"Hay un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado… un tiempo para demoler y un tiempo para edificar… un tiempo para callar y un tiempo para hablar…"; hay un tiempo para hacer Presupuestos y un tiempo para hacer campaña electoral.
Con este conocido versículo del Libro del Predicador (Eclesiastés 3: 1-8) comenzaba en agosto de 2015 mi primer artículo en EL ESPAÑOL -que entonces acababa de comenzar su singladura- precisamente sobre los Presupuestos del Gobierno del PP de 2016. Nuevamente, después de dos Presupuestos -los de 2017 y 2018- fruto del acuerdo PP-Ciudadanos que cuadraban, volvemos a las cuentas de Antoñita la Fantástica. Y lo volvemos a hacer a unos meses de las elecciones, en este caso, las locales, autonómicas y europeas de mayo de 2019.
Estos Presupuestos tienen una diferencia fundamental con los de 2016, Sánchez no tiene votos suficientes para aprobarlos, mientras que Rajoy tenía mayoría absoluta. Eso significa que Sánchez deberá pagar un alto precio, no sólo económico, sino también político a sus imprescindibles aliados: los populistas de la coalición liderada por el partido antes conocido como Podemos, los nacionalistas del PNV, y los separatistas de ERC y del partido PdeCat, antes conocido como Convergència.
Otro día hacemos las cuentas, pero cinco diputados de todo este magma tienen capacidad, ellos solos, para que los Presupuestos no salgan adelante. Eso les da una fuerza de negociación notable, aumentada por un hecho incontrovertible: Sánchez sólo quiere estos Presupuestos para huir de las elecciones generales y seguir unos meses más en el Poder.
De momento, esta fuerza de negociación se ha materializado en la enmienda a la totalidad de Esquerra y el anuncio del PDeCAT de hacer lo propio, en lo que parece más un chantaje político que una enmienda económica a las cuentas de Sánchez. Las condiciones de ERC para retirar la enmienda son una mesa con mediador o relator para negociar la autodeterminación, y “el fin de la represión al independentistmo”; es decir, interferir en el Poder Judicial para lograr la libertad de los políticos presos por, presuntamente, dar un golpe a la Democracia en Cataluña.
Repartir un dinero que luego no se recauda supone ineludiblemente recortes y subidas imprevistas de impuestos
De momento, el Gobierno de Sánchez ya ha cedido en la creación de una mesa con un relator para “buscar una solución política al problema catalán”. En una decisión incomprendida incluso por dirigentes socialistas -más bien incomprensible-, Sánchez se humilla y humilla al Estado comprando el relato independentista para conseguir aprobar sus cuentas…
Sin embargo, ambos Presupuestos -los de Rajoy y Montoro, y los de Sánchez y Montero- se parecen en una cosa: su absoluto desprecio por la realidad, que se traduce, fundamentalmente, en inflar las previsiones de ingresos. La consecuencia de repartir un dinero que luego no se recauda es que eso supone ineludiblemente recortes y subidas imprevistas de impuestos. Por eso, el drástico incremento de inversiones en Cataluña -un 67% nada menos- no se acabará materializando, porque el lugar donde siempre comienzan los recortes es el mismo: las inversiones.
Esto pasa especialmente con las inversiones de los entes empresariales como Renfe, Adif o AENA, que incluso en condiciones normales tienen “carácter estimativo”, y el menor grado de ejecución. Por supuesto, en aquellos territorios donde Sánchez se ha cebado disminuyendo las inversiones, como La Rioja, Galicia o Madrid, lo que se puede esperar es que esa disminución sea simplemente dramática.
Por supuesto, necesitamos inversiones, que es además el capítulo de los Presupuestos que más contribuye al crecimiento económico, y en consecuencia a la creación de empleo. Como a lo largo de la crisis lo que más se recortó fue la inversión pública, hay cuestiones que necesitarían actuaciones urgentes; por ejemplo, la situación de la red ferroviaria en Extremadura. Sin embargo, esto probablemente sea difícil de apreciar desde el Falcon, e incluso desde el helicóptero oficial.
Sánchez, para financiar la campaña electoral más cara de la historia, había previsto subidas de impuestos por 5.654 millones de euros para recaudar casi 20.000 millones más. Ha leído bien: aunque ha habido que disminuir la previsión de crecimiento, se espera que los ingresos crezcan más que nunca (y eso que partimos de la recaudación récord de la historia). Si la recaudación creciese al ritmo de la demanda interna, podríamos recaudar unos 8.500 millones, no los 14.000 millones de euros previstos sólo del crecimiento económico. Aquí vemos como faltan, como mínimo, 5.500 millones de euros.
En puros términos de sentido común, no se puede financiar gasto corriente con un adelanto puntual de un pago
Ante esto, aparece el colchón de este Presupuesto: imputar 13 meses de recaudación de IVA de las grandes empresas en lugar de 12. Como se pretende adelantar el cobro en unos días en el mes de diciembre, unos 5.000 millones de euros llegarán unos días antes a la caja del Estado. En términos de contabilidad nacional, que es por lo que nos miden el déficit, y que sigue el criterio de devengo, esto es irrelevante y no supone 5.000 millones más de recaudación de IVA. En puros términos de sentido común, no se puede financiar gasto corriente con un adelanto puntual de un pago. Lo peor es que este adelanto se ha incluido como ingreso, como si fuese una subida permanente de impuestos.
Por descontado, como han señalado en sus comparecencias en la comisión de Presupuestos del Congreso tanto el gobernador del Banco de España como el presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), esto dará lugar a un ajuste automático, "no discutible", que incrementará en cuatro décimas el déficit de las Administraciones Públicas en 2019. En fin, simplemente una de las trampas más burdas que se ha visto en mucho tiempo para gastar más.
Otra cuestión es que las subidas de impuestos no recaudarán lo que está previsto. Por una parte, el Banco de España señala que "estimaciones de crecimiento de los ingresos tributarios y de las cotizaciones sociales contenidas en el Presupuesto, déjenme enfatizar que se encuentran sujetas a riesgos a la baja significativos…". Por cierto, la expresión "a la baja" aparece 19 veces sólo en el discurso inicial del gobernador del Banco de España ante la Comisión de Presupuestos del Congreso, tanto para referirse a los riesgos en las previsiones de crecimiento de la economía, como, especialmente, a las de recaudación de impuestos.
Por su parte, la Airef considera que no se recaudarán más que 2.900 millones de euros sobre los 5.600 millones previstos en subidas de impuestos: casi la mitad de las subidas de impuestos del Gobierno de Sánchez son simplemente aire en términos recaudatorios.
Si todo esto supone un mínimo de 8.500 millones de euros de agujero, casi más dramáticas son las cuentas de la Seguridad Social, la garantía de las pensiones de los jubilados actuales y futuros. Aquí, el Gobierno debía ajustarse a un déficit del 0,9% (unos 10.000 millones de euros), aunque proponía, en la senda de déficit rechazada dos veces por las Cortes Generales, un poco más de margen, hasta el 1,1%, unos 13.000 millones de euros. La propia secretaria de Estado de Presupuestos reconocía también en la comisión de Presupuestos que: "me dicen que la Seguridad Social tiene un déficit que se valora en 1,5. Nosotros no hemos negado que el déficit de la Seguridad Social, saldo presupuestario en términos de déficit, serán 18.650 millones. Hemos hecho un trabajo para que sean 18.650…". Esto coincide con la estimación de la Airef y con lo previsto en el informe económico financiero de los Presupuestos (o libro amarillo). Aquí nos encontramos ante otra diferencia entre el déficit autorizado y el incurrido, en este caso de seis décimas, algo más de 7.000 millones de euros, admitida abiertamente por el propio Gobierno de Sánchez.
Estas cuentas de la lechera, que no cuadran por ninguna parte, son pura propaganda electoral, eso sí, muy cara
Si todo va bien, Sánchez y Montero pretenden exceder el déficit del Estado y la Seguridad Social en un 100% del autorizado por las Cortes Generales: el déficit no serían 15.600 millones de euros, un 1,3% del PIB, sino 31.200 millones de euros, un 2,6% del PIB. Esto se podría reducir unas cuatro décimas -de nuevo, si todo va bien- con el superávit de las Administraciones Territoriales (Comunidades Autónomas y Ayuntamientos).
Por supuesto, este panorama de indisciplina presupuestaria, agujeros y gasto sin control es previo a que las enmiendas de los nacionalistas y populistas -cuyos votos son imprescindibles para sacar estos Presupuestos adelante- incrementen los gastos y disminuyan los ingresos. Además, cuestiones obvias como el coste por responsabilidad patrimonial de la Administración en temas como autopistas y consecuencias de la gestión politizada de las cajas -en forma de Esquemas de Protección de Activos (EPAS) que cubrimos todos con nuestros impuestos- están sin evaluar ni cuantificar… Y en todos los casos supondrán más gasto.
En fin, estas cuentas de la lechera, que no cuadran por ninguna parte, son pura propaganda electoral, eso sí, muy cara. Por eso, Ciudadanos presenta hoy enmienda a la totalidad y votará en contra de estos Presupuestos el próximo miércoles. Los españoles no se merecen estas cuentas de Antoñita la Fantástica, sino poder elegir su gobierno y su política económica.
Ésta no solo es una enmienda a la totalidad a las chapuceras, tramposas y nefastas cuentas de Sánchez, ésta es, sobre todo, una enmienda a la totalidad a la política económica y territorial de Sánchez. Hoy presentamos una enmienda a la totalidad al chantaje de los separatistas y a la humillación a la que Sánchez nos somete para intentar permanecer en la Moncloa unos meses más a costa de todo y de todos.
"Hay un tiempo de nacer y un tiempo de morir", y estos Presupuestos nacen muertos porque nacen sin otra finalidad que mantener unos meses más a Sánchez disfrutando del Falcon y del helicóptero, huyendo de las elecciones. Estas cuentas no sólo no responden a las necesidades fundamentales de la economía española, sino que ni siquiera son viables, y cualquier próximo gobierno tendrá que enmendarlos sustancialmente, ya que si no, lo hará la realidad. Lo que será mucho más difícil de arreglar será el precio político que Sánchez ha pagado por los Presupuestos. No es tiempo de Presupuestos, y mucho menos de humillación ante el chantaje, es tiempo de elecciones.
*** Francisco de la Torre Díaz es diputado de Ciudadanos, presidente de la comisión de Presupuestos del Congreso e inspector de Hacienda.