En la polémica que, últimamente, se ha desencadenado con ocasión del intento portugués de monopolizar, en su V Centenario, los méritos del gran logro de dar la primera circunnavegación al globo -esto es, la primera vuelta al mundo-, no se ha tenido en cuenta en general, tanto en las pretensiones portuguesas, como en las respuestas españolas, un detalle biográfico de Magallanes importante, y es que se desnaturalizó portugués para emprender su gran empresa. Es decir, se convirtió en súbdito del rey de España Carlos I -después emperador-, renunciando públicamente a su condición de súbdito del rey de Portugal.
Según Pigafetta, la inspiración, e incluso la determinación, de Magallanes para sacar adelante su ambicioso proyecto le vienen de su amigo Serrano, plenamente instalado en las Molucas. “Serrano -dice el italiano, autor de esa completa crónica de la primera vuelta al mundo- era gran amigo y creo que pariente de nuestro desdichado capitán general [Magallanes], y fue quien le decidió a emprender este viaje, porque durante la estancia de Magallanes en Malaca supo por sus cartas que Serrano estaba en Tadore [Tidor], donde se podía hacer un comercio ventajoso. Magallanes no olvidó lo que Serrano le escribió cuando el difunto rey de Portugal, D. Manuel, rehusó aumentar su sueldo en un testón [una moneda de plata portuguesa] al mes, recompensa que creía sobradamente merecida por los servicios prestados a la corona. Para vengarse vino a España y propuso a su majestad el emperador ir al Maluco por el Oeste, obteniendo el real permiso” (Antonio Pigafetta, La primera vuelta al mundo, ed. Miraguano/Polifemo, p. 286).
Navarrete en la Noticia Biográfica de Magallanes, que precede a la Documentación compilada sobre la expedición, en el tomo a ella dedicado de la BAE, ofrece varias referencias de los autores portugueses Faria de Sousa, por un lado, y de Barbosa, por otro, en el que ambos hablan de la “desnaturalización” portuguesa de Magallanes y su intento de hacer méritos para lograr naturalizarse castellano. “Viéndose, pues, Magallanes, sin aquel precio de calidad que su rey le negaba y él creía serle debido por su nacimiento y servicios, que todo era bueno, se desnaturalizó del reino con actos públicos, y pasóse a servir al Emperador Carlo V”, dice Manuel Faria de Sousa.
Barbosa, por su parte, precisa que Magallanes “pasó a Castilla, donde para que en ningún tiempo fuese acusada su fidelidad de menos pura para la corona de Portugal, se desnaturalizó con públicas y solemnes demostraciones, y buscando la majestad cesárea de Carlos V, le prometió descubrir un nuevo camino para las Molucas, de cuya navegación y conquistas recibirían los españoles opulentas conveniencias”.
El embajador portugués buscó a toda costa impedir que la empresa de Magallanes y Falero saliese adelante
Es decir, que Magallanes busca ganar, poniéndose públicamente al servicio del emperador Carlos, la naturalización castellana, y para ello ofrece la posibilidad de descubrir aquel estrecho, aquel paso meridional que sortearía el muro americano, para establecer una vía de conexión marítima íntegramente castellana con la Especiería. A Magallanes se le une el insigne astrónomo, también portugués, Rui Falero, agraviado igualmente por el rey Manuel, y ambos se dirigirán a la corte castellana.
La rivalidad con Portugal va a ser extrema (aquí la idea de una “civilización ibérica”, de Oliveira Martins, se desdibuja), y exasperante para Magallanes. Su condición de portugués hará que buena parte de la tripulación castellana le mire con desconfianza, a pesar de que la propia expedición, planteada en favor de los derechos castellanos sobre las Molucas, fuera una solemne demostración pública de fidelidad hacia el emperador.
Los portugueses, por supuesto, trataron de ponerle todo tipo de trabas para lograr que esa expedición no saliese adelante, incluyendo la posibilidad de terminar -en Zaragoza-, con la vida del tenaz capitán portugués.
El embajador portugués Álvaro de Costa, desplazado a Castilla con ocasión de las próximas nupcias entre el rey Manuel y la Infanta Leonor (hermana del emperador Carlos), buscó a toda costa impedir que la empresa de Magallanes y Falero saliese adelante, tratando de disuadir primero a Magallanes, acusándole de agravio contra su rey natural, y después al propio emperador Carlos, acusándole de poco diplomático al recibir vasallos de un rey amigo, como lo es el portugués, con proyectos que le perjudican.
Ya no es que la empresa de Magallanes fuese española, es que el capitán renunció a ser súbdito del rey de Portugal
Carlos acudió a la junta de Indias -aún no Consejo-, presidida por el obispo de Burgos, Fonseca, para confirmarse en su propósito de sacar la empresa adelante. También es cierto que, tanto Carlos como Fonseca, procuraron que el peso del protagonismo portugués en la armada no fuera excesivo, manteniendo ciertas cautelas que influirán decisivamente en la expedición -con el motín de San Julián, protagonizado por Juan de Cartagena y el resto de capitanes españoles-.
En definitiva, y sea como fuera, Magallanes y Falero, puestos al servicio del rey de Castilla, proyectan un plan que brinda la posibilidad de encontrar, por fin, el deseado paso dirigiéndose más al sur de lo que habían llegado Solís y Vespucio, con la garantía de ir siempre, por supuesto, por el hemisferio castellano, y evitar así conflictos (y dependencias) con Portugal. “Hasta aquí llegó Américo Vespucio: a nosotros nos corresponde ir más allá”, dicen que dijo Magallanes al llegar al río de la Plata.
Ya no es, pues, que la empresa de Magallanes fuese española -que lo fue totalmente-, es que el capitán portugués la emprende como pública renuncia a su origen como súbdito del rey de Portugal.
*** Pedro Insua es profesor de Filosofía y autor de los libros 'Hermes Católico', 'Guerra y Paz en el Quijote' y "1492, 'España contra sus fantasmas', (Ed. Ariel , 2018).