Han mentido a sus votantes, tergiversado el recto significado de las palabras y camuflado sus autoengaños bajo una espesa capa de propaganda populista y un nacionalismo identitario propio de otras épocas. Estas son sus 40 mentiras más obvias.
1. Lo han llamado la revolución de las sonrisas. Pero han empujado a los catalanes al borde del enfrentamiento civil.
2. Se creen pacíficos. Pero durante cuarenta años han acallado al 50% de los ciudadanos de la comunidad.
3. Dicen ser demócratas. Pero el partido con mayor intención de voto entre los suyos ostenta en su currículum dos golpes de Estado (1934 y 2017), miles de asesinados, torturados y represaliados por Lluís Companys y una guerra civil.
4. Les prometieron a sus votantes una potencia económica mundial. Pero sólo han logrado expulsar a las empresas, a los turistas, a los inversores, a los ahorradores y, ahora, a los trabajadores.
5. Dicen defender la verdadera separación de poderes. Pero exigen que el poder político anule las decisiones del judicial y que el judicial no aplique las leyes promulgadas por el legislativo. Incluidas las que fueron votadas por ellos.
6. Creen ser buena gente. Pero opinan que las masas están por encima de la ley y que el procés es un rodillo que aplastará a aquellos que rechacen significarse como amigos o como enemigos.
7. Alardean de europeístas. Pero cuando Europa les dio la espalda la acusaron de corrupta, totalitaria y represora de los derechos de los pueblos.
8. Dicen luchar por la dignidad de Cataluña. Pero su procés ha derivado en un grotesco esperpento rematado con la fuga del que dice ser el legítimo presidente de la recién nacida república catalana. Hasta las autoridades belgas le han recordado a Puigdemont que los líderes que declaran independencias unilaterales deben permanecer junto a su pueblo en vez de huir al extranjero.
9. Planearon el hundimiento de la economía española y el alza de la prima de riesgo. Pero acabaron sacando 160 € del cajero y pagando una comisión de 2 € por hacerlo.
10. Fantasearon con la quiebra del consenso en torno a la Constitución del 78. Pero sólo han logrado la división y el hundimiento electoral de Podemos.
11. Hablan de respeto a la legalidad catalana. Pero han votado una declaración de independencia ilegal por mayoría simple y con la mitad de su Parlamento vacío.
12. Pontifican sobre la corrupción del Estado. Pero Cataluña es la comunidad española con un mayor número de corruptos encausados por los tribunales de justicia.
13. Presumen de la vitalidad de su sociedad civil. Pero todas las organizaciones civiles nacionalistas catalanas han sido generosamente regadas con presupuesto público.
14. Presumen de la ecuanimidad de su prensa regional. Pero una inmensa mayoría de los medios de prensa catalanes recibe subvenciones directas del Gobierno de la Generalidad.
15. Apelan al corazón de los demócratas. Pero sus exdiputados siguen fantaseando con una violencia que vaya más allá de “las manifestaciones y las caceroladas”.
16. Hablan de justicia social. Pero están siendo investigados por el presunto desvío de fondos de la Consejería de Asuntos Sociales hacia las empresas tecnológicas que debían gestionar la construcción de las llamadas “estructuras de Estado”.
17. Presumen de una cultura democrática superior a la española. Pero invitan a Otegi y se fotografían con él.
18. Dicen ser demócratas de raza. Pero creen que los delitos se convierten en legales cuando son incluidos en un programa electoral y votados por una minoría de los ciudadanos.
19. Se atribuyen la representación de todos los catalanes. Pero sólo representan a una minoría de ellos.
20. Dicen ser encarcelados por sus ideas. Pero miles de catalanes, incluidos varios diputados del Congreso, tienen esas mismas ideas y nadie ha pedido su ingreso en prisión ni ha intentado acallarles jamás.
21. Presumen de una ética del trabajo alemana. Pero han sido incapaces de construir una sola estructura de Estado durante los dos últimos años o de planear siquiera las 24 horas posteriores a la declaración de independencia.
22. Presumen de unidad de acción. Pero no sabían nada de la huida de Carles Puigdemont a Bélgica y ya califican a Santi Vila de botifler (traidor).
23. Dicen que la república catalana ya está en marcha. Pero se presentan a unas elecciones autonómicas convocadas por Mariano Rajoy al amparo del artículo 155 de la Constitución española y con el antiguo Gobierno de la Generalidad en prisión.
24. Dicen hablarle con sinceridad a los catalanes. Pero hablan de presos políticos, de un Gobierno republicano legítimo y del pueblo de Cataluña.
25. Hablan de represión. Pero fue Joaquim Forn, el jefe de los mossos, el que amenazó el pasado 11 de octubre con lanzar a la policía autonómica contra la nacional con la frase “si hay buena voluntad y se acepta la nueva realidad política [en referencia a una independencia de facto] no habrá ninguna colisión entre policías”.
26. Aluden a un fantasmal Gobierno democrático legítimo. Pero se refieren al mismo Gobierno que aplastó los derechos de la oposición los días 6 y 7 de septiembre violando su propio Estatuto de Autonomía.
27. Hablan de una supuesta legitimidad preexistente superior a la legalidad del ordenamiento jurídico actual. Pero cuál es esa legitimidad y cuáles sus consecuencias en la práctica lo deciden ellos en función de sus intereses políticos coyunturales.
28. Su talante democrático dice ser exquisitamente británico. Pero Núria de Gispert, expresidenta del Parlamento, llamó el jueves pasado “canalla de extrema derecha” a la juez Carmen Lamela. No fue la única.
29. Han presumido de contarle la verdad a los catalanes. Pero mintieron respecto a la viabilidad económica de una hipotética Cataluña independiente y cuando ninguna de sus otras fantasías se hizo realidad recurrieron a vídeos melodramáticos, escenificaciones hiperventiladas frente a las cámaras de televisión y un desacomplejado uso de la cursilería.
30. Especularon con un cataclismo político en España que condujera al país a una segunda Transición. Pero han logrado la unidad de una amplia mayoría de los españoles en torno a la Constitución del 78 y la recuperación de la bandera española como símbolo de democracia, respeto a la ley y europeísmo.
31. Defienden indignados la imparcialidad de TV3. Pero el jueves pasado el programa humorístico Polònia fue suspendido porque sus responsables “no tenían ganas de reír ni de bromear con gente que está en la cárcel”.
32. Dicen que su causa es internacional y defiende derechos universales. Pero no han recibido el apoyo de un solo gobierno, de un solo organismo internacional o de una sola personalidad relevante a lo largo de los últimos años. Y eso a pesar de las cantidades ingentes de dinero público invertido en ello.
33. Presumen del uso de las más avanzadas técnicas de comunicación política. Pero usan los términos habituales del más rancio populismo fascista. “Pueblo”, “humillación”, “lucha”, “destino”, “dignidad”.
34. Son un movimiento transversal e inclusivo. Pero han clasificado como franquistas a Serrat, Sabina, Frutos, Llamazares, la UE, Borrell, los catalanes no nacionalistas, el PP, el PSOE, Ciudadanos e incluso Ada Colau (en días alternos y dependiendo de a quién quiera complacer ese día la alcaldesa de Barcelona).
35. Se rieron de Aznar cuando dijo que antes se rompería Cataluña que España. Pero Aznar acertó y ellos se equivocaron.
36. Lo fiaron todo a una hipotética masa de cientos de miles de ciudadanos catalanes desobedeciendo masivamente. Pero sus concentraciones, incluso las que se convocan en días señalados, cada vez cuentan con menos asistentes y la vida en Cataluña sigue inalterada salvo por las ya rutinarias molestias provocadas por unos cuantos cientos de universitarios con pocas ganas de estudiar.
37. Dicen rebelarse contra el poder. Pero todas sus manifestaciones, huelgas y concentraciones han sido diseñadas, organizadas y financiadas por el régimen que ha gobernado en Cataluña durante cuarenta años ininterrumpidos.
38. Presumen de inteligencia política. Pero cuando Puigdemont decidió el pasado 26 de octubre convocar elecciones para evitar la aplicación del 155, el extremismo independentista le calificó en las redes sociales de traidor y le obligó a retractarse. Si Puigdemont, ese Napoleón de mercería gerundense, no hubiera hecho caso de esas pocas docenas de fanáticos tuiteros, hoy ningún exmiembro del Gobierno catalán dormiría en la cárcel.
39. Presumen de haber cambiado la historia de este país. Y sólo han repetido la del catalanismo político de los últimos cien años. Huida por las alcantarillas incluida en su versión 2.0.
40. Están convencidos de que España les odia. Y ni siquiera eso (convertir esa disonancia cognitiva en una profecía autocumplida) han logrado.