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LA TRIBUNA

Por una intervención humanitaria en Venezuela

La autora pide que la comunidad internacional intervenga en el país caribeño para acabar con la agonía que vive el país. Asegura que el derecho internacional avala esa actuación. 

25 octubre, 2018 00:48

Hace pocos días, la actriz Angelina Jolie estuvo en Perú para comprobar la situación en la que se encontraban los miles de refugiados venezolanos en el país. Jolie –embajadora del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)– expresó su preocupación por lo que vio. Por su papel institucional, ha recorrido campos de acogida por todo el mundo, desde Afganistán hasta Yemen, lugares devastados por los conflictos bélicos.

Es enormemente significativo que ACNUR envíe a su más influyente representante a conocer –y, lo que es más importante, a dar a conocer– la situación de las personas que huyen de Venezuela. Consciente de su capacidad para despertar conciencias, lamentó que hubiera llegado a suceder algo que era “predecible y evitable”. Se hizo eco de las terribles historias que le contaron los refugiados. Se notaba que estaba especialmente conmovida. 

Lo dramático de la situación venezolana es, precisamente, que al contrario de otras crisis de refugiados no se deriva ni de un desastre natural ni de una guerra. Sin ignorar el peso que han podido tener la corrupción, la ideología y la incompetencia del régimen, las pruebas demuestran que la crisis humanitaria que sufre el país es una operación política. Sólo así pueden entenderse las medidas disparatadas y, en especial, la criminal renuncia de Nicolás Maduro a abrir un canal humanitario y solicitar ayuda internacional.

Literalmente, el dictador está sometiendo a su pueblo al hambre y a la enfermedad. ¿Su objetivo? Impedir que el descontento y el hartazgo impulsen una nueva movilización, esta vez definitiva, que lo expulse del poder junto a su camarilla. Una ciudadanía hambrienta apenas tiene energía más que para perseguir su propia supervivencia. Además, entre los dos millones y medio de venezolanos que han huido de su propio país está buena parte de la juventud que más y mejor podría organizarse contra el narco-régimen.

Por lo tanto, no es una zona de guerra –aunque entiendo que Jolie utiliza la imagen para estimular la solidaridad de la opinión pública–. Es un régimen entregado a la persecución y al crimen. Los misteriosos designios de la opinión pública moderna han hecho que el flagrante asesinato del concejal opositor Fernando Albán en las dependencias del Sebin (policía política del chavismo) no haya provocado el terremoto que sí se ha producido con el descuartizamiento del periodista saudí Jamal Khashoggi. Pero los que seguimos el drama venezolano sabemos que no hay apenas diferencias (Albán también fue torturado, como todos los opositores que pasan por el Sebin). Y nos preocupa enormemente que la insuficiente reacción internacional incentive al régimen a continuar por la senda del asesinato político.

El régimen debe liberar a los presos políticos, restablecer las instituciones legítimas y convocar elecciones 

El expresidente colombiano Andrés Pastrana alertó a principios de esta semana acerca de un plan para matar a una de las figuras más destacadas de la oposición democrática venezolana: María Corina Machado. La voz de María Corina se alza a diario contra los abusos del régimen, sin que parezca que le afecten las amenazas y el agotamiento que produce una lucha tan larga y dura. Pastrana sabe que haciendo públicos los planes criminales se reducen las posibilidades de que se lleven a su cruel fin.

El actual presidente de Colombia, Iván Duque, ha visitado Europa esta semana, y me consta que la crisis de su país vecino ocupa un lugar destacado en su agenda. Yo no estuve en Perú, como Jolie, pero estuve en Cúcuta, en la frontera entre Colombia y Venezuela, que a diario cruzan miles de venezolanos para conseguir la comida y las medicinas que ya no encuentran en su país. Las autoridades colombianas merecen la gratitud de todos por la labor que desempeñan en unas condiciones muy difíciles.

Confío en que Duque contribuya a apuntalar la posición europea respecto a Venezuela. El Gobierno español ha invocado de forma irresponsable la palabra mágica del siniestro Zapatero: “diálogo”. Como he explicado esta misma semana en el pleno del Parlamento Europeo, en las condiciones actuales no puede haber diálogo alguno, sólo chantaje.

Por suerte, parece que el giro que pretendía el gobierno de Sánchez no se ha impuesto, a juzgar por la intervención de la Alta Representante Federica Mogherini. Sólo podrá haber un verdadero diálogo si el régimen libera a todos los presos políticos, restablece el orden constitucional y las instituciones legítimas, abre un canal humanitario y convoca unas elecciones limpias. Esta es la posición de la Unión, y en particular de la Eurocámara, expresada en una serie de resoluciones, la última de las cuales se ha debatido esta misma semana.

Hace tiempo que Venezuela dejó de ser el problema de un país para convertirse en la principal amenaza de la región

Europa tiene la obligación de vigilar y proteger. De vigilar la evolución de los acontecimientos en Venezuela para actuar en consecuencia. Y de proteger a los millones de ciudadanos venezolanos cuyas vidas se están viendo comprometidas. Ya han muerto centenares en la brutal represión, pero es incalculable la cifra de vidas perdidas por causa de esta crisis humanitaria salvaje e inducida.

La Unión debe promover en las instituciones internacionales una intervención humanitaria. La situación es ya catastrófica, pero puede empeorar todavía más. Hace mucho tiempo que dejó de ser el problema de un solo país para convertirse en la principal amenaza de la región. Los venezolanos están huyendo. Los que pueden vienen a España o se trasladan a Estados Unidos. La mayoría busca refugio en países de América Latina: Colombia, Ecuador, Perú, Argentina, Brasil… Crece la presión migratoria, aparecen campos de refugiados y se despiertan –no nos sorprenderá– los instintos xenófobos que provocan reacciones minoritarias pero que no hay que desatender. Si el mundo no actúa, tal vez en unos años lo lamentemos profundamente y nos preguntemos –como ocurrió en otras tragedias– por qué no hicimos nada.

A nadie le gusta llegar a este extremo, pero creo que es hora de poner la posibilidad de la intervención humanitaria en Venezuela sobre la mesa. Está contemplada en el derecho internacional y amparada por las instituciones mundiales. Exige un proceso jurídico complejo y un gran esfuerzo de consenso.

Por más que el mundo no parezca vivir el momento más propicio para la acción coordinada, va en interés de todos evitar que Venezuela siga en caída libre. Del mismo modo, interesa a todo el mundo que los crímenes que el régimen chavista ha cometido durante todos estos años sean perseguidos en la Corte Penal Internacional y sus responsables castigados. El orden multilateral de raíz liberal que emergió de la posguerra nos protege a todos de la arbitrariedad de los gobernantes tiránicos. Defender hoy a nuestros hermanos venezolanos es defendernos a nosotros mismos, en la medida en que compartimos unos derechos humanos inalienables. Hagámoslo por ellos y por nosotros.

*** Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE). Acaba de publicar 'Eres liberal y no lo sabes' (Deusto).

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