Pichi es el chulo que camina, del portillo a la Arganzuela. Y Albert Rivera camina con un clavel, cara fatigada, mientras que Villacís, antes de que la turba le orquestara un intolerable escrache, sube la cuesta de la ermita con una notable agilidad, con un parto inminente. Es la explanada de la propia ermita, la Pradera de San Isidro, es 15 de mayo y huele a frito y propaganda. A 35 grados toda democracia es bananera, hay gigantes, cabezudos, jubilados madridís con un organillo con wifi y periodistas al borde del síncope. Suena de fondo el pasodoble Marcial, del maestro Martín Domingo.
Son las doce del mediodía y en 30 metros cuadrados, a la orilla de la fuente milagrera del santo, van pasando las Españas sin tocarse. Es tradición inveterada eso de que las elecciones coincidan con la calor y los isidros, y que en lugar de promesas al santo labrador la cosa vaya de pregonarle al político las verdades del barquero.
El camino verde que lleva a la ermita no es verde, está asfaltado, y Pablo Casado sube empapado en sudor. A su vera, Díaz Ayuso, que no habla; y Andrea Levy, de chulapa indie con un clavel en la trenza. Y Almeida. Y Álvarez del Manzano en su novena juventud.
Álvarez del Manzano, a sus años, sigue de maestro de ceremonias del madrileñismo y busca fotos, lleva su fotero, saluda a quien le recuerda y aún atiende a la llamada de "alcalde".
El lunar de Casado
El día del patrón madrileño es el día de los canutazos. Pablo Casado habla, suda, sigue sudando y una perla de sudor se le posa en su lunar de la refundación pepera. Por detrás le gritan "repeinao". Un taxista grita a voces "nos habéis hundido el taxi". Casado no lo escuchó.
Los gigantes y los cabezudos se han ido con las chirimías y las dulzainas hasta más ver. Como de tapadillo aparecen Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio y Ortega Smith, el boina verde que alumbra una extraña pareja de tres. Se ve que algo traman.
Y ya, con el sol igualando a los que reparten abanicos con la efigie de Almeida -si se pone del revés es la cara de Ignatius Farray- y los abanicos de Podemos, con el termómetro infartándose, llega Carmena al sarao. Carmena y Errejón, claro. A Manuela le van pasando niños para que los bese, como si fuera el mismo San Isidro o la Virgen del Rocío: Errejón se queda en un segundo plano, se quita del tiro de cámara y vemos la esencia del municipalpopulismo. Eso de besar niños y quitar multas...
En contraste con lo que se viste en la Pradera, Carmena lleva el traje chulapo más atrevido: a Errejón la boina le queda como a un Cristo dos pistolas, pero persiste con ella. Errejón me mira de lejos, lo miro, me saluda y le respondo con el puño en alto como en un resorte saludador.
Tetas a San Isidro
En la comitiva de Carmena va Rita Maestre y de repente Juani, carabanchelera y calé, le invita a "ponerse en tetas" delante de San Isidro. Maestre ríe la gracia. O hace como que la ríe la gracia con una mueca a mitad de camino entre "tierra trágame" y "qué poco me gusta el populacho".
Sigue la calor, los isidros bailan con las manolas, en la caseta de la SER entrevistan a Pepu Hernández. Pepu dice cosas, vaguedades, y se le ve al hombre que descubre un Madrid a la otra orilla del Manzanares. Como todo ungido por el sanchismo lleva un coro de cuatro incondicionales que aplauden las propuestas del entrenador. La entrevista se emite por un altavoz y tiene mucho de teatro radiado, Ama Rosa o La guerra de los mundos.
A la Pradera de San Isidro va uno a pedir favores, prebendas, ciscarse en un concejal, arrimar cebolleta o vender cualquier argumentario. Están los cuatro gatos -gatas- del Pacma a las que informo de que tienen a Abellán a dos metros, en la comitiva de Casado. Contestan que "no quieren polémica" y mi Pulitzer puede esperar. Por la Pradera me dan un papel con un versículo de Lucas, el evangelista. Y yo me acuerdo de Chiquito y el folleto me pregunta "¿Por qué el mundo está tan dividido?".
Vox desafina
Por oler y brujulear paso por delante del chiringuito de Telemadrid, y conozco a Martín Sagrera, politólogo cuya fotografía y cuya pancarta se adjunta. Se dice "ciudadano del mundo" y como está "tan gordo", tiene "tres patrias: Sevilla, Cataluña y Madrid".
Allí mismo, delante del stand de Telemadrid, Ortega Smith, Monasterio y Espinosa de los Monteros reescriben el chotis de Madrid para atacar a Carmena. Desafinan, parecen Los tres sudamericanos en sus inicios. A la prensa se le queda cara de póker y Agustín Lara -el autor mexicano del inmortal Madrid, Madrid- se revuelve en su tumba. El chotisito cobarde y así.
Por el camino que va a la ermita hay gallinejas, bocadillos, moscas, camisetas del Rayo, las ruinas del Vicente Calderón y partidos que van a las europeas y que caben en un taxi. La vida sigue su rumbo, ajena al 26-M. O abanicándose con la propaganda conjunta de Vox, Podemos y Cs para darle más cuerpo a eso: al abanico del pluripartidismo.
Un perro que se llama Chotis me lame mientras hago la crónica a la sombra de un pinarillo: otro milagro del Santo por el que labraban los ángeles, que sí fichaban.