Hace una semana EL ESPAÑOL publicó la Tribuna “¿Trece millones de pobres en España?”, firmada por Diego Barceló, que pone en cuestión los datos contenidos en el informe “El Estado de la Pobreza”, de la EAPN-ES y disponible aquí.
Como autor del informe, estoy de acuerdo en que 13 millones de personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social constituyen una cifra enorme y, añadiría yo, incompatible con el Estado social y democrático de Derecho definido en nuestra Constitución. Aparte de eso, la confusión conceptual, algún error importante y cierto sesgo en la utilización de los datos, que en el artículo aparecen mezclados sin solución de continuidad con las legítimas opiniones personales de su autor, me obligan a realizar algunas aclaraciones con cierto detalle.
En primer lugar, los principales datos del informe “El Estado de la Pobreza” son idénticos a los que publica EUROSTAT y el Instituto Nacional de Estadística, y esto es porque son oficiales y se construyen mediante una metodología homologada y aceptada por la Unión Europea. No cabe, por tanto, ninguna argumentación del tipo “me parece más importante…”, “no cuadra con el panorama…”, “lo que cualquiera se imagina…”, ni otras expresiones subjetivas que incluye el artículo, comprensibles desde la opinión personal, pero no válidas para analizar la realidad de la pobreza y exclusión.
Con las normas establecidas por la UE, en España hay 13 millones de personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social. Si alguien piensa que los criterios con los que se obtiene esa cifra no son correctos, lo que hay que hacer es convencer a la Unión Europea y a todos los estados miembro que lo acordaron por unanimidad.
No debe confundirse la situación económica concreta de las personas con los datos macroeconómicos
En segundo lugar, Eurostat, el INE y el propio informe “El Estado de la Pobreza”, indican que la Tasa de riesgo de pobreza en 2016 es del 22,3%, cifra que es la más alta de toda la serie histórica y supone unos 10,3 millones de personas. Según Barceló, esto parece “incoherente con lo que uno ve cuando se mueve por España”, razón por la cual afirma que “la verdadera situación de pobreza se limita, como máximo, a aquellos 2,6 millones de personas con Privación Material Severa”.
Posteriormente, el artículo avanza en esa línea y acaba identificando pobreza y hambre, que es “el criterio que cualquiera asociaría a la pobreza”, lo que le permite quedarse sólo con los 1,3 millones de personas que no pueden consumir cada dos días una ración con proteínas. Así, se eliminan 8,7 millones de pobres y se afirma, sin más argumento, que “la situación está en clara mejoría”. Respecto a esto último, no debe confundirse la situación concreta de las personas con los datos macroeconómicos; los datos pueden mejorar si se crean o perfeccionan las políticas de protección social dirigidas a los más vulnerables.
Esta confusión interesada entre pobreza y miseria, permite, además, fomentar una imagen distorsionada de la pobreza cuyo fin último es ocultarla o, directamente, negarla. En este sentido, si la pobreza y la exclusión son equivalentes a dormir en los cajeros de los bancos y pedir en las iglesias, entonces no existen esos 13 millones de personas que la padecen y esa cifra no es más que una exageración interesada de las ONG que quieren distorsionar la realidad para obtener más recursos. ¡Qué se nos diría si no utilizásemos datos oficiales!
En España Eurostat, el INE y el propio informe “El Estado de la Pobreza”, indican que son pobres el 14,1% de las personas con trabajo, el 42,2% de las que viven en hogares monoparentales, la mitad de los parados (48,5%), el 22,1% de las mujeres y el 28,9% de los menores de 16 años. La práctica totalidad de estas personas hablan por teléfono, ven la televisión y no van a lavar la ropa al río; es decir, no viven en las condiciones de miseria que el artículo identifica con la pobreza. Sin embargo, son personas pobres, y su hábitat son los municipios rurales, los barrios populares de las ciudades, los lineales de congelados en los supermercados de descuento y la cola del paro. Ese país existe y se puede ver cuando uno se mueve por España. Es grande.
Cuando la economía española funcionaba a toda vela, la tasa de pobreza osciló entre el 20% y el 21%
En tercer lugar, en el artículo aparecen algunas frases confusas sobre los indicadores y conceptos matemáticos subyacentes. Por ejemplo, se afirma que “la mitad de las personas en riesgo de pobreza lo está por tener una renta inferior al 60% de la renta mediana”. La verdad es que no es la mitad sino el total, porque esa es exactamente la definición de pobreza que se utiliza en el ámbito europeo. ¿Y la otra mitad, son pobres por alguna razón diferente?
También se afirma que “es imposible acabar con la pobreza: por definición, siempre habrá una porción significativa (de la población) que ingrese menos del 60% de la renta mediana”. El argumento no es correcto. Pongo un ejemplo sencillo y nada sospechoso de extremismo: si una ley de renta mínima complementara los ingresos de todos los hogares pobres hasta los 690 euros mensuales por unidad de consumo, la mediana de ingresos no se movería; por lo tanto, el umbral de pobreza se mantendría en los 684 euros mensuales actuales y no habría ni una sola persona que ganara menos que eso, es decir, nadie estaría en riesgo de pobreza.
En este punto, es imprescindible decir que la pobreza y la exclusión social son asuntos serios y muy importantes, porque la suerte de millones de personas está en juego, y las cuestiones expuestas denotan la importancia de avanzar en el conocimiento, formación y sensibilización de las personas, para que se puedan tratar con el necesario rigor.
Finalmente, respecto a la recuperación: si bien entre 2014 y 2016 la renta media ha crecido algo, el incremento sólo ha conseguido recuperar las rentas de 2008 en el 40% más rico; para el 60% restante, es decir, para la gran mayoría de la población, la recuperación no ha llegado todavía. Sobre la última afirmación, “de lo que se deduce (…) que una economía que funcione bien es la mejor amiga de los pobres”, sólo hay que remitirse a la historia reciente: entre los años 2004 y 2008, cuando la economía funcionaba a toda vela, había pleno empleo, se firmaban hipotecas, se gastaba a tutiplén y se construían las autopistas y aeropuertos que ahora están quebrados o recomprados con dinero público, la tasa de pobreza osciló entre el 20% y el 21%. Es lo que tiene el crecimiento sin distribución.
Comencé manifestando mi acuerdo con la primera frase de Diego Barceló. Lamentablemente, también estoy de acuerdo con la última; es cierto, la economía que funciona bien es la mejor amiga de la pobreza, pero por sí sola, la mantiene vivita y coleando…
*** Juan Carlos Llano Ortiz, investigador social, es autor del informe 'El Estado de la Pobreza', de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES).