Desde la otra punta del mundo, alejado del increíble atolladero en el que nos encontramos en Cataluña, recuerdo un artículo que leí sobre la inteligencia emocional. En él, decía el descubridor y padre de dicho concepto, Daniel Goleman, que la base de la inteligencia emocional “se basa en la capacidad y habilidad de manejar los sentimientos propios y ajenos”.
También Mireia Cabero apuntaba que la inteligencia emocional “es la suma de dos cosas: la primera, saber traducir la emociones en acciones acertadas y tomadas en el momento idóneo, y la segunda entender las emociones de los demás para estrechar las relaciones”.
Por su parte, Travis Bradverry escribe en su libro Inteligencia Emocional 2.0 que “las personas que embotellan sus emociones, tardan muy poco en padecer, estrés, ansiedad y tensión”, y añade: “la persona que posee inteligencia emocional es empática y amable, sabe poner límites y resolver problemas sin emocionarse y sin crearse enemigos”.
Añadamos a todo ello algunas definiciones de política. Desde Confucio, que nos habla de la aptitud ética del hombre virtuoso; pasando por Platón, que considera todos los sistemas corruptos; Aristóteles, que apuntó que toda forma de gobierno puede tener una vertiente correcta y otra incorrecta; hasta Maquiavelo, para quien el fin justifica los medios.
Necesitamos líderes que tengan el objetivo de unir voluntades y coser heridas sin mentir, con generosidad
Partiendo de ahí, concluiremos que la situación política catalana actual no se solucionará jamás hasta que nuestros políticos usen su inteligencia emocional -si la tienen- y dejen de someter a los ciudadanos a chantajes emocionales, gestionando el complicado entuerto en el que nos hallamos y del que algunos no parecen demasiado interesados en salir. Orwell nos habla del”doublespeak” y “doublethink”, es decir , xenófobos y autoritarios ejerciendo en nombre de la democracia y la tolerancia.
Escribo estas líneas desde la distancia, la tranquilidad y desde un paraje tranquilo, agreste pero también salvaje y virgen, y me doy cuenta de que la selva está en lo que nosotros hemos convertido y llamado civilización. En catalán, definiríamos la situación que vivimos hoy en Cataluña como el “embolica que fa fort” (envuelve que hace fuerte). Algunos te cuentan relatos que si no los hubieras vivido personalmente acabarías creyéndotelos.
Visto lo sucedido el 21-D, o hay una cierta voluntad de hallar soluciones o sufriremos las consecuencias casi todos; el casi me lo reservo, pero me temo será duro. Parece que el que más habla, difunde, pregona, es quien tiene la razón y, si no se la dan, son los demás los equivocados; es el efecto post verdad.
La sociedad del fake news está embotellada, con ansiedad, tensión y estrés, y este no es el camino. Necesitamos líderes generosos y tolerantes que no débiles. Éticos y con verdadera vocación pública, que no partidista, que tengan el objetivo de unir voluntades y coser heridas sin mentir, con generosidad. Sólo así saldremos de este terrible atolladero que tiene visos de enquistarse y que realmente espero no se malignice mas. Espero que no le demos la razón a Maquiavelo. Pese a todo, un halo de optimismo me embarga; no es racional, es sólo una intuición y no suele fallarme. ¡Ojalá acierte y salgamos de este maldito dislate en el que todos, unos y otros, nos hallamos!
*** Gabriel Masfurroll Lacambra es empresario y presidente del Consejo Social de la UAB.