Era mediados de marzo cuando desde Ciudadanos tuvimos la primera reunión de trabajo con Unión del Pueblo Navarro y el Partido Popular, que previamente había firmado su propio acuerdo político con la formación navarra. El equipo de campaña de Ciudadanos acabábamos de acceder a la sala de reuniones de UPN y, tras unos días de mucho ajetreo y de asimilar todo lo que había sucedido alrededor de esa nueva aventura llamada Navarra Suma, empecé a comprender el porqué de todo lo que había ido pasando en los últimos días.
Fue nada más sentarme enfrente de la puerta que daba acceso a la sala que mis ojos fueron a parar a dos cuadros colgados en la pared. Eran dos imágenes con las caras de José Javier Múgica y Tomás Caballero, concejales de UPN asesinados por la banda terrorista ETA. Y fue en ese momento, y sin el deseo de adornar este relato, cuando reconozco que sentí que ambos nos decían que es ahí donde debíamos estar.
Hoy Navarra vuelve a estar en el foco político y mediático. Y ya era hora, porque aunque somos una comunidad pequeña dentro del gran mapa español, también somos una comunidad muy importante. Navarra es una región con una larga historia, con unas tradiciones muy arraigadas, con un gran sentimiento de pertenencia a la tierra y un espíritu único basado en el esfuerzo y la lealtad.
De los navarros se dice que son gente reservada, pero nada más traspasar ese caparazón de la lógica prudencia uno puede llevarse a un amigo para toda la vida. Y con esa idea muchos hemos ido desembarcando en esta comunidad para estudiar, trabajar, formar una familia o intentar ganarnos la vida, y lo que nos hemos encontrado, generalmente, ha superado con creces las expectativas. Navarra vale tanto la pena y es tan maravillosa que hubo gente que dio su vida por defenderla, porque aquí, a pesar de todo lo bueno, hasta hace dos días había valientes que no podían defender sus ideas en libertad y a los que solo las balas pudieron callar.
El cuatripartito ha tenido como único objetivo imponer un sentimiento minoritario por medio de ingeniería social
Es así, no todo ha sido idílico en esta tierra. Navarra tiene un problema y una amenaza que se llama nacionalismo. Y eso es algo que para los que hemos venido de comunidades que llevan años sufriéndolo es fácil y rápidamente perceptible. El deseo del nacionalismo vasco de convertir Navarra en una sucursal de la comunidad vecina no solo ha sido un anhelo sino que ha sido una realidad durante muchos años. Primero lo hicieron matando, luego entendieron, una vez ya acorralados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que era mejor hacerlo por medio de la política. Y no solo han hecho política en los últimos tiempos, sino que han llegado a formar parte del gobierno.
El cuatripartito de Navarra (Geroa Bai, Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra) ha tenido como único objetivo construir, por medio de la ingeniería social, un sentimiento que, aunque respetable, es minoritario en una comunidad que se siente muy navarra y muy española. Y así se han ido sucediendo políticas a cada cual más sectaria que, refugiadas bajo el paraguas del anhelo de unos pocos, han acabado maltratando a unos muchos.
La hemeroteca está ahí: derogación de la Ley de Símbolos, imposición de la ikurriña, subida de impuestos a toda la clase media de la comunidad, expulsión de las familias de las escuelas infantiles para imponer así el euskera, manifestaciones en favor de los agresores de Alsasua y ni el mínimo recuerdo a los agredidos, dimisiones como nunca antes habían sucedido en el departamento de Educación, deseo de expulsar a la Guardia Civil de la Comunidad, manifestaciones públicas en favor de los presos independentistas, no devolución del IRPF por maternidad y paternidad siendo la única comunidad española que no lo ha hecho…
Todo lo que aquellos que encuentran su refugio en Bildu -que sigue sin condenar la violencia de ETA- no lograron por otras vías han ido haciéndolo durante cuatro años por la vía política. Por ello, tras unas elecciones en las que el cuatripartito ha perdido su mayoría no únicamente por ser un gobierno nacionalista sino por ser un mal gobierno, Navarra vuelve a estar en el foco de la política nacional.
Esta tierra no quiere cuatro años más de nacionalismo, populismo y sectarismo. La mano está tendida
Algunos pretenciosos quieren buscar comparaciones con épocas anteriores. Pero no, este momento no se asemeja ni de lejos a aquel año 2007 donde Nafarroa Bai, Partido Socialista de Navarra e Izquierda Unida de Navarra lograron una mayoría en escaños y, finalmente, acabó gobernando Unión del Pueblo Navarro por deseo de Ferraz. No, no es el mismo momento precisamente porque los que jamás rechazaron la violencia de los tiros en la nunca ahora tienen la llave del Gobierno de Navarra.
Y por eso nació Navarra Suma. Nació como coalición para que ningún voto se perdiera en la defensa de una Navarra foral, española y europea. Porque se ha perdido mucho en el camino por defender unas ideas en libertad y porque Navarra no puede quedar en manos de aquellos que han amparado los asesinatos por el deseo de diluir a esta tierra en un proyecto de construcción nacional imaginario.
Desde Ciudadanos, Unión del Pueblo Navarro y Partido Popular así lo entendimos. El esfuerzo de dejar todas nuestras diferencias para defender el sentimiento y el estatus de la gran mayoría social de Navarra fue suficiente para embarcarnos en esta aventura. No hubo que darle muchas más vueltas ya que entendimos que con esa voluntad valía la pena sumar.
Ahora solo queda que sea el Partido Socialista (11 escaños) quien entienda que la ciudadanía de la Comunidad Foral les ha dado junto a Navarra Suma (20 escaños) un mandato claro. Esta tierra no quiere cuatro años más de nacionalismo, populismo y sectarismo. La mano está tendida. Seguiremos esperando a que se sumen a un proyecto que aglutina la mayoría de navarros y navarras.
*** Alberto Bonilla es parlamentario electo por Navarra Suma y secretario de Comunicación de Ciudadanos Navarra.