Si tienen un “bientratador” a mano, abrácenle, bésenle. Tendrán más de uno, así que hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, bésenles, abrácenles.
Ellos son la clave: hombres dignos que tratan a las mujeres como iguales, que las quieren, las aman o las desean, o todo a la vez, pero siempre las respetan, en la misma medida en que son respetados por ellas. Afortunadamente, estos hombres son mayoría. Y son los encargados de convertirse en modelos para quienes vienen detrás.
La erradicación de la violencia de género no es una labor a corto plazo. De hecho, en ocasiones, se adoptan medidas encaminadas a minorar las cifras de las víctimas, y estas aumentan, mientras observamos atónitos el espectáculo más bochornoso de la barbarie humana. La clave, y lo habrán escuchado y leído hasta la saciedad, es la educación. Por eso, hoy rendimos tributo a aquellos hombres que son un ejemplo para todos los niños y los chicos, que están aprendiendo cómo tienen que ser las relaciones humanas.
La realidad es que, para visibilizar los avances, hay que considerar, además de la educación –o bien formando parte de ella– la socialización, concebida como el desarrollo integral de la persona, que estimula la incorporación de los valores sociales predominantes y de las conductas y roles interiorizados y normalizados, que tenderán a reproducirse y perpetuarse.
En 2006, conocí a Rosalind B. Penfold, cuando vino a España a presentar su libro Quiéreme bien. Todavía podrán encontrar algún ejemplar. Era su historia de maltrato, dibujada en pañuelos de papel, servilletas y papel higiénico. Dibujaba esas viñetas cuando se encerraba a llorar, mientras vivía presa de una historia horrible. Jamás olvidé el texto de la última, esa que simbolizaba la libertad. Ella salía de su casa con una maleta y él, con rostro desencajado, casi suplicante, le espetaba: “Nunca encontrarás a un hombre que te quiera más que yo…”, a lo que ella, serena, respondía: “No deseo un hombre que me quiera más. ¡Deseo un hombre que me quiera mejor!”.
Ante esta respuesta, cualquier especialista podría objetar que es síntoma de una innegable dependencia emocional o, incluso, codependencia, porque la mujer no concibe la vida sin pareja –tras la situación de maltrato–. Por eso, se debería añadir esa cita de Elaine Maxwell, que miles de exvíctimas han repetido como un mantra: “Mi voluntad conformará mi futuro. Si fracaso o triunfo no será por un hombre sino por mí. Soy la fuerza; puedo despejar cualquier obstáculo ante mí o perderme en el laberinto. Yo decido; yo soy responsable; gane o pierda, solo yo tengo la llave de mi destino”.
Miles de exvíctimas han repetido como un mantra esta frase de Elaine Maxwell: “Mi voluntad conformará mi futuro. Si fracaso o triunfo no será por un hombre sino por mí"
Para esta recuperación de la independencia y la autonomía de las mujeres, tenemos que caminar unidas a los hombres. Ellos representan el 49% de la población y, aún hoy, muchas de las instituciones donde se toman las decisiones y organismos de los que dependen las agendas políticas, están mayoritariamente compuestos por hombres.
Les necesitamos para todo. Son parte de ese cambio social que ya postulara Mary Wollstonecraft (madre de la escritora Mary Shelley) cuando decía que ella no quería que las mujeres tuvieran poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas.
Y hoy, más de dos siglos y cuarto después, la misión sigue siendo la misma: la de superar la herencia histórica de un sistema patriarcal. La violencia contra las mujeres no es solo la violencia ejercida en el ámbito de la pareja o de las relaciones sentimentales. También hablamos de trata, de mutilación genital, de utilización de los cuerpos de las mujeres en los conflictos armados, de la privación de toma de decisiones sobre su salud sexual y reproductiva, de agresiones sexuales y violaciones…
Nos equivocamos si creemos que esta es la lucha de las mujeres. Tenemos que caminar como sociedad, la totalidad de la ciudadanía –hombres y mujeres– para cambiar lo que nos avergüenza a todos, como personas, como seres humanos.
Por eso, les pido que besen a todos los “bientratadores” que tengan cerca, que les agradezcan ser como son. Porque quienes disfruten del privilegio de vivir desde el respeto y la igualdad en todos los ámbitos de su vida –también en sus relaciones de pareja–, además de ser ejemplos en sus casas y en su entorno, si tienen que tomar decisiones que afecten a colectividades, las tomarán desde la normalidad del sentido común. O lo que es lo mismo, con perspectiva de género, que no es otra cosa que la fuerza de la razón, encaminada a barrenar perversas construcciones aprendidas.
***Cruz Sánchez de Lara Sorzano es Socia Directora de Sánchez de Lara Abogados, Consejera de EL ESPAÑOL y Presidenta de THRibune for Human Rights