Con la mente puesta en un gobierno en solitario, Pedro Sánchez -como luego ha quedado demostrado- abocó a los españoles a la repetición de elecciones generales con el único fin de intentar deshacerse del lastre de Unidas Podemos. Para ello, como algunos sostienen, empujó incluso a Íñigo Errejón para que diera el salto y concurriese a la contienda electoral.
Pero el resultado final fue una derrota del sanchismo que le ha conducido, irremediablemente, a eso que tanto había intentado evitar: un gobierno de coalición con Unidas Podemos y una excesiva dependencia de las fuerzas parlamentarias nacionalistas e independentistas.
Además, fruto de ese pacto de investidura, tampoco tendrá una vida parlamentaria tranquila y sencilla, porque como ha quedado de manifiesto, nos encontramos ante un Parlamento totalmente polarizado en dos grandes bloques impermeables e irreconciliables, y donde el insulto, la descalificación, la falta de respeto, etc., parece que serán habituales.
Un presidente de gobierno, Pedro Sánchez, que, eso sí, ha logrado, tras sus repetidos fracasos, salir airoso de una sesión de investidura. Un presidente que ha pasado de sostener que la Tierra era redonda a que es plana, o del no es no, al no es sí. Un presidente que tendrá asegurada toda la legislatura si logra bandear la cuestión catalana y las dificultades de convivencia, puesto que no existe otra aritmética alternativa a la suya. Un presidente encorsetado por Unidas Podemos y por los caprichos del separatismo en una legislatura que puede ser de todo, menos fructífera para los socialistas. Eso sí, un presidente legítimo, democrático y constitucional.
La alianza sitúa a Iglesias en una posición inmejorable para rentabilizar sus más que probables éxitos sociales
Bien, entonces ¿dónde reside el éxito personal y político que algunos atribuyen al líder socialista? En que ha conseguido dos grandes metas: ser designado presidente del Gobierno y sobrevivir en la primera línea política, hecho que no hubiera sido posible ante una nueva cita electoral. El problema es que no ha logrado llegar solo a lo más alto.
Por eso, el gran vencedor ha sido, sin lugar a dudas, un Pablo Iglesias que no podía contener sus lágrimas de alegría. Y es que, pese a que en los últimos tiempos la formación morada se ha visto sumida en una sucesión de problemas y traiciones, su líder no sólo ha logrado mantenerse en pie ante los envites de sus enemigos, sino que, además, ha situado a su partido en la cima del poder político.
Una victoria política que ha obligado a Sánchez a tener que tragarse, entre incómodas sonrisas, sus palabras y sus vetos, y que ha permitido fraguar ahora lo que Pablo Iglesias pretendió en 2015: un gobierno de izquierdas apoyado por los partidos nacionalistas e independentistas en base a un acuerdo de legislatura con el PSOE en el que Unidas Podemos marque el ritmo.
Una alianza que sitúa a Iglesias, además, en una posición inmejorable para rentabilizar sus más que probables éxitos sociales, y que le coloca en su ansiado camino para tomar el cielo por asalto, aprovechándose del desgaste y pérdida de credibilidad de Pedro Sánchez.
Sánchez, aunque quisiera, no podrá prescindir de un hombre que tiene facilidad para entenderse con los separatistas
Tal es así, que Iglesias no ha dejado pasar el tiempo, y con paso firme ha comenzado a mover ficha, primero, dando a conocer los nombres de sus ministros, sus secretarios de Estado y directores generales; y segundo, concediendo, para recuperar su protagonismo mediático, sus dos primeras entrevistas tras la sesión de investidura. Una jugada inteligente que marca el perfil político del nuevo gobierno: dos en uno.
No obstante, el camino no será fácil para Podemos. Cabe pensar que Iglesias y sus ministros comentarán errores propios de su inexperiencia, que, presumiblemente, serán aprovechados por sus socios de gobierno para desacreditarles. El problema es que Sánchez, aunque quisiera, no podrá prescindir de un hombre que ha mostrado más facilidad que él para entenderse con esas fuerzas nacionalistas e independentistas que son esenciales para garantizar la estabilidad del Ejecutivo.
Ante este panorama, solo queda preguntarse si Iglesias será capaz de comerse a Sánchez y convertir a Unidas Podemos en el partido referente de la izquierda española. No sabemos si lo conseguirá, pero no cabe duda de que lo intentará. De momento, el PSOE ya se ha podemizado.
*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.