España vive su otoño más difícil y EL ESPAÑOL quiere enviar a los españoles, precisamente en un día como el de hoy, un mensaje de fe en nuestros valores, de confianza en nuestras fuerzas y de esperanza en nuestro futuro. Y lo hacemos entregando nuestros premios anuales, los Leones de EL ESPAÑOL, a tres figuras que encarnan todo eso.
Como sabéis, el León es el símbolo más antiguo de los españoles. Aparece en los enterramientos prehistóricos, fue emblema de la Monarquía, y representó al pueblo en la República. Y ahí está, ahí está, a la entrada de las Cortes, tirando del carro de la Cibeles o mirándonos desde lo alto de la Puerta de Alcalá. Todo lo importante que nos sucede... nos sucede a la sombra de un león.
Así como Ortega y Urgoiti eligieron el gallo para despertar a los españoles de su letargo, cuando lanzaron El Sol, hace ahora exactamente un siglo, los fundadores de EL ESPAÑOL escogimos el león como emblema, pensando que tendríamos que rugir con fuerza.
Cuando el león ruge expresa su nobleza -el que avisa no es traidor-, su disposición al combate y sobre todo su confianza en las propias fuerzas.
Nadie podrá discutir que estos tres Leones de EL ESPAÑOL han acreditado esos atributos en grado heroico. He pronunciado ya la palabra mágica: heroísmo. Decía Ralph Waldo Emerson que "un héroe no es alguien más valiente que los demás, pero es alguien que es valiente cinco minutos más que los demás".
La vida puede ser eterna en cinco minutos, pero también pender de un hilo en cinco minutos. Esos cinco minutos del tie break del quinto set de un Grand Slam, esos cinco minutos del tiempo de descuento de la final de Champions, esos cinco minutos en los que, como acaban de explicarnos sus padres, el sentido del deber se impuso al instinto de supervivencia de Ignacio Echeverría.
ESE "¡VAMOS!" DE RAFA NADAL
¿Por qué siempre que se hace una encuesta resulta que Rafa Nadal es el español más admirado? Sus monumentales gestas deportivas pesan mucho, pero yo, que he tenido la suerte de conocerle de cerca en Mallorca, puedo aportar otra clave: su autenticidad como competidor infatigable que siempre juega limpio.
Ese "¡Vamos!" con el puño cerrado, a la vez alegre y furioso, es el mejor rugido del León español que hoy conquista al mundo.
Cada vez que vuelves a España, lo haces, Rafa, cargado de nuevos laureles. Los de Nueva York y Pekin, han sido los últimos triunfos que acrecientan tu gloria como número 1 del mundo y los grandes jugadores a los que han vencido son los simbólicos cautivos, metafóricamente uncidos a tu carro triunfal.
Pero esta vez es diferente porque España vive tiempos turbulentos en los que todos necesitamos referencias. Déjame mencionar dos de las ideas que colocaste en la punta de la raqueta, en la última entrevista que te hizo Rafa Plaza.
Cuánta razón tienes cuando dices que "el radicalismo crea problemas en todos los órdenes de la vida" y cuando añades, un poco kennediano, que "el mundo iría mejor si nos exigiéramos más a nosotros mismos, en lugar de exigirles tanto a los demás". No es desde luego la hora de preguntarnos qué puede hacer España por nosotros, sino de preguntarnos qué podemos hacer, cada uno, por nuestro empeño común.
FLORENTINO, LÍDER INTEGRADOR
La respuesta es sencilla: jugar en equipo como el Real Madrid de Florentino Pérez. Un equipo que ensambla a estrellas rutilantes con jugadores abnegados. Un equipo que acumula títulos y triunfos legendarios con la serenidad de la grandeza. Un equipo que, como dice su himno histórico, cuando pierde, da la mano. Un equipo en el que no hay sitio para los tramposos y por eso Rafa siente tanto sus colores.
El Madrid de las 12 Copas de Europa es nada más que un club. Nada menos que un club. El mejor club del mundo.
Pues bien, este Real Madrid es un reflejo tan fiel de la personalidad de su presidente, que es imposible premiar al uno sin premiar al otro. La historia del Real Madrid no comienza con Florentino, ni siquiera cuando era un niño que miraba extasiado desde la grada. Pero han sido sus dos etapas como presidente las que han llevado al Real Madrid no sólo a reverdecer sus laureles, sino a convertirse en una institución clave del deporte global.
Formalmente premiamos hoy su gestión empresarial. Pero Florentino no es sólo un gestor, Florentino no es sólo un empresario, Florentino no es sólo un creador de valor como acaban de descubrir fascinados los accionistas de Abertis que se frotan las manos con su contraopa. Por encima de todo, Florentino es un líder, en el sentido más integrador del término. Alguien que sabe a dónde quiere ir y cómo quiere llegar.
Es cierto que cuando hace 31 años fue secretario general de un partido que se presentó a las elecciones, obtuvo un fracaso clamoroso. No importa. Yo voté a ese partido y los hechos demuestran que se adelantó a su tiempo histórico.
Si ese Partido Reformista hubiera cuajado en 1986, Florentino habría sido ministro y quién sabe si algo más. No importa. Lo que perdió el banco azul, lo ha ganado el palco blanco. Porque el madridismo se ha convertido en uno de los pueblos sin Estado más importantes del mundo. Y sin necesidad de ejercer ningún derecho de autodeterminación, pues no hay mayor independencia, ni mejor libertad que la de quien vive cabalmente, con los pies en el suelo, fiel a sus convicciones.
LA NOBLEZA DE IGNACIO ECHEVERRÍA
Así era, como nos habéis explicado sus padres, como nos han explicado sus amigos, Ignacio Echeverría. Cuánto me hubiera gustado conocerle. Habéis conseguido que tengamos la sensación de habernos perdido a una persona entrañable, sensible, cercana y leal. A un hombre que, como vosotros decís, "era bueno porque se esforzaba en serlo".
Durante estos meses tristes, habréis escuchado muchas palabras de consuelo. Dejadme añadir algunas de las que Larra dedicó a la memoria de su amigo, el joven conde de Campo-Alange, muerto en combate, como Ignacio, cuando defendía, como Ignacio, la libertad de todos.
Larra escribió que cuando "son tan pocos los hombres que hacen siquiera su deber", es normal que se trate de "héroe" "a quien se distingue haciendo el suyo".
Larra escribió que siendo "español por carácter y por afición", su amigo "supo conciliar las emociones patrias con ese barniz de buena educación y de tolerancia que sólo se adquiere en los países adelantados".
Y Larra concluyó: "Ha muerto el joven noble y generoso y ha muerto creyendo... Eso es morir, viviendo todavía".
Este artículo se publicó en enero de 1837 en un periódico que se llamaba El Español. Como nuestro periódico. Está dedicado a alguien lleno de virtudes públicas y privadas. Como vuestro hijo.
SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL CIVISMO
Este acto, queridos amigos, tiene lugar en un momento crítico para España, pero no se celebra en el vacío. Todos venimos de algún sitio. Sin la era de Manolo Santana no habríamos vivido la de Rafa Nadal, sin el Madrid de Bernabéu no tendríamos el de Florentino, si en vuestra familia no fuerais como sois, Ignacio no se habría comportado como lo hizo.
Pasará el tiempo y dentro de otros tantos años, en este sitio u otro parecido, otro periódico que se llame El Español -a ser posible este mismo- premiará a grandes españoles como vosotros. Y su director dirá: "Recordad a Rafa Nadal, recordad al Madrid de Florentino, recordad a Ignacio Echeverría".
Ninguna gran Nación se inventa ni se destruye de un día para otro. La política puede decepcionarnos, pero siempre nos quedará el civismo.
Como dijo Azaña, en esa famosa cita tan asociada ya a la génesis de EL ESPAÑOL, "nosotros somos nuestra patria"; y en manos de cada uno está la capacidad de entregar un legado mejor que el que recibió. Eso es lo que vosotros habéis hecho. Gracias Rafa, gracias Florentino, gracias Ana, gracias Joaquín, gracias Ignacio, por el rugido de vuestro ejemplo. Gracias por ayudarnos a acrecentar nuestro orgullo de ser españoles. Como bien sabéis, los leones no nos rendimos nunca.
*** Discurso de Pedro J. Ramírez pronunciado en la entrega de los premios los Leones de EL ESPAÑOL a Rafael Nadal, Florentino Pérez y a los padres de Ignacio Echeverría.