Llevamos mas de un mes escuchando a los gestores de lo público comparando esta situación con una guerra, a los sanitarios con soldados y al Covid-19 con el gran enemigo a aniquilar.
Siento quitar esa aura épica del momento, del que por estar en casa se siente héroe, pero esto no es una guerra, ni estar obligado a no salir de casa es un acto heroico. Vivimos una pandemia que se está cobrando muchas víctimas, cuyos familiares y amigos tardarán en olvidar.
Este virus ha tenido un efecto colateral casi universal para intentar frenar su propagación que ha sido el Gran Cierre. Este cierre de toda actividad no esencial ha tenido unos efectos devastadores para las empresas que en ningún plan de contingencia, ni en ningún escenario futuro por negativo que fuese, se imaginaban.
Una de las razones por las que nos debemos alegrar de que no estemos viviendo una guerra es que después de estas se produce una destrucción de las infraestructuras que tardan años en reconstruirse. Este problema no vamos a tenerlo, pero sí estamos viviendo un desgarro en el tejido empresarial por este Gran Cierre que repercutirá en quiebras de empresas y en un aumento sustancial de las cifras de desempleo en los próximos meses.
Será necesaria la inversión estatal para acelerar la construcción y crecimiento de iniciativas innovadoras
Después de las guerras hay que invertir cantidades ingentes de dinero en la reconstrucción. En este caso, esta inversión también se debería producir si queremos minimizar el impacto económico. El papel del Estado para salir de este shock de oferta, de demanda y de deuda que va provocar el Gran Cierre a consecuencia del virus va a ser muy relevante y es importante que, como ciudadanos, exijamos que sea en la dirección adecuada.
Esta intervención del Estado para intentar parar este triple shock es solo la primera fase, donde la intervención estatal se centra en evitar el cierre de las empresas para seguir empleando a sus trabajadores y que estos puedan cobrar sus salarios y gastarlos en bienes y servicios para que la rueda de la economía siga girando.
Después vendrá la segunda fase (post-pandemia), donde será necesario esa inversión estatal para acelerar la construcción y crecimiento de iniciativas innovadoras que provoquen un aumento de empleo de calidad sostenido en el tiempo. Esto se producirá si estas inversiones se hacen en sectores con alto valor añadido, a poder ser, que tengan que ver con sectores ligados a megatendencias (industria digital, biotecnología, transición ecológica) para ser competitivos a nivel global (sí, podemos competir a nivel global). Ello conducirá a un cambio paulatino en el modelo productivo que aumentará el bienestar de la ciudadanía en el medio plazo.
Podemos conseguir que de esta situación salga algo bueno. Hagámoslo.
*** Miguel Sodupe es experto en innovación.