Días atrás hemos sido testigos, una vez más, de una noticia que tiene que hacernos reflexionar sobre qué está ocurriendo en nuestro sistema sanitario público y por qué se ignoran constantemente los preceptos de accesibilidad, equidad y cohesión que promulgan nuestras leyes sin que haya consecuencias.
Me refiero al comunicado de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que decía que "uno de cada cinco hospitales no tiene acceso a algunos de los últimos fármacos antitumorales, lo que genera mucha preocupación y la constatación de la falta de heterogeneidad entre las comunidades autónomas", o entre las distintas provincias y áreas de referencia en las que están divididas desde el punto de vista asistencial.
Como otra de las características de nuestro sistema es la falta de transparencia, nunca llegaremos a saber qué hospitales son (ni el número de pacientes que dependen ellos) los que no tienen acceso a esos fármacos y cuáles sí lo tienen, con lo que se generará una evidente discriminación para algunos ciudadanos.
Devuélveme el poder es una obra de actualidad política que define perfectamente uno de los grandes problemas que adolece nuestra sociedad y con cuyo diagnóstico creo que somos muchos los que nos identificamos. No soy ni pretendo ser un analista político ni hablar de otra cosa distinta de la que conozco y en la que me desenvuelvo diariamente, pero no podemos negar esa sensación de que, en ocasiones, nuestros políticos dicen lo que creen que queremos oír para conseguir el voto y, después, hacen lo que más les interesa para poder llegar en la mejor situación a las próximas elecciones.
Da la sensación de que, en lugar de tener que servir a la sociedad a la que representa, la clase política instrumentaliza a ésta en beneficio de su puesto y de su partido. Y esto nos lleva a un inmovilismo que en Sanidad se traduce en la falta de implementación de reformas de calado que permitan mejorar el servicio y nos preparen para los tiempos que vienen.
Mientras se alaban las excelencias de la Sanidad pública, crecen las listas de espera y las desigualdades en el acceso al sistema
El dicho de que, ante un problema, lo racional es afrontarlo y lo político negarlo, se confirma en demasiadas ocasiones en nuestro país. El liderazgo en la toma de decisiones que debería de caracterizar al Estado es sustituido así por una inacción cuya finalidad es evitar la repercusión negativa en las urnas. Y la realidad es que siempre hay unas elecciones a la vuelta de la esquina.
Mientras oímos a nuestros dirigentes alabar a diario las excelencias de nuestra Sanidad pública, se disparan las listas de espera y las desigualdades en el acceso al sistema se disparan, la innovación farmacéutica tiene que esperar más de año y medio de media en ser financiada y el señor Amancio Ortega dona recursos para la renovación del parque tecnológico para el tratamiento del cáncer porque está obsoleto. Y lo que es peor: a quien denuncia estos problemas se le señala por ir en contra de la Sanidad pública.
Son ejemplos que muestran la parálisis de nuestra Administración. La realidad es que resulta mucho más rentable electoralmente seguir exprimiendo el mito de que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo que introducir reformas que lo conduzcan a lo que debería de ser ya y en el futuro inmediato.
Cirugía robótica, inteligencia artificial o big data son términos que a todo el mundo le suenan pero que hoy son imposibles de implementar en un sistema que, por no tener, ni tiene todavía integrada la historia clínica de los pacientes ni -por el qué dirán o por pura ideología- quiere contar con un sector privado que aporta la friolera del 30% de los recursos sanitarios del país y la innovación más disruptiva.
Por todo ello, y ante el hartazgo por la indolencia de nuestra clase política, creo que antes de plantear nuevos retos ha llegado el momento de exigir cuestiones básicas, como que se financien ya los nuevos fármacos desde el primer día -igual que ocurre en otros países de Europa-; que se acabe con las listas de espera, al menos para procesos graves; que haya al menos una historia clínica interoperable y centrada en el paciente -que libremente va al sector público o al sector privado, faltaría más-; o que no haya que esperar a que alguien rescate el parque tecnológico porque el que tenemos se ha quedado descatalogado. Y como nuestros dirigentes llevan muchos años sin querer escuchar lo que es un clamor en el sector, que lo hagan como crean más oportuno.
*** Juan Abarca Cidón es presidente del IDIS (Fundación Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad).