Dos Papas y dos Reyes
El autor reflexiona sobre la difícil convivencia entre Felipe VI y Juan Cralos I en un momento en el que la ofensiva del populismo y la extrema izquierda contra la Monarquía es mayúscula.
La fotografía de S.M. el Rey Juan Carlos en Dubai, saludando al príncipe heredero de Arabia Saudí, ha dado la vuelta al mundo y ha causado numerosas críticas dentro y fuera de nuestras fronteras.
El deterioro de la imagen del padre del Rey no se compadece con el conjunto de méritos acumulados desde la Transición hasta el día de su abdicación: el activo supera con mucho al pasivo. Don Juan Carlos demostró su indudable generosidad y entrega desde los duros inicios de su regreso a España tras el exilio en 1948. En 2014, una vez que Don Juan Carlos decidió firmar su abdicación, lo más prudente es salir del foco y disfrutar un discreto y merecido descanso
Los enemigos de la libertad y de la estabilidad, valores ambos consagrados en la Constitución de 1978, aprovechan cualquier resquicio para deteriorar la convivencia pacífica de los españoles y la unidad de la Patria. Es muy difícil el equilibrio de la presencia de dos Reyes de España precisamente cuando la ofensiva de la extrema izquierda y de los separatistas es más intensa.
La Historia, maestra de la vida política, enseña numerosos ejemplos de la conveniencia de un retiro total en los casos de reyes españoles abdicados o destronados. El Emperador Carlos V, en el siglo XVI, agotado por un esfuerzo titánico de mantener un Imperio y la unidad del catolicismo en Europa, abdicó en su hijo Felipe y se retiró a Yuste, en la paz extremeña del sur de Gredos y próximo a Guadalupe.
Carlos IV, apartado de la vida política española después de la conmoción que provocó Napoleón en toda Europa, se exiló a Roma hasta el final de sus días durante el reinado de su hijo Fernando.
Los constituyentes y el pueblo español no esperábamos ver a dos Papas en Roma y a dos Reyes en Madrid
Isabel II, después de la revolución de 1868, residió en el Palacio de Castilla de París y tanto Cánovas como Sagasta fueron partidarios de que sus visitas a España fueran puntuales, muy breves, para que la Reina Isabel no interfiriera, primero, en el reinado de su hijo Alfonso XII y, después, en las funciones constitucionales de su viuda, aquella extraordinaria Regente que fue Doña María Cristina de Habsburgo.
Alfonso XIII cedió, apenas un mes antes de su fallecimiento en 1941, la titularidad dinástica a su hijo Don Juan y a fe que el Conde de Barcelona asumió aquella tarea con una responsabilidad ejemplar. Siempre fue un abanderado de la reconciliación y de la libertad de todos los españoles.
Don Juan dio una buena muestra de su generosidad con la renuncia de sus derechos dinásticos antes del referéndum constitucional de 1978. Después de aquel acto, el Conde de Barcelona pasó a un discreto segundo plano con la satisfacción de haber contribuido a que la Corona fuera de nuevo útil para los valores supremos de la paz, la justicia y la libertad de los españoles.
Los constituyentes y el pueblo español no esperábamos ver a dos Papas en Roma y a dos Reyes en Madrid. Benedicto XVI es un buen ejemplo de discreción y retiro. Resulta un modelo a seguir. Conviene encontrar un lugar de descanso y reconocimiento favorable toda vez que Don Juan Carlos tiene más que ganado un lugar muy positivo en la Historia de España.
La prudencia de no estar es superior al riesgo de figurar. Salir del foco no es un desdoro: es la consecuencia de un acto político trascendental como fue la abdicación. Acto que, conforme pasan los años, se ve más como un acierto que como un error y que sin duda contribuirá a mantener la adhesión que muchos millones de españoles manifestamos y manifestaremos a la Corona.
*** Guillermo Gortázar es historiador y abogado. Su último libro es 'El fuerismo liberal', en prensa.