A veces es necesario tocar fondo para apreciar las cosas de las que uno disfruta. Y a veces, ese no poder caer más abajo, hace que diferencias que hasta entonces eran insalvables, problemas que no veían la luz por ningún lado, se relativicen y se resuelvan casi de manera espontánea y sin aparente dificultad. Porque, tal y como decía José Luis Sampedro, “es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a saber quién es, y donde empieza a pisar tierra firme”.
Los acontecimientos ocurridos en los últimos meses en Cataluña y en España son, sin duda alguna, una catástrofe desde el punto de vista político, económico y, por encima de todo, sociológico, por la fractura que se ha producido en la sociedad. Más allá de sentimientos e ideologías, lo que ha prevalecido durante los últimos 40 años es un modelo de paz y prosperidad que ha permitido a España situarse entre los países más pujantes del mundo, y a Barcelona entre las ciudades preferidas para visitar, para emprender y organizar.
Sin embargo parece que en ocasiones nos empeñamos en no ser felices. Vivimos en uno de los países mejores del mundo -si no el mejor-, tanto desde el punto de vista medioambiental como por la ausencia de desastres naturales y, por decisión de todos los españoles, con uno de los sistemas de protección social más amplios del mundo que hace por ejemplo que dispongamos de la segunda mayor esperanza de vida, solo por detrás de Japón, o que seamos referencia mundial indiscutible desde hace años por cantidad y en resultados en trasplantes de órganos.
La diferencia de prestaciones entre comunidades es uno de los problemas del Sistema Sanitario
Pero ya lo dijo Bismarck, “España es el país más fuerte del mundo, porque los españoles llevan siglos intentando destruirlo y aún no lo han conseguido”, y es que históricamente, hemos hecho de nuestro mutuo desentendimiento y nuestras diferencias nuestro nexo de unión inseparable.
No sé si debido a la trivialización de las dificultades que produce ese “tocar fondo”, como decía al principio, que nuestro Ministerio de Sanidad está consiguiendo sacar adelante problemas enquistados y para los que parecía que no había posibilidad de acuerdo. Así por ejemplo, el Ministerio de Sanidad ha sido mediador en el acuerdo del conflicto suscitado desde hace más de 10 años por la prescripción enfermera entre los médicos y los enfermeros. Y lo que más me ha llamado la atención es que en la rueda de prensa posterior de los diferentes consejeros de Sanidad no he visto por ninguna parte crítica sobre fondo o intento alguno de aprovechar políticamente tal o cual detalle del acuerdo para beneficio del partido que corresponda. Eso es fruto del arduo y exitoso trabajo en la sombra de los responsables del Ministerio.
Pues bien, con el mismo ánimo parece que desde el Ministerio y el Consejo Interterritorial (órgano que representa a todas las consejerías de Sanidad), se afrontan otros retos que pueden ser determinantes para el futuro de nuestro Sistema de Salud, en particular con respecto a los principios de equidad e igualdad. Porque si bien el Sistema Sanitario padece multitud de problemas, fruto de la falta de adaptación de la legislación a la evolución de la realidad social en estos últimos 30 años, sin lugar a dudas los más graves son las diferencias en el acceso a las prestaciones sociales entre las diferencias Comunidades Autónomas.
La falta de colaboración ha hecho que no exista un mismo calendario de vacunación en España
Ha venido ocurriendo que en el Consejo Interterritorial se decidiera tomar tal o cual acuerdo para aplicarlo en cada territorio y, al salir del mismo, cada consejero hiciera lo que le conviniera en ese momento o le pareciera mejor políticamente, haciendo caso omiso a la decisión mayoritaria. Eso mina la autoridad y la confianza en el Gobierno central y sobre todo da pie al incumplimiento de los principios rectores que rigen nuestro sistema y precisamente los relativos a la equidad en el acceso y las prestaciones. Y ahí tenemos como ejemplo sencillo que no haya unanimidad para algo tan elemental como un mismo calendario de vacunación.
El Consejo Interterritorial es el garante precisamente de la aplicación de esos principios en el ámbito sanitario y es preciso y obligado que sus decisiones, aprobadas -según el criterio que se considere oportuno entre sus miembros- sean de carácter vinculante para todos. En cualquier caso y, puestos a soñar, quizás esto sea el preludio del tan necesario, anhelado y reclamado pacto de Estado para nuestro Sistema de Salud. Un pacto que sea el eje vertebrador de la reforma sanitaria y que siente las bases de un sistema sanitario que hoy adolece de insuficiencia en la financiación, de claros síntomas de desigualdad en el acceso y en la calidad de prestaciones y de importantes lagunas en la cobertura de la cronicidad y el envejecimiento.
Aprovechemos que hemos tocado fondo al menos en nuestra convivencia para pisar tierra firme y apretar el acelerador en otros campos que ayuden a compensar y a mejorar con decisiones aparentemente sencillas y razonables nuestro país, alejándonos para ello de intereses políticos y partidistas. Hagamos de la necesidad virtud y empleemos este periodo de anestesia y buenrollismo político para avanzar y cerrar acuerdos que quizás pasadas una semanas sean nuevamente imposibles de conseguir.
*** Juan Abarca Cidón es presidente HM Hospitales.