Se puede ser creyente o ateo, de derecha o izquierda, pobre o rico, es respetable. Lo que no se puede es negar la evidencia de los hechos y pretender ser respetado. Esto es lo que el gobierno de Nicaragua ha hecho en la asamblea extraordinaria del viernes pasado en la OEA ante el informe que presentaba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre las graves violaciones a los derechos humanos de los últimos dos meses en Nicaragua.
Era de esperar, el gobierno de Ortega es experto en manipular la realidad. Igual que consiguen que en las elecciones voten los muertos, ahora también resucitan a los que han asesinado. Solo tres ejemplos:
1.La CIDH certifica 212 muertos; Denis Mocanda, el canciller de Nicaragua, dice que muchos de esos en realidad solo se hicieron los muertos, que solo son 98. Que se lo diga a sus madres.
2. La CIDH concluye que existen grupos parapoliciales con armas letales, mientras Moncada habla de vándalos desestabilizadores del orden público a los que hay que someter. Hoy es una honra llamarse vandálico en el país.
3.La CIDH demuestra que hay represión del derecho de la libertad de expresión y manifestación; el canciller dice que el gobierno restablece el derecho a la libre circulación y el trabajo. Para ello dispara contra los que guardan las barricadas.
Hay certificados 212 muertos, más de 1.300 heridos, más de 500 presos y muchos desaparecidos
Pero la Comisión Interamericana de Derechos Humanos basa su informe en datos concretos, mientras que Moncada es incapaz de demostrar con datos ninguna de sus afirmaciones. 212 muertos, más de 1.300 heridos, más de 500 presos, muchos desaparecidos, todos con nombres y apellidos. Un pueblo desarmado contra todo un aparato de represión. Además, con fuerzas parapoliciales, uso de armas letales, prohibición de asistir a los heridos en hospitales, disparos certeros en manifestaciones masivas, censura de medios de comunicación, intimidación y amenazas a personas que luchan por los derechos humanos (entre ellos obispos y sacerdotes), en definitiva, violaciones graves de derechos fundamentales de las personas.
El informe es espeluznante y recomiendo su lectura. Es la foto del dolor desesperado de un pueblo que ha dicho basta a una dictadura. Su lucha comenzó en abril por una ley injusta de la Seguridad Social. De eso ya nadie se acuerda. La represión sangrienta empezó desde el primer día y como una olla de presión saturada, la protesta social explotó en una lucha pacífica (pero firme) por la salida del gobierno actual.
Considero que existen tres factores que encaminan hacia la victoria al pueblo nicaragüense:
1.El uso de las redes sociales. No es lo mismo ver que no ver. Cuando vemos, se activan en nosotros las neuronas espejos y surge la empatía hacia el más débil. En Nicaragua existe la censura, pero esta se está saltando gracias a la transmisión en directo de canales de televisión por YouTube y Facebook Live. Además, los testimonios directos de los protagonistas de las protestas llegan en tiempo real por medio de Twitter, Facebook e Instagram. Fotos, vídeos, narraciones, de todo lo que acontece, traspasan las fronteras del país minuto a minuto bajo los hashtags #SOSNicaragua, #gritoPorNicaragua, #CESELAREPRESIÓN, #FueElEstado, etc. El poder de la palabra sigue siendo el más poderoso a pesar de las armas.
En Nicaragua no existen partidos de oposición porque Ortega se encargó de eliminarla desde las propias leyes
2.La unión del pueblo sin líderes políticos. En Nicaragua no existen partidos de oposición porque Ortega se encargó de eliminarla desde las propias leyes. La lucha ha surgido espontánea gracias al fuerte valor de la familia propio del pueblo nicaragüense. Recordemos que las protestas iniciales fueron por la Ley de la Seguridad Social que afectaba a los jubilados. Sus nietos son los actuales universitarios que salieron en su defensa de inmediato. La unión del pueblo es gracias a esa unión de los nietos a sus abuelos y de los abuelos a sus nietos. Una unión mucho más fuerte que la que puede suscitar la pertenencia a cualquier partido político. Sumémosle a eso el hastío de todos por más de 30 años de dictadura.
3.El papel de la iglesia y la fe del pueblo. Tan religioso es el pueblo nicaragüense que hasta el actual gobierno de Ortega se autodenomina "cristiano". No porque lo sean, sino porque sin esa marca nunca habrían llegado donde hoy están. Sin embargo, el auténtico cristianismo en Nicaragua hoy tiene su referencia en la Conferencia Episcopal Nicaragüense. Incluso para los no católicos, son los verdaderos líderes espirituales del pueblo, tanto que los llaman "héroes sin capa pero con sotana". Entre ellos destaca la figura del obispo auxiliar de Managua, el carmelita Silvio José Baéz a quien amigos del gobierno han amenazado de muerte más de una vez.
La última hazaña de estos héroes con sotana fue el jueves pasado cuando estaban atacando la ciudad de Masaya y el Nuncio, el Cardenal, los obispos y 30 sacerdotes decidieron personarse en el lugar del asedio. Los sicarios huyeron, el pueblo entero salió a la calle a recibir a sus pastores, que tal cual la película La Misión, se fueron abriendo paso por las calles entre barricadas con el Santísimo en la mano mientras el río de gente cantaba, gritaba, se arrodillaba, los querían tocar. La Iglesia, además, tiene ahora el papel de mediadora en la mesa de diálogo creada para la solución pacífica del conflicto. En esa mesa participan representantes de la sociedad civil y el gobierno.
Es muy difícil ganarle a las denuncias de las redes sociales, más difícil aún ganar a todo un pueblo unido, y mucho más complicado si, además, su fe es tan fuerte y sus obispos son tan respetados y admirados. Ortega tiene sus días contados. ¿Cuánto tiempo más puede seguir reprimiendo letalmente a su pueblo? Cada muerte es una lanza contra su propia vida política. El pueblo de Nicaragua espera con confianza la visita de los organismos internacionales que le ayuden a solucionar el conflicto, pero tiene también muy claro que "solo el pueblo salva al pueblo". He de decir que el pueblo de Nicaragua hoy es un ejemplo para el mundo.
*** Xiskya Valladares es filóloga, periodista y doctora en Comunicación.