Las paradojas de la vida hacen que Cataluña, que pese a su larga historia nunca fue reino, haya sido gobernada por grandes reyes. El nacionalismo catalán, que como cualquier nacionalismo tiene la piel muy fina, previno contra Felipe VI antes incluso de que se sentara en el trono: si se le cae el palito brota su bestia negra española, Felipe V. No importa que éste hubiera nacido en Francia ni que su reinado cimentara las bases del despegue de Cataluña, que terminó de completar Franco, convertido inopinadamente en el perejil de todas las salsas del procés.
Basta ver cómo se dirige Puigdemont a Felipe VI para intuir los traumas del nacionalismo burgués catalán. Que si un displicente "¡así no!" por aquí, que si un prepotente "la república catalana ha ganado a la monarquía del 155", por allá. Debe de ser difícil de asimilar para quien tiene infiltrado el supremacismo hasta los tuétanos que Felipe VI encarne una institución más milenaria que la Generalitat que encima disfruta de carácter hereditario, el gran sueño del nacionalista. Pujol, el ejemplo.
El caso es que el mensaje de Felipe VI tiene poco de navideño y mucho de "aguanta, que aquí estoy yo". Y está bien que así sea, para apaciguar a quienes creen en el valor mágico de las urnas, ese que permite sacar a presos de la cárcel o pasarse las leyes por el forro. Como ya ocurrió tras el 1-O, después del 21-D vuelve a asomar la autoridad más comprometida y defensora de la unidad y de la igualdad de los españoles.
Llegará el día en que los manteros de Colau ofrezcan los discursos de Felipe VI en CD piratas, puesto que TV3 sigue sin ofrecerlos y en las madrasas de la inmersión hace tiempo que enseñan la república y los paísus catalans.
Ahora bien, se dijo, y se dijo bien, que este monarca se coronó verdaderamente el día que cogió la bandera y decidió marchar el primero en defensa de la Nación, que desde la Revolución Francesa somos todos los ciudadanos. Y aquí la otra paradoja: quien está dando las mejores clases prácticas de valores republicanos es el Rey. Incluso se casó con una plebeya divorciada y habla catalán en público, algo a lo que en Podemos sólo se atreve Errejón y con peor acento.