí en 1978 a la Constitución Española –en un referéndum con todas las garantías– es una mayoría, el 38% que supuestamente la deroga en una consulta sin ningún tipo de control democrático, no lo es. A partir de esta premisa obscenamente falsa, la negociación que se reclama solo es para completar esa independencia que el pueblo de Catalunya ha decidido.
Otro aspecto a destacar es la inadmisible caricatura de España como un Estado represor, claramente dirigido a socavar nuestra imagen como país. En este contexto, se pide que se revoquen decisiones judiciales de la Audiencia Nacional, como si desde la política se pudiera hacer algo así en un verdadero Estado de derecho ¿Quizás es esa la concepción que él tiene de la futura República catalana? ¿Sería posible en ella una intervención del Poder Judicial por parte del Poder Ejecutivo?
Mientras la economía y la convivencia se deterioran, Puigdemont y su gobierno siguen ensimismados
A veces parece que el secesionismo vea en el Estado un modelo antidemocrático que no existe porque es el que ellos aplicarían si consiguieran sus propósitos. Un modelo en el que la oposición fuera silenciada, las leyes burladas, el Reglamento del Parlamento pisoteado, los medios de comunicación amedrentados, con un presidente que pide diálogo con el Estado al mismo tiempo que le niega la palabra y ese diálogo a la oposición en su propio Parlamento clausurado.
El Govern de Catalunya es un gobierno que no gobierna. Hace tiempo que se despreocupó de todo aquello que no tuviera que ver con el procés. Hace tiempo que no atiende a los ciudadanos de Catalunya ni a sus problemas, y sólo escucha lo que le dicen su entorno y algunas asociaciones a favor de la independencia.
Mientras la economía y la convivencia se deterioran, Puigdemont y su gobierno siguen ensimismados. En esta carrera hacia el abismo, está dejando a Catalunya sumida en la ingobernabilidad y provocando una enorme fractura social.
La actual situación de ingobernabilidad tiene como única salida el adelantamiento de las elecciones catalanas
Los gobiernos son elegidos por los ciudadanos para resolver los problemas y las disensiones democráticas a través del diálogo y el consenso, no de la división y el enfrentamiento. En el camino hacia una independencia imposible, está dinamitando la convivencia con el resto de España y, sobre todo, en la propia Catalunya, que es una sociedad mestiza y con múltiples identidades.
Un gobierno que no gobierna, un parlamento secuestrado y una sociedad fracturada. La actual situación de ingobernabilidad tiene como única salida el adelantamiento de las elecciones en Catalunya. Dejemos que hablen una vez más los catalanes, que a buen seguro dibujarán otra vez una Catalunya plural y abierta.
Desde el PSOE hacemos un último llamamiento a la responsabilidad al president de la Generalitat para que vuelva a la legalidad y al diálogo. Está poniendo en riesgo las instituciones y el autogobierno de Catalunya que prometió defender. Él es principal responsable del deterioro de la cohesión social y de la convivencia. Pero además, como hemos visto en los últimos días con la fuga de empresas y la advertencia de varios organismos internacionales, está poniendo en riesgo el empleo y el bienestar de los catalanes y catalanas. En definitiva, está poniendo en riesgo el futuro.
Pedimos a Puigdemont que acuda al Congreso para acordar entre todos un nuevo encaje de Catalunya
Los socialistas, la izquierda de Gobierno, hemos apostado por el diálogo como la única forma para superar la situación actual. Pero el diálogo tiene que producirse dentro del marco de la legalidad y del Estado de Derecho. Defender la ley es defender un marco de convivencia, y si hablamos de un marco de convivencia, hablamos de ciudadanos y de la vida cotidiana de los mismos. Pedimos por lo tanto a Puigdemont que acuda al Congreso a hablar de la reforma de la Constitución para acordar entre todos un nuevo encaje de Catalunya en España. Ese es el único camino para llegar a un acuerdo, el que marca los cauces de reforma que nuestra propia Constitución contempla.
Después de muchos años reclamándolo, por fin hemos abierto esa puerta. Exploremos esa vía, que puede ser el punto de partida para la construcción de un nuevo proyecto de país que vuelva a conectar con el sentir mayoritario de nuestros ciudadanos, especialmente de los más jóvenes. Una España de la que nos sintamos todos más orgullosos, que refuerce sus derechos y libertades, la calidad democrática de sus instituciones, la garantía del Estado Social, su pertenencia al proyecto europeo y que desarrolle una concepción federal de su organización territorial. Una España solidaria, igualitaria, justa y moderna, en la que Catalunya se integre desde el respeto a sus instituciones, su lengua, su cultura y su autogobierno.
Frente al abismo al que está conduciendo irresponsablemente a sus ciudadanos, le ofrecemos un proyecto ilusionante, que suma, que une. Señor Puigdemont, no coja el camino en el que todos perdemos, sobre todo los catalanes: encamínese al que nos ofrece una oportunidad para que todos ganemos.
*** José Luis Ábalos es secretario de Organización del PSOE.