Que las lenguas que se hablan en los patios de los colegios es una obsesión de los nacionalistas no es ninguna novedad. Basta leer los proyectos lingüísticos de muchos centros catalanes y las órdenes que se dan para vigiliar que se hable catalán en la hora del recreo para comprobarlo.
Hay que entender que el nacionalismo catalán se basa en una obra de ingeniería social que se resume en “un sol poble” (un solo pueblo). No dudo de las buenas intenciones de quienes acuñaron el concepto al inicio de la Transición, pero en manos del pujolismo este lema acabó significando que todo el mundo debía acatar los postulados nacionalistas sin rechistar, y todo el que osara cuestionarlos sería acusado rápidamente de crispar, de romper consensos y, por supuesto, de facha.
Según el nacionalismo, la única manera de tener una sociedad cohesionada es que el catalán sea la única lengua de la esfera pública, y por eso han erradicado el español como lengua vehicular y no han permitido que se incorpore el inglés a diferencia del resto de Comunidades Autónomas. No es casualidad que Cataluña sea la única comunidad que no da cifras sobres sus centros bilingües: no las da porque no existen más allá de un puñado de centros privados.
Pues bien, con la excusa de potenciar el catalán, tenemos que sufragar entidades como Plataforma per la Llengua. Para los que no conozcan a la autodenominada ONG de la lengua (catalana), se trata de una entidad privada progubernamental que -subvenciones por aquí, subvenciones por allá- recibe cada año alrededor de un millón de euros sin concurso público. Un millón de euros pagado de nuestros bolsillos que utilizan básicamente para denunciar a comercios y restaurantes si no utilizan el catalán y para espiar a nuestros hijos en los colegios. Huelga decir que desde Cs ya hemos pedido que se les retiren las subvenciones públicas.
TV3 y Plataforma per la Llengua han entrado en los patios para ver en qué lenguas hablan los alumnos
TV3 y Plataforma per la Llengua han entrado en los patios de los colegios para ver en qué lenguas hablan los alumnos. El famoso documental del hombre que quería hablarle a las tostadoras en catalán causó revuelo por este aspecto y descuidó otro más grave: la televisión pública utilizó la excusa de un reportaje para comprobar en qué lenguas hablan los menores en el patio.
Además, en el caso de Plataforma per la Llengua, según sus propias afirmaciones, mintieron al profesorado sobre las verdaderas intenciones de su “estudio”. Y he aquí el primer problema: tanto TV3 como TVE han hecho publirreportaje sobre este infame informe tratándolo de “estudio sociolingüístico” aunque, salta a la vista, no cumple los requisitos para ser tratado como tal.
Empecemos por el principio: la autoría. Cuando alguien lee un estudio lo primero que suele fijarse es en el autor. Evidentemente, a mayor prestigio del autor, mayor credibilidad tiene el estudio. En este caso, sin embargo, no sabemos el nombre del autor o autores. ¿Se trata de un estudio sociolingüístico sin sociolingüistas? Pues es lo más probable.
Aquí encontramos ya la primera ruptura con un código deontológico, el de la Asociación de Antropología del Estado Español (ASAEE) que habla de preservar la autoría incluso cuando, como en este caso, el trabajo constituya el encargo de una entidad. Evidentemente, la Antropología y la Sociolingüística son disciplinas diferentes pero dada la similitud metodológica, el ejemplo resulta pertinente.
Pero este no es el único punto del código deontológico que se salta Plataforma per la Llengua ni el más grave. El peor, sin duda, es el engaño con respecto al objeto del estudio. El punto 2 de dicho código deontológico dice: “Informará a los participantes en su trabajo de los objetivos de su investigación”, y añade “solicitará el consentimiento informado de los participantes”.
¿Qué dirían si una entidad religiosa espiara en los patios de los colegios para ver si se blasfema?
No solo eso. En octubre del año pasado, la Comisión Europea hizo público un documento titulado “Ethic in Social Science and Humanities” en el que también recalca la necesidad de informar a los participantes del objeto del estudio y, además, obtener el consentimiento de sus progenitores o tutores legales. ¿Qué tipo de inmunidad tiene Plataforma per la Llengua para explicar alegremente en rueda de prensa que engañaron sobre la verdadera naturaleza de su estudio y no pase nada?
Porque si un engaño así ya es grave, en este caso, además, se trata de menores. Las familias catalanas tienen que poder dejar a sus hijos tranquilamente en los centros escolares sin que vengan entidades privadas a espiar a sus hijos para realizar un informe con fines políticos. Evidentemente, Plataforma per la Llengua no tiene ningún interés académico y su informe no conoce el rigor científico ni aunque se tropiece con él.
Plataforma per la Llengua utiliza esos datos conseguidos de forma torticera para pedir que desde los organismos oficiales se tomen medidas para que, a la hora del patio, los alumnos opten por hablar catalán en lugar de la lengua que libremente decidan usar. Da miedo pensar que tenemos a auténticos liberticidas pululando por los patios de nuestros colegios e institutos.
El hecho de que haya gente pululando por los patios de los colegios catalanes es demencial y llama la atención que no haya generado un auténtico escándalo. ¿Qué dirían si una entidad religiosa espiara en los patios de los colegios para ver si se blasfema? ¿O si una entidad contraria a los derechos del colectivo LGTBI campara a sus anchas por los institutos para ver si dos alumnos del mismo sexo se cogen de las manos o se besan?
Desde Cs vamos a exigir explicaciones en el Parlamento de Cataluña y en el Congreso de los Diputados. No podemos consentir que se espíe en los patios de los colegios. La protección de los menores es sagrada y vamos a velar por ella.
*** Sonia Sierra es diputada y portavoz de Educación de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña.