Ortega no se va. Lo dijo el sábado pasado. No habrá adelanto de elecciones en Nicaragua. No solo no se va, sino que ha intensificado su represión e iniciado una campaña contra la Iglesia Católica. Así procede un tirano.
Este lunes pasado envió a las llamadas “turbas” a asediar a monseñor Waldemar Somertag, nuncio del Papa, al cardenal Leopoldo Brenes y a los obispos Silvio Báez y Miguel Mántica. El ataque ocurrió cerca del mediodía en la Basílica Menor de San Sebastián de la ciudad de Diriamba. Todo parece indicar que iban, sobre todo, a por el obispo Báez, quien resultó herido en un brazo con un objeto punzante que podía haber sido dirigido a la cabeza o al tórax. Gran error por parte del Gobierno, porque tocar a los obispos ha sido revestirlos de más autoridad y admiración ante los ojos del mundo y del pueblo.
El mismo día saqueaban una iglesia en Jinotepe, golpeaban a un sacerdote en Diriamba y arremetían contra otros con amenazas e intimidaciones físicas y montajes fotográficos. La tarde anterior habían entrado en la comunidad religiosa del colegio San José de Jinotepe y habían destrozado la casa de las Hermanas, mientras las interrogaban encañonándolas.
Esta campaña contra las personas de la Iglesia Católica la había inaugurado Ortega el sábado 7 de julio en el mismo discurso en que anunciaba que no se iba. En él, se refería a la Iglesia Católica como "aquellos que lanzan maldiciones y nos sentencian a muerte en nombre de instituciones religiosas". Su malestar hacia los obispos y sacerdotes había ido in crescendo desde que estos se habían puesto a defender a las personas cuyos derechos humanos han sido violados una y otra vez. Esto no justifica de ninguna manera el llamarles asesinos como hicieron sus “turbas” el lunes en Diriamba. Pero es que eso entra dentro de la táctica de Ortega, que se presenta ante los suyos como defensor de la paz y víctima de los golpistas.
Van por las casas con lista en mano para matar o apresar a los que colaboran con los jóvenes de las barricadas
Por supuesto que la represión y la masacre continúan creciendo minuto a minuto también hacia el pueblo. Cada día mueren más personas, desaparecen otras y hasta una fosa común se ha encontrado en Carazo. Van por las casas con lista en mano para matar o apresar a los que colaboran con los jóvenes de las barricadas; a una pareja de ancianos de 80 años los detuvieron en San Juan del Sur solo por dar una taza de café a los muchachos. Ser detenido por la Policía o parapolicías en Nicaragua es ser torturado. Los vecinos del poblado La Esquina oían los gritos que salían de la cárcel, y las fotos denigrantes e inhumanas que circulan por las redes sociales dan escalofrío: cuerpos morateados, atados a cuerdas cual animales, algunos de rodillas, todos desnudos.
La situación ha llegado a tal grado que los obispos, defensores y mediadores de la mesa de diálogo para la democratización de Nicaragua, se habían planteado la necesidad de valorar la continuidad de ese diálogo estancado. En su homilía del domingo pasado, monseñor Silvio Báez decía: "No podemos seguir sentándonos con los representantes de un Gobierno que miente, que no acepta su responsabilidad y que continúa masacrando a la población civil". "La Iglesia continuará del lado de las víctimas", "se equivocaron aquellos que creían que el diálogo nacional era sofocar las reivindicaciones sociales y la crisis que se ha desarrollado desde el 18 de abril". Sin embargo, después del ataque ocurrido a ellos mismos, han decidido continuar como mediadores en la mesa de diálogo nacional. Una decisión muy cuestionada por muchos, pero en mi opinión, muy inteligente.
Con todo esto, Ortega hace oídos sordos a los múltiples llamados de los organismos internacionales pro derechos humanos que están en el país pidiendo una y otra vez el cese de las matanzas. La OEA, la CIDH, la ONU, la UE, están viendo in situ lo que el pueblo está sufriendo. El miércoles se reunió el consejo permanente de la OEA para tratar la crisis del país. Nicaragua y Venezuela volvieron a rechazar los informes de la CIDH con los mismos argumentos: el informe es subjetivo, es el Gobierno el que sufre a unos golpistas, son los protestantes los que asesinan y torturan. Los demás Estados, sin embargo, no coinciden con ellos.
Estrategia es el plan, táctica es la práctica. Ortega, aunque va cambiando de modus operandi, continúa con su misma estrategia: hacerse la víctima de unos golpistas, usar la fuerza para devolver la paz y el orden al país, y manipular la realidad para que parezca que es verdad las dos afirmaciones anteriores. Sus tácticas están acorde a esta estrategia.
La consigna del Gobierno es que todo el que critica al régimen es un desestabilizador del orden público
La primera, presentarse como el defensor principal de la paz en Nicaragua. Obviamente, así justifica su uso indiscriminado de las armas. Lo decía el otro día: "Cristo nunca dijo: 'Mata a tu Hermano'… Cristo dijo: 'Ama a tu hermano como a ti mismo', y eso es lo que tenemos que practicar todos los nicaragüenses sin excepción… Nuestro mayor compromiso es defender la paz". Una defensa que ha dejado ya más de 330 asesinados en 81 días, más de 2.000 heridos (con prohibición de asistirlos en hospitales públicos), incontables detenidos y torturados, poblaciones enteras intimidadas. Y muy pocas bajas entre los suyos.
¿Cómo puede predicar alguien el amor al hermano con las manos manchadas de sangre? Todos los datos están recogidos en los informes de las comisiones de derechos humanos que están trabajando en el país y que confirman que se trata de "una represión letal por parte del Gobierno". La paz que defiende Ortega es la paz de los cementerios donde todos callan.
La segunda, hacerse víctima de unos “golpistas” acusándolos de odiadores por protestar contra él. En su discurso, Ortega afirma que Nicaragua "está siendo destruida por personas que se han dedicado a sembrar odio". Su mujer, Rosario Murillo, llama “vándalos” a los que practican su derecho de libertad de protesta; Ortega les llama “golpistas”.
Su consigna es que todo el que critica al régimen es un desestabilizador del orden público, un sembrador de odio contrario a la paz. Y esto es motivo suficiente para recibir amenazas, o ser encarcelado o ser asesinado. ¿No es esto propio de dictaduras? Así lo hacen saber sus trolls a quien critica sus prácticas en redes sociales. Por eso, también arremete contra la Iglesia Católica porque es la institución que más verdades le está diciendo cada día. Sin embargo, odio es lo que destilan sus sicarios y los tuits de sus huestes.
Ortega ha traído periodistas venezolanos que se infiltran en las protestas para manipular la información
La tercera, manipular la realidad mediante fake news que confundan y desestabilicen emocionalmente a la gente. Está en su plan de comunicación que se filtró de una reunión que mantuvieron los de su partido. Pero, además, se puede ver en las redes sociales. Su hashtag es #NicaraguaQuierePaz, pero en sus tuits acusan de odio y amenazan a todo el que denuncie la violación de derechos humanos del pueblo.
Ha traído periodistas venezolanos que se infiltran en las protestas para grabar videos que luego manipulan, crean tuits falsos de obispos a los que hacen decir lo que nunca han pensado, publican fotos manipuladas con Photoshop, amenazan a periodistas independientes, crean campañas con fábricas de trolls de Venezuela, inventan noticias falsas acerca de las personas disidentes del régimen. Son expertos en cinismo y mentira, saben que es el nuevo sistema de los políticos para engañar a los pueblos.
Ortega define su gobierno como "cristiano, solidario y socialista", sin embargo, hace poco leía en un tuit: "cristiano sin amor al prójimo, solidario con las balas, socialista sin sociedad". Un cristianismo que nada tiene que ver con Cristo, sino con una ideología que él ha tergiversado. Una solidaridad que ni siquiera existe con el pueblo más sencillo que es el que hoy está siendo masacrado. Y un socialismo que solo ha servido para enriquecer a su familia. Estamos en toda regla ante una dictadura que en estos momentos está utilizando mercenarios para sobrevivir. Pero ¿hasta cuándo?
Nicaragua es un país pequeño, en el corazón de Centroamérica, pero grande en sus valores humanos. Durante años, ha sido el paraíso vacacional de muchos extranjeros, incluso europeos. Hoy necesita más que nunca la solidaridad de todos.
*** Xiskya Valladares es filóloga, periodista y doctora en Comunicación.