¡Óscar Pérez lo logró! ¡Los derrotó muriendo con valor y dignidad! Tuvo la entereza que no tuvo ni el mismo Hugo Chávez cuando, rendido el 4 de febrero de 1992, aprovechó su intervención de un minuto en la televisión para causar un auténtico terremoto, al pronunciar aquel famoso “por ahora”, nacer a la vida política de Venezuela y provocar la mayor tragedia que jamás ha vivido nuestra sociedad.
Gozaron los insurgentes de entonces, incluido un acobardado Diosdado Cabello, de todo el respeto a sus derechos ciudadanos, sin reparar en que habían cometido un acto de traición, al utilizar las armas que la patria les había confiado, para insurgir en contra de sus instituciones democráticas.
También el 11 de abril de 2002, cuando Hugo Chávez provocó la Masacre de El Silencio, sus derechos fueron resguardados, se le ofrecieron todas las garantías, se respetó su vida y hasta se le brindó el auxilio espiritual, que requirió entre lágrimas y sollozos.
El régimen procedió a ejecutar extrajudicialmente a Óscar Pérez y a quienes le acompañaban
Con Óscar Pérez sucedió todo lo contrario. Hasta 600 hombres de los diferentes organismos de Inteligencia, Seguridad del Estado, de las Fuerzas Armadas y grupos terroristas paramilitares, que actúan a las órdenes del alto gobierno, fueron movilizados para reducir de manera artera, cruel y despiadada, a un grupo de ocho personas, entre ellas una mujer y un niño, que habían manifestado su disposición de rendirse y entregarse a las autoridades.
Más de 150 vehículos transportaron aquel extenso y macabro pelotón de verdugos, que han protagonizado una de las páginas más tristes y vergonzantes de la historia de nuestras Fuerzas Armadas, pues valiéndose de la superioridad numérica, haciendo uso de fusiles automáticos de asalto, carros blindados, tanques, lanza misiles y granadas, con un escandaloso poder de fuego, procedieron a ejecutar extrajudicialmente a Óscar Pérez y las personas que le acompañaban, incluyendo en la operación los correspondientes tiros de gracia.
Lo que nunca pudieron imaginar era que aquellos ocho hombres ya heridos, mantuvieran su firmeza y dignidad, como nunca ellos lo habrían hecho, para con una valentía poco común, grabar en vídeos su sacrificio, permitiendo que todo el mundo se enterara, en tiempo real, de lo que estaba ocurriendo aquella mañana del 15 de enero pasado, y especialmente, que esa Comunidad Internacional, que no termina de reaccionar, evidenciara finalmente el carácter de un régimen violador de los derechos humanos, que ha cometido uno de los crímenes más odiosos que hayamos conocido jamás.
Nunca un aparato tan inofensivo como un teléfono ha sido un arma con tanto poder destructivo
Las imágenes demoledoras de La Masacre del Junquito remueven la conciencia de todos, para llevarnos a la conclusión de que esto no puede continuar, que hay que ponerle fin a nuestra tragedia, para honrar el sacrificio de Óscar Pérez y los suyos, de los 140 jóvenes inmolados el año pasado, de los asesinados anteriormente, de los miles de heridos y detenidos ilegalmente, de los torturados, de los perseguidos y de todos aquellos que han sufrido en sus carnes la acción de unos criminales desalmados.
Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Néstor Reverol, Freddy Bernal, Tarek El Aissami, y tantos otros que tendrán que responder ante la justicia como autores mediatos de este crimen de lesa humanidad, perdieron su última batalla. Pensaron que pasando por encima de la vida de estos mártires con toda la fuerza arrolladora de sus ejércitos y armas, iban a lograr una gran victoria, pero resulta que el valor de Óscar Pérez y sus compañeros, armados tan sólo con un teléfono celular, los ha derrotado.
Nunca antes un aparato tecnológico tan aparentemente inofensivo como un teléfono celular, ha evidenciado ser un arma con tanto poder de destrucción.
¿Y ahora qué?
*** William Cárdenas Rubio es abogado y coordinador de la Plataforma Democrática Venezolanos en España.